CEFERINO NAMUNCURÁ Y EL PAPEL DE LA IGLESIA EN EL GENOCIDIO


 

📰 CEFERINO NAMUNCURÁ Y EL PAPEL DE LA IGLESIA EN EL GENOCIDIO

La Iglesia Católica -la orden de los salesianos en particular- cumplió un papel central en el genocidio del pueblo mapuce. Compartían la mirada de que se trataba de “salvajes” que había que “civilizar”, y por eso acompañaron al Ejército en su campaña militar.

Decía Don Bosco, el fundador de la congregación salesiana: “sólo el misionero con su conducta de paz puede poco a poco deponer el odio contra lo europeo y con la religión introducir la civilización”. Sabían perfectamente que se trataba de un exterminio y así lo justificaba Giacomo Costamagna, quien estaba al mando de la misión salesiana y acompañó al ejército en 1879, en una carta: “mi querido Don Bosco, es necesario adaptarse por amor o por la fuerza! En esta circunstancia es necesario que la cruz vaya tras la espada, y paciencia!”.

Así, los curas católicos dieron legitimidad al genocidio y se dedicaron a bautizar, quitarles su verdadero nombre e identidad a miles y miles de prisioneros que fueron trasladados a los campos de concentración, a la cosecha de azúcar, a los obrajes o a las casas de las familias ricas, cuando no murieron en el camino.

El caso de Ceferino Namuncurá (Hamuhkura) es un ejemplo claro del papel que cumplió y todavía hoy cumple la Iglesia en el genocidio y el epistemicidio del pueblo mapuce. Nacido en 1886, ya terminadas las campañas militares, era nieto del toki Calfucurá e hijo de su heredero Manuel Namuncurá, que combatió a las tropas de Julio Argentino Roca. Su padre, que se rindió en 1884, no tuvo alternativa: quiso salvarlo del camino de esclavitud en el que se encontraban miles de sus hermanos y cedió a la presión de Monseñor Cagliero que prometió educarlo y formarlo, para lo cual ingresó en un internado salesiano. Lejos de los suyos, se convirtió al catolicismo y muy joven enfermó de tuberculosis.
Pero la Iglesia estaba decidida a convertir a Ceferino Namuncurá en un ejemplo de cómo se podía “civilizar la barbarie”, en especial porque se trataba de un descendiente directo de grandes logkos mapuce: a los 17 años fue trasladado a Roma, donde siguió sus estudios y allí se entrevistó con el Papa Pío X, a quien le regaló un quillango y recibió una medalla destinada a los príncipes. Pero su salud no se recuperó y falleció en 1905. Desde entonces la Iglesia lo convirtió en un “indiecito santo” y miles de fieles realizan procesiones y esperan milagros de él.

En El pueblo Mapuce, una Nación. Silvio Daniel Winderbaum/Hugo Alvarez ; comentarios de Marcelo Valko ; ilustrado por Héctor Sanguiliano. - 1a ed ilustrada. - Neuquén : Pido La Palabra ; Confederación Mapuce de Neuquén, 2021. pag 30

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