Días rojos, verano negro: la Semana Trágica de Buenos Aires

 Martes 7 de enero de 1919: La Masacre de Nueva Pompeya y el inicio de la Semana Trágica.


Estado en que quedó el interior de la peluquería de José del Cármine, en Amancio Alcorta 3447, vecina al local de la Sociedad de Resistencia Metalúrgicos Unidos. Los círculos corresponden a impactos de bala: "la intensidad del fuego fue tal, que las dos únicas bombitas eléctricas del establecimiento fueron alcanzadas por los tiros". (Foto Louzán - El Hogar, 17-1-1919).

El día anterior, durante los funerales del cabo Vicente Chaves —fallecido el día 5 en el hospital Rawson, a causa de las heridas recibidas el día 4— el teniente Augusto Troncoso había prometido, sin sutilezas, que los policías vengarían la muerte de su compañero.

El día 7 de enero fue de un calor agobiante en Buenos Aires: 34º, que treparán a 35,5 un poco antes de las 14 horas. Pero la temperatura social venía más caldeada aún, si ello era posible.

Hacia las 15.30, un nuevo convoy de chatas de Vasena pretendió abrirse paso entre los piquetes obreros destacados en Alcorta y Pepirí. Pero esta vez, la policía había establecido tiradores en diversos puntos de la zona, cuyas áreas de tiro convergían en el local de los Metalúrgicos Unidos.

Así, apenas sonó el primer tiro, se inició un verdadero pandemonium: en forma simultánea, bomberos y esquiroles comenzaron a hacer un nutrido fuego contra el barrio de fusil Mauser, revólver Colt y carabinas Winchester, “desde el edifico de la escuela, apostados los piquetes en las azoteas y ventanas, y echados a tierra otros. También se hizo fuego desde los árboles que hay más allá de la escuela, desde la fábrica de Vasena, desde la de Bozalla, y un piquete del escuadrón descargaba sus carabinas dos cuadras más allá de la escuela, dirigiendo sus tiros a la Av. Alcorta, de Santo Domingo a Pepirí”.

Haciendo fuego con su revólver, junto a policías y cruumiros, fue visto también Emilio Vasena en persona. 

Desde esas posiciones se ametrallaron prolija y sistemáticamente todas las casas situadas en la cuadra de Alcorta al 3400 —enfrente de la escuela y de la planta de Bozalla—, concentrándose especialmente el fuego en el local de los metalúrgicos.

Los esquiroles disparaban a la par de los bomberos, a quienes ayudaban alcanzándoles munición y recargando los revólveres de los agentes, algunos de los cuales se hallarían en estado de ebriedad.

El terror se apoderó del barrio. En medio de la mayor confusión todos —huelguistas, vecinos, mujeres, pibes—, corrían hacia cualquier parte, desesperados por escapar de esa gigantesca vorágine de plomo y pólvora, que se abatía sin piedad sobre cualquiera que no atinara a buscar refugio. La angustia dentro de las viviendas obreras era atroz, porque las modestas casas de madera no ofrecían resistencia alguna a la penetración de las balas de Mauser, que atravesaban las paredes exteriores e internas.

“Pared de la casa calle Piperí (sic), donde fue muerto uno de sus habitantes y que quedó acribillada por las balas”. Obra del artista plástico argentino Gonzalo Elvira, perteneciente a su serie “Assaig S.T. 1909-1919”, basada en una fotografía publicada por Caras y Caretas en su edición del 18-1-1919. (óleo sobre tela, 60 x 73 cm, 2012).


Este sistemático ametrallamiento duró aproximadamente dos horas, durante las cuales fueron disparados cerca de dos mil proyectiles. Hacia las 17.30, cuando cesaron las últimas descargas, con el humo producido por la ignición de la pólvora flotando todavía en el aire, los aún aturdidos vecinos salieron a la vereda para encontrarse con un cuadro dantesco:

En el local de la sociedad de resistencia, ubicado casi frente al portón de la casa Bozalla, las paredes externas y las puertas estaban literalmente deshechas a balazos. Las paredes interiores se veían cubiertas de agujeros causados por las balas, y sus postigos y vidrios completamente destrozados. Las dos piezas de los altos del local recibieron tantas balas, que las puertas no quedaron con un solo vidrio sano. 

Todas las viviendas y negocios aledaños ofrecían un aspecto similar; en el caso de la peluquería de José del Cármine —Alcorta 3447— la intensidad del fuego fue tal, que las dos únicas bombitas eléctricas del establecimiento fueron alcanzadas por los tiros.

En la avenida Alcorta quedaron tirados los cuerpos ensangrentados de Miguel Britos, argentino, 42 años; de Toribio Barrios, muerto a sablazos en la cabeza por un agente desde el caballo, mientras huía procurando explicar que no era huelguista; y del argentino Santiago Gómez, impactado por un balazo en la cabeza, cuando intentaba cubrirse detrás de una puerta cancel. Eduardo Basualdo, gravemente herido, morirá en el Hospital Rawson al día siguiente.

Pero lo que provocó la mayor indignación popular fue la muerte del joven Juan Fiorini, de 18 años, alcanzado por un tiro de Mauser en el patio de su casa —calle Elía 1153— mientras tomaba mate con su madre; el proyectil atravesó las delgadas paredes de madera, como si fueran de papel.

A pesar de que ninguno de los cinco muertos pertenecía a la casa Vasena, los cadáveres de cuatro de ellos fueron llevados al local de los Metalúrgicos Unidos; mientras que el de Fiorini, será velado en el local del Partido Socialista de la 8a. sección, calle Loria 1341.

En la nutrida balacera recibieron heridas de diversa consideración entre 30 y 40 vecinos del barrio; los diarios publicaron la lista de las once personas ingresadas en la guardia de los hospitales, mientras que las demás fueron atendidas en sus propias casas.

Por su parte, el personal policial tuvo apenas cuatro heridos leves: uno de una puñalada, y el resto con lesiones que orillan la ridiculez: dos contusionados, uno en la frente y otro “en un dedo del pie izquierdo”, y el último “con un mordisco en el dedo meñique izquierdo”.

 A instantes de producida la masacre, la noticia corrió como reguero de pólvora por toda la ciudad de Buenos Aires, provocando una inmensa conmoción popular, que pronto se extenderá hasta los más apartados rincones del país; de inmediato, los Metalúrgicos Unidos declarararon la huelga general de todo el gremio.♠

Días rojos, verano negro: la Semana Trágica de Buenos Aires

Libro sobre la huelga general de enero de 1919, la más prolongada y sangrienta en la historia del movimiento obrero argentino, con prólogo de Osvaldo Bayer

autor: Horacio Ricardo Silva

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