El Cordobazo

 


El Cordobazo

La Argentina no fue ajena al “clima de época” de los entusiastas años sesentas. Aquí también los estudiantes comenzaron a ver en el capitalismo la fuente de los males, en el obrero un aliado, y en el socialismo un horizonte posible, casi al alcance de la mano. Las expectativas revolucionarias que se habían despertado en América Latina luego del triunfo de Fidel Castro y el Che Guevara en Cuba, dieron origen a una plétora de organizaciones políticas o político-militares izquierdistas. La clase trabajadora argentina, sin embargo, permanecía bajo el férreo control de los burocráticos sindicatos peronistas y sus corruptas cúpulas sindicales. Pero incluso en este terreno comenzaron a percibirse señales de cambio. El sindicalismo peronista disidente, junto a la izquierda y los independientes, darían lugar a la CGT de los Argentinos, liderada por Raimundo Ongaro y dentro de la cual se destacaba un joven dirigente de Luz y Fuerza de Córdoba: Agustín Tosco.
Córdoba era, por aquellos tiempos, un enclave anómalo en la geografía sindical del país. Un conjunto de circunstancias estructurales y coyunturales habían permitido que en la Provincia mediterránea se desarrollaran fuertes núcleos de un nuevo tipo de sindicalismo, comprometido con la democracia y el pluralismo (en contraposición al verticalismo burocrático del sindicalismo peronista tradicional), así como también con el socialismo, al menos como perspectiva social a largo plazo. No es casual que fuera Córdoba la cuna del sindicalismo de liberación, propulsado por Tosco; y del “clasismo”, impulsado por distintas organizaciones de izquierda, y que tendría en Sitrac y Sitram su más importante expresión.
Y sería ese sindicalismo disidente y díscolo, el que encendería la mecha que haría estallar a la más importante lucha popular en contra de la dictadura de Onganía. El 29 de mayo de 1969, un conjunto de organizaciones sindicales cordobesas –entre las que destacaban Luz y Fuerza, el SMATA, la UOM y la UTA– lanzan una huelga general con movilización, como protesta contra la dictadura militar que gobernaba el país. La policía reprime a los manifestantes, asesinando a un joven obrero: Mena. La reacción de los manifestantes dará lugar a dos jornadas de combates callejeros, en los que por varias horas trabajadores y estudiantes se hacen con el control de porciones enormes de la capital cordobesa. Onganía, el dictador, deberá movilizar al ejército para acallar la protesta. Y si bien lo lograría, el “Cordobazo” sería el comienzo del fin de la dictadura: lo poco que le quedaba de legitimidad se vería esfumado. Además, las acciones del “Cordobazo” contribuirían a la politización de la clase obrera, facilitarían el desarrollo del activismo sindical de izquierda, y debilitarían a la burocracia sindical tradicional.
(Por A.P Viento del Sur) Mayo 2009

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