Las maestras piqueteras

 

Las maestras piqueteras

Notas sobre la Asociación de Trabajadores de la Educación de Neuquén

 Por Ariel Petruccelli*

  

Cuando fuimos a la huelga / No vino ni la CTERA /

Y por eso nos hicimos / Las maestras piqueteras. 

(Cántico de los trabajadores neuquinos de la educación)

  

A nosotros nos han agarrado piquetes

en todos lados: La Matanza, Jujuy,

 Salta … ¡¿pero piquete de maestras?!!!

¡Esto no lo vimos en ningún lado! 

(Testimonio de un camionero, Rincón de los Sauces, 2006)

 

 

Tengo que denunciar a esas maestras y profesores que hacen política en las escuelas.

 

(Fragmento de un discurso de Jorge Sobisch, ex Gobernador de Neuquén)

  

(Escena: un joven que atraviesa a pie un piquete

de trabajadores de la fruta, entrevistado por un periodista)

 

Periodista: ¿Qué opina del corte de la ruta? ¿Le genera muchas molestias?

Transeúnte: Estoy de acuerdo: soy docente.

 


A modo de introducción

            El cuatro de abril de 2007, la nación argentina se vio conmovida por una trágica noticia: Carlos Fuentealba, un profesor neuquino, había sido asesinado por la policía mientras participaba de un reclamo colectivo. Una verdadera ola de indignación popular hizo que a lo largo y a lo ancho del país cientos de miles de personas ganaran las calles en repudio a la represión. Un escrito de Mex Urtizberea, titulado “No se le pega a un maestro” y publicado inicialmente en La Nación, proporcionó la principal clave para entender la masividad sin precedentes de las movilizaciones: “¡no se le pega a un maestro!”, decía Urtizberea, “los maestros son sagrados”. No se le pega a un maestro, claro … “¿pero al resto sí?”, se preguntaron medio sorprendidos y medio indignados, no digamos que todos los trabajadores de la educación de Neuquén, pero sí la gran mayoría de ese millar que en la madrugada del cuatro de abril se dirigió hacia Arroyito para intentar montar un piquete. La contracara de la opinión “políticamente correcta” de Urtizberea la proporcionó la siempre incorrecta y satírica revista Barcelona, que puso en los labios del Gobernador de Neuquén Jorge Sobisch la siguiente frase: “me equivoqué, pensé que era un piquetero”. Lo extraño, lo equívoco de la situación, residía en que, precisamente en el momento de mayor aislamiento social del movimiento piquetero, en la provincia patagónica eran las maestras –ese “símbolo sagrado”, esas “sacerdotisas laicas de la civilización” tan caras al imaginario sarmientino– las que se habían vuelto piqueteras.[1]

            ¿Quiénes son esas “maestras que cortan rutas”? ¿Qué organización las aglutina? ¿Qué piensan? ¿Qué sienten? ¿Cómo se ubican en el escenario político, social y sindical? En las páginas que siguen intentaré bosquejar una tentativa de respuesta a estos interrogantes.

 

Los trabajadores de la educación del Neuquén y la “contracultura de la protesta”

            Alejada de los grandes centros urbanos, escasamente habitada, intrascendente en términos electorales, la Provincia de Neuquén no suele ocupar un espacio significativo en los medios masivos de comunicación. Pero es notorio que las pocas veces en que esta “regla” es violada, habitualmente lo sea por la trascendencia de las luchas sociales que la sacuden. En las dos últimas décadas Neuquén ha llamado la atención de los militantes de izquierda y de los activistas sociales y sindicales. Sin exagerar, se puede decir que el suelo neuquino es un bastión (en términos relativos el principal bastión), del izquierdismo político, el sindicalismo combativo y la protesta social. No es difícil documentar la excepcional combatividad social desplegada en Neuquén. A principio de los ochenta la enorme pujanza de su militancia la convirtió en “capital de los derechos humanos”. En la bisagra entre los ochentas y los noventas, la Unión de Obreros de la Construcción (UOCRA) de Neuquén fue uno de los principales baluartes sindicales de la izquierda. Los estudiantes secundarios disponen desde hace años de Centros de Estudiantes en un porcentaje sumamente elevado de las escuelas, y la toma de establecimientos escolares (casi siempre por problemas edilicios) se ha convertido en una práctica habitual: hay registros de varias decenas ocupados simultáneamente. La Federación Universitaria del Comahue se ha caracterizado por sus conducciones de izquierdas (incluso en tiempos en los que la Franja Morada[2] gozaba de hegemonía a nivel nacional) y por la radicalidad de sus acciones, entre las que destacan las Tomas de 1995, 2004 y 2005, y el Boicot a la Asamblea Universitaria de 1996. El movimiento piquetero halló en la ciudad neuquina de Cutral Có su nombre, su simbología y, fundamentalmente, su método de lucha: el corte de rutas. Menos conocido es que en Neuquén se desarrolló una de las primeras organizaciones de desocupados de la Argentina en los tiempos modernos: la Coordinadora de Trabajadores Desocupados, creada en 1995, uno o dos años antes que las primeras organizaciones piqueteras registradas. La geografía de las empresas recuperadas tiene en Neuquén uno de sus mayores hitos –Zanón–, y sin duda el de mayor impacto internacional. Los trabajadores estatales agrupados en ATE tienen también una larga saga de luchas y conflictos. Y las militantes feministas y lesbianas de Neuquén han logrado una gran visibilidad, tanto dentro como fuera de la Provincia. A todo esto se podría agregar un porcentaje de voto izquierdista tradicionalmente por encima de la media nacional, los reclamos y las movilizaciones mapuces, las tomas de tierras (visualizadas desde el Estado como “endémicas”), etc.[3]

            En este contexto de lucha social, los docentes y su organización sindical, ATEN, han ocupado y continúan ocupando un lugar central. Y no se puede entender la historia de ATEN fuera de este contexto, que en otro trabajo he caracterizado como el desarrollo de un auténtica “contracultura de la protesta”.[4] Con ello quiero significar que en Neuquén se ha desarrollado un socialmente minoritario pero numeroso segmento social, cuyos miembros, así como las organizaciones que han creado, comparten una serie fundamental de valores y de prácticas, al tiempo que mantienen entre sí una intensa simbiosis y una profunda interacción; más intensa y profunda en términos relativos de lo que es posible observar en otros sitios. Los vínculos entre cristianos y marxistas, peronistas y marxistas, autonomistas y trotskistas, dirigentes sindicales y partidos de izquierda, docentes y estatales, ceramistas y docentes, militantes estudiantiles y organizaciones sindicales, etc., son en Neuquén especialmente estrechos, y las acciones comunes más habituales que en otros lugares. Ciertos círculos o ámbitos sociales (Central de Trabajadores de la Argentina, izquierda partidaria, militancia estudiantil, escritores, artistas plásticos, teatreros, etc.) que en otros sitios del país suelen constituir especies de “circuitos cerrados”, sin mayores vínculos o relaciones entre sí, aquí se mezclan, confunden e interactúan en forma permanente, conformando un único aunque variopinto torrente. Una verdadera contracultura que aglutina diversas tradiciones políticas y actividades sociales. A muy grandes rasgos de puede decir que los miembros de la contracultura “comparten una serie de valores y de prácticas: cierto anhelo de igualdad, un genérico «anti-imperialismo», la protesta y el reclamo vistos como un valor positivo, una mirada crítica sobre el mundo y la sociedad en que viven, la organización y la movilización populares convertidas casi en una forma de vida, la importancia concedida a los derechos humanos, la oposición al MPN, cierta conciencia de clase, etc.”.[5]

Varios son los factores que han confluido en la conformación y desarrollo de esta auténtica contracultura. Los más importantes son los siguientes:

 

1)    La presencia de exiliados chilenos, buena parte con antecedentes militantes, a partir del golpe de Estado de 1973.

2)    Los “exiliados internos” que hallaron refugio en la provincia patagónica durante la Dictadura.

3)    El carácter “progresista” de la Diócesis neuquina y de su Obispo –De Nevares–, verdadera excepción dentro de la Argentina; y muy importante por la ayuda que brindó a los exiliados de dentro y de fuera del país.

4)    La hegemonía política del Movimiento Popular Neuquino (MPN), en el poder desde hace más de cuarenta años, fenómeno que ha abroquelado a la contracultura en la oposición (a diferencia de otros lugares, en los que la alternancia política ha facilitado fracturas entre sectores políticos-sociales equiparables a los de Neuquén, divididos en relación al apoyo o la oposición a los distintos gobiernos).

5)    La concentración de más de la mitad de la población de la provincia en la Confluencia (Neuquén, Centenario, Plottier y Senillosa), lo que ha hecho que la Capital sea una gran ciudad para los estándares patagónicos, lo suficientemente “grande” como para que la fuerza de los medios sociales conservadores tradicionales casi no se sienta y se facilite el desarrollo de prácticas culturales alternativas, pero lo suficientemente “chica” como para que “todos se conozcan”, al menos dentro de un mismo ámbito.

     

            Al interior de esta contracultura los trabajadores de la educación ocupan un lugar sumamente destacado. Pero es imprescindible señalar que esta importancia reside tanto en las acciones materiales y la presencia simbólica de la Asociación de los Trabajadores de la Educación de Neuquén (ATEN), como en la participación autónoma de los docentes en muchas y variopintas organizaciones integrantes de la contracultura. Así por ejemplo, son docentes el grueso de los miembros de la Asociación de Músicos Independientes (AMI), casi todos los artistas plásticos y los actores que acompañan las movilizaciones políticas y sindicales, buena parte de los activistas de los organismos de Derechos Humanos, la mayor parte de las militantes de las organizaciones feministas (entre las que sobresale La Revuelta) y de militantes lesbianas (como Fugitivas del Desierto y Trolas del Desierto), así como los principales redactores de dos publicaciones alternativas de espíritu revolucionario (La Poronguita y El Cascotazo), o el autor de textos escolares alternativos. También, por supuesto, son docentes un porcentaje elevado de los miembros de los partidos políticos de izquierda; y es usual que una maestra sea candidata electoral de los mismos.[6]

            Ahora bien, ninguna de estas organizaciones es una dependencia de ATEN ni posee vínculos orgánicos con el sindicato de los trabajadores de la educación (aunque sí relaciones de solidaridad más o menos fraternales). Pero militantes de derechos humanos, feministas, lesbianas, redactores antisistémicos, militantes izquierdistas, músicos, actores y plásticos “comprometidos”, comparten entre sí su afiliación a ATEN y la participación asidua en las movilizaciones, asambleas, piquetes y demás actividades organizadas por el sindicato. Esto establece una diferencia notoria entre los trabajadores de la educación y otros colectivos laborales. El sindicato de los judiciales (SEJUN), por ejemplo, se destaca por impulsar actividades culturales; y la reciente creación de la fuerza política Unión de los Neuquinos (UNE), ha tenido en ATE y la dirigencia de la CTA su principal base de sustentación. La diferencia con los docentes reside en que en el caso de SEJUN y de ATE es la organización sindical, o más bien su dirigencia, la que orgánica y planificadamente emprende actividades “extrasindicales”, siendo nulas o escasas las emprendidas autónomamente por los propios trabajadores. Por el contrario, los trabajadores de la educación se caracterizan por la asiduidad con la que organizan actividades “extrasindicales” de manera autónoma, sin por ello dejar de participar de la vida interna de la organización sindical, y sin que ello menoscabe que el mismo sindicato también emprenda algunas acciones de este tipo o brinde su apoyo a las ya iniciadas.

            Estas características hacen que la vida interna de ATEN posea ciertos rasgos peculiares, entre los que destacan la abundancia de listas internas, las diversas agrupaciones que han tenido y tienen responsabilidades de conducción, y el hecho de que todos los partidos de izquierda posean una agrupación docente. Esto es tanto o más notorio cuanto que la mayoría posee muy pocos activistas en los otros sindicatos combativos, y casi ninguna presencia fuera de los sectores sociales y sindicales que integran la contracultura. Desde este punto de vista (pero no desde otros) ATEN se parece más a un centro de estudiantes -en el que conviven diferentes fuerzas políticas y todas las tendencias radicalizadas encuentran espacio- que a un sindicato. El contraste con ATE (hegemonizado desde siempre por la lista Verde, y con una muy exigua presencia de listas opositoras) es notorio.

 

            ATEN por dentro

            Desde el punto de vista de su estructura organizativa ATEN es un sindicato único que pretende aglutinar a todos los trabajadores de la educación, incluyendo diferentes niveles y modalidades (inicial, primario, secundario y terciario; técnicas, artísticas, comerciales, etc.), diversas actividades (docentes, auxiliares de servicio, administrativos) y tanto a trabajadores activos como jubilados, así como a empleados del Estado (la abrumadora mayoría de los educadores de Neuquén) y de entidades públicas de gestión privadas.[7]

            Sus órganos de conducción son la Comisión Directiva Provincial, las Comisiones Directivas de las Seccionales, y el Plenario de Secretarios Generales. Las decisiones más importantes, empero, como el lanzamiento o la suspensión de planes de lucha, deben ser aprobadas por las asambleas de base. Ningún convenio salarial o laboral, por supuesto, puede ser firmado definitivamente sin su consentimiento. Los resultados de estas asambleas confluyen en el Plenario de Secretarios Generales, que resuelve tomando en cuenta los resultados de las asambleas por medio de dos modalidades (lo cual suele ser motivo de agrias disputas): directa (proporcional a la cantidad de afiliados de cada seccional) e indirecta (un voto por seccional). En los hechos, la estructura demográfica y política de la provincia da a la seccional capital un lugar clave. Ella concentra al 40 % de los afiliados, es cuatro veces más grande que la seccional que le sigue en importancia, y se encuentra en el corazón político del Estado neuquino. En consecuencia, las resoluciones de “capital” generalmente (aunque no siempre) marcan la línea, al menos de los conflictos. Las asambleas son fundamentales sobre todo en las huelgas, y el fenómeno de las asambleas capitalinas de ente 1.200 y 1.600 personas es digno de verse. Las del “interior” son, desde luego, mucho menos numerosas, pero algunas seccionales pueden conseguir porcentajes de asistentes muy elevados.[8]

            En cierto modo, podría decirse que ATEN es un sindicato de izquierdas. En un sentido amplio del concepto de izquierda, por supuesto, pero también muy significativo. Decir que es un sindicato de izquierdas no significa que sus dirigentes pertenezcan a la izquierda partidaria. Significa, eso sí, que sus conducciones se ubican desde hace tres lustros en la izquierda del espectro político y sindical y, sobre todo y fundamentalmente, que son los miembros de la “izquierdista” contracultura los que ejercen la hegemonía en la vida sindical, los que orientan la vida del sindicato. Esto es muy importante por varias razones. A diferencia de otras organizaciones, en las que ocasionalmente la izquierda puede alcanzar la conducción pero el grueso de la base mantiene posiciones más conservadoras, en ATEN un alto porcentaje de los afiliados y la mayor parte de los numerosos/as activistas y militantes posee una inclinación de izquierdas. Esto hace que el sindicato tenga un perfil “rojo” aun cuando las agrupaciones explícita o partidariamente izquierdistas no ejerzan la conducción. La comparación con el sindicato docente rionegrino, UNTER, es ilustrativa. Durante varios años la UNTER fue dirigida por un frente explícitamente de izquierdas (Convergencia), que colocó a Aurelio Vázquez (militante del MAS) en el cargo de Secretario General. Sin embargo, Convergencia nunca contó con más de un tercio de los votos y un porcentaje semejante de los delegados a su Congreso. Se alzó con las victorias electorales por la fragmentación del resto del espectro sindical, que se ubicaba en pleno a su “derecha”. Es decir, la UNTER tuvo una conducción de izquierdas, sin ser un sindicato izquierdista ni por sus tradiciones, ni por el grueso de sus activistas, ni por los resultados y orientación de su Congreso. Obviamente, Aurelio Vázquez y Convergencia tuvieron grandes dificultades para llevar adelante su política. ATEN, en cambio, y sea quien sea que ejerza circunstancialmente la conducción, puede ser definido como un sindicato izquierdista tanto por sus tradiciones, como por su activismo y sus orientaciones político-sindicales.

            Tradiciones: ATEN fue fundado en 1982 por una confluencia de militantes marxistas y del catolicismo progresista, en un contexto en el que Neuquén se ubicaba como la “capital de los derechos humanos”, en buena medida por la acción del Obispo de Nevares y por la presencia de una importante cantidad de exiliados (internos y externos). Desde el comienzo reivindicó un perfil pluralista, democrático, combativo y anti-burocrático. La fundante separación entre sindicato y mutual instituyó desde el inicio una concepción de la organización sindical como herramienta de lucha.[9] En el plano sindical, la agrupación Celeste, que conduce la CTERA desde finales de los ochenta y que aún dirige la mayoría de los sindicatos de base, fue desalojada de la conducción provincial (y de la poderosa seccional capital) en una fecha tan temprana como 1994. El ethos izquierdista de ATEN salta a la vista con la generalizada desconfianza y el extendido repudio a las principales acciones de protesta características de la conducción de CTERA (huelgas de hambre, Carpa Blanca), y la sistematicidad y generalización de las acciones que responden a un perfil de “sindicalismo combativo”, como las huelgas prolongadas, y los piquetes y cortes de ruta. En un sentido semejante se inscriben los históricos rechazos a las paritarias (porque el gobierno es juez y parte, y porque prohíben las medidas de fuerza) y a la conciliación obligatoria. Todo esto conforma una suerte de “sentido común radical”, distintivo de la organización y de gran influencia en su vida interna.[10]

            Activismo: La inmensa mayoría de los activistas, militantes y delegados de ATEN son opositores a los gobiernos provincial y nacional (cosa que no ha cambiado desde la llegada de los Kirchner al poder), como así también a la conducción de CTERA. Curiosamente, de hecho, en la actualidad la agrupación Celeste prácticamente ha desaparecido, y buena parte de los “cuadros” y “militantes” celestes que continúan actuando (aunque ahora más bien como activistas “sueltos”, más que como miembros orgánicos de una agrupación), tienen en Neuquén posiciones mucho más a la izquierda de lo que es usual en los representantes celestes del resto del país. La presencia de militantes de partidos de izquierda es especialmente fuerte, y algunos ocupan cargos de responsabilidad en algunas seccionales, aunque en líneas generales la izquierda partidaria no posee una fuerte inserción en los círculos dirigentes.

            Orientaciones político-sindicales: Hay toda una batería de posicionamientos políticos de ATEN que lo ubican a la izquierda del espectro político. Dentro de Neuquén se ha colocado con claridad como una fuerza opositora a los gobiernos (todos del MPN, si excluimos los últimos meses de la dictadura militar) desde su fundación. Su compromiso con la defensa de los derechos humanos ha sido igualmente fundacional y consecuente. La organización no ha mantenido, como tal, relaciones con los partidos políticos “burgueses” de la oposición (como el PJ y la UCR), y casi ningún dirigente ha actuado abiertamente como miembro o simpatizante de estas organizaciones (el grueso de los peronistas de ATEN, de hecho, se han mantenido habitualmente bastante alejados del PJ: su peronismo es identitario o cultural, antes que partidario). La presencia de los partidos de izquierda es, en los hechos, más importante, tanto de manera directa (agrupaciones encuadradas en partidos como el MAS, el PO o el PTS) como indirecta (influencia ideológica). En el plano educativo, desde 1994 todas las conducciones de ATEN y las principales agrupaciones internas se han posicionado como opositoras a la CTERA, a la que, entre otras cosas, han criticado por no elaborar un plan de lucha nacional por aumento de salario, y por aislar y no apoyar a las luchas provinciales. Finalmente, ATEN se pronunció por la derogación de la Ley Federal de Educación (cuando la CTERA había renunciado a enfrentarla, orientándose al pedido de una Ley de Financiamiento Educativo).

El perfil político de las agrupaciones internas es indicativo del radicalismo de la organización. La agrupación Celeste, como se dijo, prácticamente carece de existencia: hoy solamente dirige las pequeñas seccionales de El Chañar y Loncopué, y su presencia en la capital es mínima. La conducción provincial se halla actualmente en manos de la Azul y Blanca[11], una agrupación sin grandes contactos fuera de la provincia de Neuquén y conformada por una heteróclita masa de militantes muy asentados en lo sindical, sólidamente implantados en el “interior” (dirigen las seccionales de Zapala, Aluminé, Junín de los Andes, Chos Malal, Piedra del Águila, Villa la Angostura, El Huecú y Rincón de los Sauces) y que en términos políticos carecen de vinculaciones con los partidos tradicionales.[12] En la actualidad tiene cierta moderada cercanía con el UNE, pero ningún dirigente o referente importante de ATEN ha sido candidato de esta fuerza política (a diferencia de lo que sucede con ATE). La poderosa seccional capital está en manos de la Naranja, un conglomerado integrado mayoritariamente por militantes que provienen de anteriores frentes de izquierda. Su perfil sería el de una izquierda independiente; aunque forma parte de la naranja el MST. Al margen de estas dos agrupaciones dirigentes y mayoritarias, existen otros grupos, todos de izquierda, con presencia sobre todo en la capital. La Rosa es una formación de izquierda independiente, de raíces trotskistas. Sus posicionamientos programáticos difieren poco de los de la Naranja, aunque para los miembros de esta agrupación, la Rosa (que en años anteriores dirigió la seccional y hoy en día lo hace con la de San Martín de los Andes) se caracteriza por prácticas burocráticas y persecutorias, que harían imposible la unidad a pesar de las semejanzas programáticas. La Rosa, por su parte, suele acusar a la Naranja de moderada. Aunque en los últimos tiempos con una vida más bien virtual, la Ámbar es también una agrupación de corte marxista, aunque no vinculada a ningún aparato partidario. Todos los partidos de izquierda poseen en ATEN presencia militante. La lista más antigua y consolidada es la Marrón (Tribuna Docente), ligada al Partido Obrero: actualmente dirige la seccional Plottier.[13] El Partido de los Trabajadores Socialistas se encuadra en la Negra; el Partido Obrero Revolucionario dispone de la Púrpura, que dirige la pequeña seccional de Picún Leufú; Izquierda Socialista de la Fucsia; Convergencia Socialista de la Colorada; y el Partido Comunista Revolucionario de la Verde. Es usual que algunas de estas agrupaciones se presenten a las elecciones integrando frentes. En el interior de la Provincia existe también una compleja vida interna, con muchas agrupaciones de carácter local (como sucede en Añelo y Senillosa), y con distintos grados de acercamiento a la conducción del sindicato o a las listas de mayor presencia a lo largo y a lo ancho de la provincia.

 

Dentro del Estado, pero en contra…

            Para entender el peculiar y persistente radicalismo político-sindical que caracteriza a ATEN es imprescindible tomar en consideración la influencia genérica de la cultura de la protesta. Pero esto por si solo no es suficiente. Es necesario agregar algunas características del sistema político y del Estado neuquino, así como de su estructura económica. Ya se hizo mención a la hegemonía política del MPN. Ahora es necesario añadir que la misma descansa en una economía de enclave petrolero, caracterizada por la existencia de una exigua burguesía local (las empresas petroleras no son locales) independiente del poder estatal; y por un Estado que es de hecho el principal agente económico: por sí solo ocupa a un tercio de la población económicamente activa. Así, se ha conformado una estrecha simbiosis entre el MPN y el Estado; hasta el punto de que algunos investigadores llegan a habla de un Partido-Estado.[14] Ahora bien, el Movimiento Popular Neuquino se caracterizó siempre por la práctica en gran escala del clientelismo político, y durante muchos años en un contexto de gran riqueza. El sistema educativo, sin embargo, por su método de ingreso laboral (las asambleas de cargo, basadas en el puntaje asignado por una junta de clasificación a todos los postulantes), constituye, junto al sistema de salud, el único enclave estatal en el que las prácticas clientelares no tienen cabida (al menos en gran escala). No es casual que hayan sido estos sectores los más combativos de los últimos veinte años. A esto hay que agregar que, más allá de la construcción de edificios escolares, las distintas administraciones emepenistas nunca dieron ninguna importancia a la educación en términos sustantivos, y que la han visto más bien desde prismas conservadores. Ni las preocupaciones político-pedagógicas de las autoridades rionegrinas –lo que las llevó a implementar el progresista Ciclo Básico Unificado -CBU-, que influyó en el desarrollo y las preocupaciones profesionales de los educadores- ni sus persistentes aunque no siempre consistentes intentos por cooptar a los docentes y/o negociar amablemente con ellos, tuvieron nunca un correlato semejante en Neuquén.[15] La política educativa del Estado neuquino ha tenido históricamente tres características: a) construcción de edificios (abundantes pero no siempre suficientes), b) limitar todo lo posible el gasto en salarios docentes, c) indiferencia por lo pedagógico. El reverso de esto fue un sindicato igualmente poco ocupado y preocupado por las cuestiones pedagógicas, e inclinado hacia tácticas cada vez más confrontativas. La escasa voluntad de negociación con los educadores demostrada por las distintas gestiones del MPN favoreció la radicalización sindical, dejando poco espacio para corrientes de tendencias más conciliadoras e inclinadas al acercamiento con la autoridades estatales. El eclipse de la agrupación Celeste indudablemente está vinculado a este fenómeno. Por otro parte, la radicalización sindical hacia la que empujaba la terquedad gubernamental se veía favorecida por la existencia de la cultura de la protesta. En estas condiciones, los trabajadores de la educación se volvieron el sector social más hostil para el MPN, que entre los docentes no puede ejercer masivamente el clientelismo político que practica con casi todos los restantes sectores sociales, y que le asegura la permanencia en el poder. Es imposible evaluar qué grado de “éxito” hubiera alcanzado el gobierno neuquino de impulsar políticas más negociadoras para con los docentes, pero se puede decir que, de haberlas tenido, es difícil que se hubiera consolidado ATEN como una organización tan homogéneamente combativa. Porque aquí reside otro de los fenómenos curiosos de este curioso sindicato: posee una enorme cantidad de listas y corrientes internas, pero prácticamente todas son de perfil combativo.[16] No es exagerado decir que las corrientes “moderadas” dentro de ATEN, pasarían por “super-radicalizadas” en otros sindicatos, incluidos algunos sindicatos docentes.[17]

 

La compleja interacción

              Que ATEN es un sindicato de izquierdas no significa en modo alguno que la inmensa mayoría de los docentes adhieran conscientemente a esta franja político-ideológica. Por supuesto, no es así. El primer dato a tener en cuenta es que entre el 50 y el 60 % de los aproximadamente 17.000 trabajadores de la educación se hallan sindicalizados; un alto porcentaje, es verdad, pero que implica que cerca de la mitad de los educadores está afuera de la organización. Como es obvio, existe una correlación positiva entre izquierdismo político y afiliación sindical. Los sectores más individualistas, conservadores y cercanos política, social o ideológicamente al MPN son por lo general no-afiliados. Esta masa de trabajadores, sin embargo, no ha logrado constituir ningún tipo de organización alternativa, y el hecho decisivo es que, aún entre los no-afiliados, ATEN ejerce hegemonía.[18] Sólo así se explica que siempre la lista gremial se haya impuesto a la “lista independiente” en las elecciones (obligatorias) para Consejeros Escolares y Juntas de Clasificación; y que algunas huelgas (no todas) hayan tenido índices de acatamiento superiores al 80 %, y a veces del 100 %.

            Dentro de los afiliados, aproximadamente la mitad concurre regularmente a emitir su voto durante las elecciones sindicales bianuales (que no son obligatorias); y un porcentaje imposible de establecer, pero significativamente alto, debe ser incluido entre los activistas y militantes. En este segmento, entre los miembros “atenienses” de lo que denominé “contracultura”, reside la fuerza de ATEN. Se trata de varios cientos de “militantes”. Desde luego, el término militante es ambiguo. Que estas personas sean militantes no implica necesariamente pertenencia partidaria, y ni tan siquiera que sean miembros formales de alguna agrupación sindical. Ciertamente, son numerosos los militantes de partidos o agrupaciones sindicales dentro de ATEN. Pero son muchísimo más numerosos los militantes “independientes”; trabajadores de la educación que asisten a las asambleas, participan de las huelgas, manifestaciones o piquetes organizados por el sindicato, mantienen regularmente intereses políticos y exponen o defienden públicamente sus ideas, organizan o participan de otras actividades político-culturales, activan en diversos grupos, etc. A diferencia de la militancia sesentista y setentista, abrumadoramente encuadrada en estructuras partidarias (o político-militares), esta militancia es, en comparación, mucho menos “orgánica”. Pero esta quizá sea una manera prejuiciosa de enfocar el fenómeno. Después de todo, estos militantes son completamente orgánicos de ATEN: practican y defienden la “disciplina sindical”, que implica que todos los miembros se comprometen a llevar adelante las actividades aprobadas por la mayoría, aún cuando no estén personalmente de acuerdo.

            El grueso de esta militancia independiente es política e ideológicamente de izquierdas, y en buena medida anti-capitalista. Una parte carece de experiencias políticas formales previas; otra registra en el pasado algún tipo de pertenencia partidaria (son particularmente numerosos los ex-militantes del MAS[19]). Su relación con los partidos de izquierda, sin embargo, es compleja y crecientemente tirante, por momentos incluso hostil. Sucede que buena parte de esta militancia encarna un modelo de construcción política divergente. Mientras que el grueso de los activistas de la nueva izquierda independiente tienen una “orientación de masas”, se preocupan por la construcción de organizaciones sociales amplias y fuertes, y piensan en términos de bastos colectivos sociales; las organizaciones partidarias se orientan hacia la “vanguardia”, les preocupa la construcción del partido muchísimo más que la de organizaciones de masas (a las que conciben en términos instrumentales), y piensan en términos de elites o minorías políticas.[20]

            La cultura militante característica de ATEN debe ser destacada. Es un fenómeno tanto más llamativo cuanto que las agrupaciones dirigentes (como la Azul y Blanca y la Naranja), no disponen de un número muy elevado de militantes “orgánicos”. De hecho su número no tiene nada de impresionante, ni parece ser mayor que el registrado en otros distritos. Pero por debajo de esta escueta militancia “orgánica”, existe un vasto mundo de militantes “sueltos”, con una gran capacidad de influencia y control sobre la dirigencia. Esto no significa que sea este activismo, anónimamente, el que dirige el sindicato. Desde luego, no es así. En la vida cotidiana de la organización los dirigentes dirigen y las agrupaciones se hacen sentir; sólo que unos y otras se ven contrapesados por una militancia, un activismo independiente, que sale a la luz con tanta o más fuerza en los momentos de conflicto. En fin, estamos ante una compleja relación entre institucionalidad y autonomía, organización y espontaneidad.

            Las características hasta aquí reseñadas hacen de ATEN un fenómeno social bastante inusual en la Argentina contemporánea. Por un lado, su democracia interna y su pluralismo son sensiblemente más fuertes de lo que es habitual en el sindicalismo vernáculo. Por otra parte, su radicalismo presenta particularidades más que interesantes. Entre finales de los noventas y los dos o tres primeros años del nuevo siglo, en un contexto de reflujo de la clase trabajadora ocupada y del movimiento sindical, fueron dos los tipos de organizaciones que marcaron la tónica de la lucha social radical: las organizaciones piqueteras, primero; y las asambleas populares surgidas al calor del 19 y 20 de diciembre de 2001. Ahora bien, tanto los piqueteros como las asambleas son organismos que nuclean a pequeños sectores de la población, de carácter fuertemente militante. ATEN posee, claramente, este carácter; pero con el agregado decisivo de que el sindicato dirige a uno de los segmentos laborales más numerosos de Neuquén. Se trata, pues, ya no de la radicalización de un grupo más o menos numeroso de militantes, sino de la hegemonía que un amplio segmento militante ejerce sobre un movimiento de masas. Este es un aspecto clave no siempre tenido en cuenta por la izquierda partidaria, que acostumbra concentrar sus miradas en el activismo “ateniense”, sin considerar al conjunto de la base (afiliada o no al sindicato) de cuyo concurso depende la eficacia de las políticas propiciadas por el sindicato. Desde este punto de vista, la radicalización de ATEN destaca por su extensión temporal y su carácter masivo; sin que ello haya menoscabado sensiblemente su intensidad en términos de posiciones políticas y metodologías de lucha.[21]

 

El camino del piquete

              La historia de ATEN puede ser dividida en varios períodos. De 1982 a 1986 tenemos el período fundacional, que abarca la creación del sindicato, su primera expansión, y la elección de su primera comisión directiva “unificada”, integrada por fuertes personalidades que, tiempo después, serían las principales referentes de las nacientes corrientes internas de la organización.[22] Entre 1986 y 1994 se registra el siclo de hegemonía “celeste”, que incluye la participación en la “marcha blanca” de 1988 y, hacia el final, dos sendos conflictos salariales (1991-92) que hicieron tambalear a la conducción y crecer a la oposición de izquierda. En 1994, con la derrota de la lista Celeste tanto en las elecciones provinciales (a manos de un desprendimiento de ella, la Azul) como en la decisiva seccional Neuquén (a manos del frente de izquierda Violeta-Rosa) se inicia lo que podemos denominar un período de radicalización. Significativamente, Marta Maffei, principal dirigente celeste de ATEN, alcanzaría ese año la Secretaria General de la CTERA, cargo en el que permanecería por varios años. Pero la organización de base que la catapultó se convertiría en uno de los principales bastiones de la oposición, y se enfrentaría con su antigua dirigente en los terrenos estratégico, táctico y metodológico. Estratégicamente, ATEN propugnó la derogación de la LFE, cuando la CTERA la criticaban sin confrontarla. Tácticamente, ATEN no acompañó la política de acercamiento al FREPASO. Y metodológicamente el sindicato neuquino contrapuso la combinación de huelga con piquete, a la “Carpa Blanca”.

            No se puede decir que el proceso de radicalización haya llegado a su fin; aunque sí es posible detectar diferentes etapas y dos picos de movilización: 1997 y 2007.

            En 1997 ATEN llevó adelante una de las huelgas más masivas de su historia, y posiblemente la que contó con mayor respaldo de la comunidad. Ello se debió a la unificación de demandas salariales y laborales, con la oposición a la Ley Federal de Educación y lo que se entendía que la misma implicaba: la reconversión neoliberal de la  educación pública y su degradación. Por otra parte, se constituyó en el primer sindicato (y todavía hoy uno de los pocos) en emplear el corte de ruta, los piquetes, como método de presión material.[23] Esa huelga, sin embargo, tendría un desenlace poco feliz: la muerte de Teresa Rodríguez durante la represión a los piquetes de Cutral Có, y el acuerdo firmado entre el gobierno y el sindicato cuando ardía la comuna petrolera, dividió a los trabajadores de la educación, desmoralizó a buena parte del activismo, y favoreció las rencillas entre las agrupaciones sindicales. Todo esto opacó una conquista notable: impedir la implementación de la LFE en Neuquén.

            Desde un punto de vista formal, luego de 1997 no se frenó ni revertió el curso hacia la radicalización. De hecho, Liliana Obregón (por entonces máxima representante de la izquierda dentro de ATEN) llegaría a la secretaría general de la organización, al imponerse el Frente Granate en las elecciones internas de 1998. Sin embargo, el sindicato había entrado en un proceso de desmovilización. Aunque ATEN no abandonó la exigencia de derogación de la LFE (marcando con ello una gran diferencia con la conducción de CTERA) y tuvo considerable éxito en impedir la implementación de la ley en la Provincia, por varios años carecería de capacidad para desatar huelgas y acciones de fuerza en gran escala. Las huelgas de 1999 y el plan de lucha de 2001, ambos en acción conjunta con ATE, pusieron en evidencia que ATEN se hallaba muy lejos de la capacidad de movilización demostrada en 1997, pero también, en menor medida, en 1991, 1992 y 1996. En tal contexto, las disputas internas recrudecieron, las asambleas se fueron haciendo cada vez más pequeñas, el cuerpo de delegados prácticamente dejó de funcionar, y el grueso de los activistas y militantes pareció replegarse. El punto más bajo de este proceso -aunque también marca quizás un punto de inflexión- fue la huelga de 2003. Lanzada con escaso consenso interno y llevada adelante en medio de fuertes disputas entre la conducción provincial y la de la seccional Capital, esta huelga (que duraría 34 días) contó con un acatamiento dispar, aunque globalmente no muy alto. A diferencia de la de 1997, las demandas serían sustancialmente salariales y laborales, lo que restó simpatías populares. Pese a ello, este conflicto tiene ciertas características que son significativas para comprender las particularidades de la organización de los docentes neuquinos. En primer lugar, oportunas o no, sus medidas de fuerza se ubicaron entre las primeras reacciones por la recuperación salarial luego de la dura devaluación de 2002; en este sentido fue un conflicto precursor. En segundo lugar demostró que si ATEN coyunturalmente no conseguía un apoyo masivo a sus llamados a la huelga, si poseía, en cambio, un numeroso activismo capaz de renovarse con nuevas camadas y de mantener intacta su impresionante aptitud para la acción. En tercer lugar, al llevarse a cabo en los días previos a las elecciones de Gobernador, ratificó la identidad de la organización de los trabajadores de la educación como una consecuente fuerza opositora al MPN. Y en cuarto lugar, por las características del conflicto, los métodos de lucha fundamentales fueron el piquete y los cortes de ruta, continuando el proceso de radicalización por un lado, y poniendo en debate la necesidad de conciliarlos con el conjunto de la base del gremio por el otro.   

La derrota de 2003 -luego de 34 días de huelga y 11 días de corte de puente el sindicato debió retornar al trabajo sin haber conseguido ninguna de sus demandas (ni siquiera el no descuento de los días caídos)- colocó a ATEN en uno de sus peores momentos históricos, si no el peor. Las disputas internas habían degenerado por entonces en un “círculo vicioso” que desalentaba a la militancia, alejaba del sindicato a nuevas camadas de luchadores, y entorpecía el accionar de la organización. Estancada en cantidad de afiliados, acumulando derrotas o pírricas victorias, ATEN corría el riesgo de convertirse en una organización radicalizada, sí, pero sin capacidad para ejercer la hegemonía sobre el magisterio. En fin, un sindicato de militantes sin capacidad para aglutinar y movilizar al grueso de la “base”. Por entonces se discutió mucho -intramuros- respecto de las acciones de “vanguardia” y las acciones de “masas”; entre la vía del piquete o la primacía de la huelga. La situación era delicada, porque el numeroso y combativo activismo garantizaba la realización de acciones “duras”; pero se corría el riesgo de que las mismas no gozaran del apoyo masivo de los trabajadores de la educación, o que no concitaran la simpatía de la “comunidad”. Si en 1997 se había aunado masividad con piquetes, lucha sindical con apoyo social; en 2003 los piquetes fueron una especie de huida hacia delante, en un conflicto que no conseguía elevados porcentajes de adhesión a la huelga ni simpatías comunitarias.

            Dos años y medio después de aquella amarga derrota, en 2006, ATEN volvió a lanzar un fuerte plan de lucha. Menos dividido internamente que en 2003, con sus dos principales dirigentes -Marcelo Guagliardo a nivel provincial, y Daniel Huth en la capital- dando constantes muestras de unidad, el sindicato declaró el paro y ganó las calles con una militancia plenamente consciente de que esta huelga debía arrojar un resultado positivo sí o sí. De lo contrario el prestigio de la organización, ya dañado, podría arruinarse gravemente, dando aire a los sectores desencantados de las estrategias de confrontación, favoreciendo las actitudes individualistas, e inclinando el fiel de la balanza excesivamente hacia el lado de la patronal. El conflicto de 2006 no logró, empero, un alto acatamiento permanente a la huelga por tiempo indeterminado (aunque los días de movilización la adhesión alcanzaba o superaba el 80 %), pero volvió a mostrar la enorme capacidad de acción del activismo “ateniense”. Los piquetes volvieron a convertirse en la estrella de la lucha, esta vez iniciados de manera autónoma por los trabajadores de la educación de Rincón de los Sauces, imitados luego por los de Añelo, pero finalmente practicados por la organización de forma orgánica, enviando militantes a los más de veinte piquetes esparcidos en el “circuito petrolero”.[24] A diferencia de los piquetes anteriores -centrados en la capital y a los que una serie de cambios materiales y simbólicos habían tornado ya bastante inefectivos- los piquetes del 2006 tuvieron como objetivo afectar el “circuito petrolero”, esto es, las actividades laborales en los yacimientos. Por eso se concentraron en las pequeñas localidades del nordeste, en las que además las demandas docentes tenían gran respaldo popular, en buena medida porque los salarios del sistema educativo eran comparados con los relativamente abultados ingresos de los trabajadores del petróleo, mayoritarios en esa región. Estas acciones contaron inicialmente con el apoyo oportunista del sindicato de los petroleros privados -dirigido desde siempre por un burócrata sindical con mayúsculas: Guillermo Pereyra-, pero cuando este apoyo fue retirado y una “patota” desalojó el piquete instalado en Añelo, para luego dirigirse a desalojar los piquetes de Rincón de los Sauces, en esta última localidad se desató una verdadera pueblada. Los obreros petroleros, con o sin su sindicato, seguían “haciéndole el aguante” a las maestras: esas mujeres que se habían ganado el respeto de los duros entre duros, al “subirse a la ruta”.

            La paralización de las actividades en los yacimientos, sin embargo, no provocó el efecto que los más entusiastas esperaban: la producción -automatizada- no se detuvo. Por esa razón ATEN decidió apostar aún más fuerte, y resolvió bloquear la destilería de Plaza Huincul. Los piquetes instalados en derredor de esta planta serían a la postre desalojados por un operativo escandaloso, en el que una “patota” organizada por militantes del MPN y servicios de inteligencia, con la “zona liberada” por orden del propio Gobernador, y procurando torpemente camuflarse de obreros de la construcción que pretendían llegar a su lugar de trabajo, arremetió violentamente contra los trabajadores de la educación.[25] Si bien los piquetes fueron desalojados, la burda maniobra no dejó bien parado al gobierno, que pocos días después debió firmar un acta con ATEN en la que satisfacía parte de sus demandas. La dirigencia sindical y el grueso del activismo interpretó el resultado de la huelga como una pequeña conquista económica y un gran triunfo político: hasta allí, Jorge Sobisch se había caracterizado por aplastar a todos los movimientos sindicales.[26] Como resultado de esta lucha, los activistas de ATEN regresaron a las escuelas tostados por el sol de los piquetes y físicamente cansados, pero con la frente en alto, como diciendo a sus compañeros y compañeras más recelosos: “vieron que se podía”. Si con una huelga a penas parcial (una huelga “de la militancia”, como muchos decían) se había conseguido un triunfo, ¿¡qué no se conseguiría con una huelga masiva!? La huelga masiva estallaría al año siguiente.

            Efectivamente, la huelga de 2007 conoció un acatamiento mayoritario. Ello no obstante, volvió a toparse con la inflexibilidad tradicionalmente mostrada por los gobiernos del MPN ante los reclamos sindicales. De nada sirvieron las masivas movilizaciones, que incluyeron una caminata desde Zapala a la Capital (doscientos quilómetros de recorrido) que concentró en sus tramos finales a más de 15.000 personas.[27] Esto fue tensando la cuerda y forzando el recrudecimiento de las medidas de fuerza, primero con piquetes parciales (“permiquetes”) en distintos puntos de la Provincia, hasta el intento -luego de un mes de paro- por bloquear el “circuito turístico” en los días claves de Semana Santa, cuando miles de turistas arriban a la cordillera Neuquina. Como es sabido, en la criminal represión al millar de trabajadores que habían fallidamente intentado establecer un piquete en el punto clave de Arroyito, para consternación de un país entero, Carlos Fuentealba sería públicamente fusilado por la espalda, cuando se desplazaba por la ruta en claro repliegue y  a bordo de un vehículo.

              No dispongo de espacio para adentrarme en las vicisitudes de este conflicto, que por sí solo bien merece un libro.[28] Baste con decir que tras la muerte de Carlos la huelga recrudeció, y que a las demandas salariales se sumó el pedido de renuncia del gobernador Sobisch, y el juicio y castigo de todos los responsables (materiales, políticos e intelectuales) del crimen. Tras veinte días de acampe con piquetes alrededor de la Casa de Gobierno, una movilización gigantesca -el 9 de abril- de 30.000 personas (a la que se debe sumar las multitudinarias movilizaciones en el resto del país), y varios días de tensa disputa “territorial” en las escuelas abiertas por la fuerza por “punteros” con la finalidad de colocar suplentes a las maestras en huelga, el conflicto concluyó con un acuerdo entre ATEN y el Gobierno en términos bastante favorables para el sindicato. El acuerdo tuvo un carácter integral: incluyó demandas de los auxiliares de servicio (básicamente, el pase a Planta Permanente de unos 1800 trabajadores contratados) y de los diferentes niveles del sistema educativo. Implicó un aumento del salario básico, y además se eliminaron casi todas las sumas “en negro”, lo que repercute sobre las jubilaciones y los aportes a la obra social. También se eliminó el “presentismo”.

            En medio de una situación muy difícil, el sindicato logró un acuerdo en un momento bastante justo: ni demasiado temprano, cuando el extendido sentimiento de que no se podía negociar con Sobisch hubiera hecho que cualquier negociación implicara una grave ruptura interna; ni tan tarde como para que una huelga en claro declive obligara a negociar en una posición de debilidad. Al arribar a un acuerdo antes de que la ola huelguística decayera sensiblemente, en medio de asambleas de 1500 personas en la capital, ATEN consiguió por primera vez en muchos años abrir la puerta de las negociaciones sin medidas de fuerza inmediatas (producto, sin embargo, de la enorme lucha de marzo-abril).[29] Las discusiones y acuerdos de octubre, y los que actualmente se hallan en curso (sea cual sea finalmente su resultado), son indicativos de algo que hacía años no sucedía en Neuquén: que un gobernante reciba a los representantes de ATEN sin esperar el desencadenamiento y desarrollo de una fuerte lucha. Si esto es meramente una medida táctica del actual gobernador Sapag, o si indica un cambio más profundo -producto de que los gobernantes han comprendido que no es posible “domesticar” al magisterio y que la pura represión implica unos costos sociales y políticos elevados e imprevisibles-, es algo pronto para saberlo. Pero ninguna de las dos alternativas debe ser descartada.

            Al inscribirse en un proceso de lucha salarial que cuestionaba los acuerdos firmados entre CTERA y el Gobierno Nacional, ATEN se convirtió, junto a los docentes de Santa Cruz y de Salta, en una esperanza para todos los disconformes de la conducción celeste. Esto se manifestaría poco después en las elecciones internas de CTERA, en las que una lista de oposición -la Lila- realizó la mejor elección de la oposición desde 1992. Silvia Venero, de ATEN capital, fue la candidata a Secretaria Adjunta de la Lila. En el plano local, la organización sindical salió fortalecida, aumentando el número de afiliados y consiguiendo, poco después, la más apabullante victoria en las elecciones para Consejeros Escolares, en la que la lista gremial obtuvo el 75 % de los votos, contra apenas un 22 % de la lista “independiente” (que en Neuquén nadie duda que es al lista “oficiosa” del gobierno); y consiguiendo -ya en 2008- que por segunda vez en la historia que el vocal por la comunidad sea de extracción sindical.[30]

            Entre las consecuencias más importantes de este conflicto, hay que mencionar la creación de la Comisión Carlos Presente (COCAPRE), que tiene por tarea principal mantener y reforzar la lucha por el procesamiento y castigo a todos los responsables -comenzando por Sobisch- del fusilamiento público del profesor y militante neuquino.

              El gobernador Sobisch siempre visualizó a los sindicatos combativos como su enemigo: para ellos sólo podía concebir una política de “mano dura”. Ya en 1992, a comienzos de su primer mandato y teniendo como marco una huelga de ATEN, en una reunión con sus funcionarios definió que había que cortar todo vínculo con el sindicato docente y declaró a los gremios del Estado (CTA) como su enemigo. Hacia fines de su segundo mandato y comienzos del tercero su política de mano dura se intensificó. En octubre de 2003, durante la represión a trabajadores desocupados, no hubo un muerto de milagro: pero quedaron dos heridos de bala (entre ellos Heriberto Chureo, por entonces líder del Movimiento de Trabajadores Desocupados) y José Alveal, joven obrero de Zanón,  perdió un ojo de la cara como consecuencia de varios disparos a quemarropa. Y en 2006 la represión con métodos parapoliciales con “zona liberada” por orden directa del Gobernador (como reconociera en un discurso público) pudo terminar en cualquier cosa. El fatal desenlace de Arroyito no fue, pues, ningún accidente, sino un resultado altamente probable de su política represiva.

            A pesar de una larga y costosa campaña (las más cara de la historia argentina en relación a los votos obtenidos), en las elecciones presidenciales de octubre de 2007 Sobisch obtuvo un patético el 1,56 % de los sufragios. Esta desastrosa perfomance electoral no es poco lo que debe a la imagen de Sobisch como represor, nacionalizada luego del los sucesos del 4 de abril. Es una ironía de la historia que su carrera haya sido poco menos que sepultada por una huelga de los trabajadores de la educación, aquél colectivo al que, en su fuero íntimo, visualizaba como su principal enemigo.

 

Oteando el horizonte

            Varios son los desafíos que ATEN enfrenta de cara al futuro. En primer lugar, deberá tomar cruciales decisiones políticas en relación a la perspectiva abierta, por vez primera, del surgimiento de una oposición de izquierda importante en la CTERA. Un terreno que se presenta tan promisorio como plagado de dificultades. Entre ellas, la difícil articulación entre lo que Rolando Astarita ha caracterizado, a mi juicio correctamente, como las dos grandes tendencias de la izquierda sindical. La una, encarnada por el grueso de los partidos con algunas excepciones más bien parciales, puede ser definida como la “línea de la ofensiva permanente”. Está basada en una caracterización exitista de la realidad, que ve a la clase obrera a la ofensiva y al capitalismo tambaleante. Siempre a la espera de un levantamiento popular, niega o minimiza la necesidad de las alianzas (con otros sectores sociales o con la “burocracia sindical”), y reclama un “programa socialista ya”. La otra, denominada “línea de acumulación de fuerzas”, está encarnada principalmente en grupos independientes. Plantea que la correlación de fuerzas es históricamente desfavorable para los trabajadores, que continúan limitados a luchas de resistencia. Propugna cautela táctica, políticas de unidad de acción, amplios frentes para resistir, y habilidad para consolidar las conquistas.[31]

            Como ya fuera señalado, la contracara de la beligerancia laboral de ATEN ha sido la escasa importancia concedida a los aspectos intelectuales y pedagógicos de la actividad docente. Este es un bache importante, que ha dificultado calibrar ajustadamente la importancia de la lucha ideológica intrínseca a toda labor pedagógica. La importancia que algunas corrientes menos combativas han dado a estos aspectos, favoreció en Neuquén la instalación de la equivocada idea que las preocupaciones profesionales y/o pedagógicas no son importantes para la izquierda.

            Internamente, la aplicación del Estatuto del Docente, virtualmente suspendido por unos tres lustros, ha colocado a la orden del día la discusión sobre las enormes disparidades salariales entre los trabajadores de la educación (una proporción de 5 a 1, entre los que más y los que menos ganan). Hay indicios de que el conjunto de las agrupaciones internas coinciden en la necesidad de achicar estas disparidades. El desafío es alcanzar a consensuar una propuesta unificada, que permita a los trabajadores de la educación modificar el viejo marco legal, sin abrir puertas a eventuales cambios reaccionarios propiciados desde el gobierno.

            El riesgo, ya planteado en el pasado, de una combatividad con pocas huestes y escaso consenso social, sigue estando presente. Hasta ahora ATEN lo ha sorteado con relativo y oscilante éxito, pero no puede dar nada por seguro: el desafío de sostener y ampliar la hegemonía sobre los trabajadores, así como conquistar el apoyo de la comunidad, debería ser prioritario. En este terreno las dificultades para ir más allá de una política de resistencia, hacen de la recaída en un sindicalismo corporativo cada vez más encerrado en sí mismo una posibilidad siempre presente. La historia de ATEN, sin embargo, es contraria a esta deriva, y es dable esperar que en el futuro mantenga su curso radical y refuerce los aspecto más hegemonistas y menos corporativos de su desarrollo.

            Aquellos ideales con los que vivió y por los que fue asesinado Carlos Fuentealba –igualdad, libertad, anti-capitalismo, anti-consumismo y solidaridad- seguramente encontrarán entre los educadores neuquinos muchas manos prestas a recoger la bandera y muchos corazones dispuestos a continuar la batalla. Que así sea.[32]

                                                                                      Neuquén, abril de 2008

 

[1] En la última década en la Argentina se denomina piqueteros a quienes cortan rutas para hacer valer sus reclamos. Esta metodología se halla especialmente vinculada a los desocupados, aunque no es exclusiva de ellos. Desde mediados de los años noventa surgieron en Argentina muchas organizaciones de trabajadores desocupados que tomaron el nombre (piqueteros) y la metodología (el corte de rutas) empleados exitosamente en Cutral Có en 1996 y 1997. El movimiento piquetero conoció un proceso de rápido crecimiento entre 1997 y 2002, concitando un importante apoyo popular. Luego de 2003 las organizaciones decayeron y fueron quedando cada vez más aisladas socialmente.

[2] Agrupación de estudiantes universitarios vinculada a la Unión Cívica Radical.

[3] La investigación de estos movimientos apenas ha comenzado. Sobre el movimiento estudiantil los únicos trabajos dignos de mencionarse pertenecen a J. Etchenique, pero se concentran en los años setenta: «El movimiento estudiantil universitario del Comahue (1970-1976)», Revista de Historia, Nº 9, noviembre-diciembre de 2001, y, en una versión ampliada, bajo el mismo título, en O. Favaro (coordinadora), Sujetos sociales y política. Historia reciente de la norpatagonia argentina, Bs. As.,  CEHEPYC – La Colmena, 2005. Sobre Zanón el mejor trabajo escrito hasta el presente es el de F. Aiziczon, «La experiencia de los obreros de Cerámica Zanón, Neuquén, 1983-2002», Tesis de Licenciatura Universidad Nacional del Comahue. Un escrito de carácter más amplio, desigual en la calidad de los distintos capítulos, aunque en general poco profundo, pertenece a D. Taranda, E. Mases y J. L. Bonifacio, La protesta social en Neuquén. Viejas y nuevas formas, Neuquén, EDUCO, 2007.

[4] A. Petruccelli, Docentes y piqueteros. De la huelga de ATEN a la pueblada de Cutral Có, Bs. As., El cielo por asalto / El Fracaso, 2005. Ver también F. Aiziczon, «Neuquén como campo de protesta», en O. Favaro (coord.), Sujetos sociales y Política. Historia reciente de la norpatagonia argentina, Bs. As., CEHEPYC – La Colmena, 2005.

[5] A. Petruccelli, Docentes y piqueteros, pág. 22. Desde el punto de vista sociológico “se puede decir que la contracultura tiene su núcleo entre los trabajadores asalariados y sus organizaciones sindicales (especialmente … entre los empleados públicos). Sin embargo … sólo una parte de los trabajadores sindicalizados –que a su vez son sólo una porción del total– forman parte de ella. También es indiscutible que no todos los sindicatos (o sus conducciones) pueden ser incluidos legítimamente. Finalmente, es indudable que muchos miembros de la contracultura no son asalariados: estudiantes, desocupados, cuentapropistas”. Ídem, pág. 22-23. Esta contracultura, desde luego, posee algunas claras limitaciones, que deben ser apreciadas para evaluar ponderadamente sus logros. La más notoria es su completa incapacidad para amenazar la hegemonía política del MPN. El hecho es que a lo largo de las décadas MPN y contracultura se han combatido obstinadamente, sin que el primero logre aniquilar o disminuir a una mínima expresión a la segunda, y sin que ésta haya logrado romper ni la hegemonía política del partido gobernante, ni las principales líneas de fuerza de la política institucional: el grueso de la oposición política se halla más próxima al MPN que a la contracultura.

[6] Durante la huelga de 2007 esta combinación de actividades autónomas y lealtad sindical se manifestó en los impactantes “escraches”, que luego del asesinato de Fuentealba constituyeron algunas de las acciones directas más destacadas: fueron realizadas por fundamentalmente por maestras de ATEN, pero no directamente por el sindicato. Posteriormente, la creación de la Comisión Carlos Presente (COCAPRE) repitió el modelo: ATEN forma parte de la misma, pero nada más; la comisión no es un apéndice del sindicato. Cabe señalar que en la Seccional Capital existe desde hace algunos años dos comisiones -de Género y de Formación Permanente- que forman parte del sindicato, pero funcionan con autonomía.

[7] Existe en Neuquén un pequeño sindicato de docentes privados (SADOP), de muy escasa afiliación y presencia pública. En los hechos, ATEN hegemoniza la vida político sindical de los trabajadores de la educación, hasta el punto que durante la última huelga (2007), pese a pertenecer a la CGT, el SADOP de Neuquén se alineó junto a ATEN.

[8] Hay también delegados; pero su importancia y su número ha variado mucho a lo largo del tiempo. Muy importantes hasta fines de los noventa, llegaron casi a desaparecer durante el primer lustro del siglo XXI. En los dos últimos años ha crecido el número de los delegados, pero no así su importancia. En algunas huelgas (1992, 1997 y 2003) surgieron también asambleas “distritales” o reuniones por distrito, que sesionaban antes de las asambleas generales y, si bien no eran resolutivas, sí acostumbraban organizar actividades de propaganda, etc. Son complejas las razones por las que la influencia de los delegados o de los “distritos” han variado a lo largo del tiempo. Aquí no puedo detenerme en este punto.

[9] La mutual es MUTEN, una institución independiente de ATEN y que, significativamente, ha sido y sigue siendo dirigida por el sector “celeste”.

[10] Por supuesto, esto tiene toda la fuerza y toda la debilidad del “sentido común”: hace que ciertas ideas radicalizadas hayan sido asumidas y casi naturalizadas por amplios sectores -lo cual, si se lo compara con otros sitios, es todo un logro-; pero la inercia de este tipo de pensamiento puede convertirse en un lastre para pensar “más allá”. El riesgo de un “conservadurismo de izquierdas” es muy fuerte en ATEN, y se ve especialmente favorecido por la situación de resistencia a la que obligadamente se han visto sometidos los trabajadores desde hace años. Fundamental para resistir, este sentido común radical podría convertirse en un lastre al momento de abandonar las políticas de resistencia por orientaciones más ofensivas y constructivas.

[11] No se debe confundir esta agrupación local con las listas azules y blancas de otros sitios, habitualmente vinculadas al Partido Comunista Revolucionario.

[12] Hay todavía otro sector, los “azules”, parcialmente desarticulado, de militantes de larga trayectoria que hasta hace dos años formaron parte de las conducciones provinciales en compañía de los actuales “azules y blancos”. Actualmente se han acercado a los “naranjas”. Dirigen la seccional Cutral Có (segunda en importancia) y codirigen Andacollo.

[13] La Marrón también ganó las elecciones en Centenario, pero su dirigente principal, Omar Álvarez, rompió con el PO, incluso sindicalmente por lo que se ve.

[14] Ver por ejemplo M. E. Vaccarisi y A. M. Godoy, «El Estado-partido neuquino. Modos de legitimación y políticas sociales», en O. Favaro (coord.), Sujetos sociales y política. Historia reciente de la norpatagonia argentina, Bs. As., CEHEPYC – La Colmena, 2005.

[15] Quienes han tenido la oportunidad de trabajar como docentes en Río Negro y en Neuquén, casi invariablemente señalan la diferencia existente entre ambos colectivos laborales en lo que hace a las preocupaciones pedagógicas y profesionales. Aunque el establecer ponderadamente las causas de este fenómeno requeriría de un estudio específico, cabe hipotetizar que las disímiles políticas estatales han jugado un papel no menor.

[16] En la Argentina (no conozco en profundidad las realidades de otros países, pero al parecer es un fenómeno algo generalizado) los sindicatos docentes, al igual que muchos sindicatos de trabajadores estatales, poseen un grado de cristalización burocrática mucho menos marcada que otros sindicatos, 

especialmente los industriales. También usualmente son más plurales y democráticos, incluso en comparación con otras organizaciones de empleados del Estado.

[17] Indicativo de la beligerancia de ATEN, no menos que del carácter represivo de los distintos gobiernos de Neuquén, es el hecho de que el magisterio neuquino, ya sea en conflictos sectoriales o en acciones con otras organizaciones sociales, ha sido reprimido por la policía provincial y por la gendarmería nacional, o atacado por fuerzas “parapoliciales”, en 1997, 1999, 2001, 2003, 2006 y 2007 (en algunos de estos años en dos o más oportunidades).

[18] La prueba más palpable de esto es el fracaso de todos los intentos por crear un sindicato docente más conciliador o adicto al gobierno, como por ejemplo la Asociación de Docentes Neuquinos (ADON), al promediar los ´80. Sin embargo, la hegemonía que ATEN ejerce sobre el conjunto de los trabajadores de la educación, incluyendo sus sectores más individualistas y conservadores, ha dejado marcas en el sindicato. Una de ellas es la presencia de un segmento muy importante de trabajadores y trabajadoras que ven en la organización un instrumento eficaz para mejorar su condición social, salarial y laboral (qué es lo que muchos y muchas buscaban al partir de sus regiones de origen para irse a vivir a Neuquén, tierra de inmigrantes por excelencia); pero desentendiéndose de las motivaciones políticas, culturales e ideológicas que caracterizan al grueso de la militancia. Las huelgas masivas necesitan del concurso de este sector; lo cual genera tensiones entre los aspectos más corporativos, y aquellos más clasistas y políticos de las acciones de ATEN.

[19] El Movimiento al Socialismo, de raíces trotskystas, fue entre los últimos años ochenta y los primeros noventa la principal fuerza de la izquierda revolucionaria argentina. En 1989 se convirtió en la tercera fuerza electoral, al tiempo que consiguió la elección del primer diputado troskysta de América. Su presencia en el movimiento sindical era significativa y estaba en ascenso. En 1991, sin embargo, el partido sufrió una dura crisis interna, que lo llevó a fragmentarse en innúmeras agrupaciones menores. Hoy en día sobrevive una raquítica organización que conserva el nombre MAS, pero que no agrupa mas que a una insignificante parte de la militancia de la otrora potente organización. Los actuales Movimiento Socialista de los Trabajadores y la Izquierda Socialista, entre otros partidos menores, tienen sus raíces en el viejo MAS.

[20] Entre la abundante literatura crítica de las prácticas de la “vieja izquierda” se puede destacar a H. Tarcus, «La secta política», El Rodaballo, Nº 9, verano 1998-99; M. Mazzeo, ¿Qué no hacer?, Bs. As., Antropofagia, 2005; y E. Adamovsky, Más allá de la vieja izquierda, Bs. As., Prometeo, 2007.

[21] Por supuesto, para la mirada ultraizquierdista de algunos partidos de izquierda, indiferente por completo a los procesos y contextos históricos, no menos que a lo que sucede en las “bases”, lo que hace ATEN es siempre poco. Lo que subyace a esto es la preferencia elitista (más que propiamente vanguardista) por las organizaciones de “pocos pero buenos”, en lugar de los movimientos de masas “insuficientemente” (¿pero para quién?) radicalizados. Un ejemplo claro de esta concepción a-histórica y elitista se encuentra en Juan Dal Maso y Esteban Vedia, “Crítica del sindicalismo corporativo. Una polémica con la conducción de ATEN y sus defensores”, Lucha de clases, Segunda época, Nº 7, junio 2007.

[22] Integraron esa Directiva Jorge Salaburu -como Secretario General-, máximo referente de la lista Blanca, hoy desaparecida, pero que ha formado una gran cantidad de cuadros y militantes todavía activos; Marta Maffei, principal dirigente de la Celeste, Secretaria General de ATEN entre 1986 y 1992, y luego Secretaria General de CTERA; y Liliana Obregón, principal figura de las listas Violeta-Rosa (1994-96) y Rosa (1996-98), y del Frente Granate (1998-2000), cuando fuera Secretaria General de la organización.

[23] Aunque se pueden encontrar unos cuantos antecedentes algo más lejanos (Sierra Grande en 1990 o Senillosa en 1994), podemos decir que el primer corte de rutas que alcanza repercusión nacional es el de Cutral Có en 1996. Sin espacio para detenerme en ello, debo consignar que las relaciones de ATEN con los desocupados y los piqueteros son complejas, plagadas de luces y sombras, como muestran los sucesos de 1995 y 1997, sobre los que no me puedo detener aquí. Remito a Docentes y Piqueteros, op. cit., pág. 30 (nota 30), 112-15, y 137-40; y a «Las formas de protesta y organización de los trabajadores desocupados en la provincia de Neuquén», en D. Taranda, E. Mases y J. L. Bonifacio, La protesta social en Neuquén. Viejas y nuevas formas, Neuquén, EDUCO, 2007.

[24] Es importante destacar que no todos los piquetes o cortes de rutas tienen el mismo carácter. Algunos (como los de Cutral Có en 1996 y 1997 y el de ATEN en este último año) implican un bloqueo total o muy significativo a algún circuito económico, impidiendo la circulación de pasajeros y mercancías. Otros suponen tan sólo un trastorno, una demora al tráfico, como ocurre con los piquetes que alternan una o dos horas de corte con lapsos en los que se puede circular, o los cortes totales para los que, empero, existen caminos alternativos más o menos buenos o abundantes. No siempre los investigadores de las acciones piqueteras tienen esto en cuenta; lo cual es un error, porque se asimilan acciones de impacto real muy diferente. Del mismo modo, los piquetes pueden implicar distintos grados de aceptación o rechazo popular, así como muy disímiles cantidades de asistentes o modalidades de acción. En el caso de ATEN los piquetes han ido de algunos de varios miles de personas, a otros de unas cuantas; y han oscilados entre aquellos muy aceptados y hasta respaldados popularmente (como el Puente en 1997 y los piquetes en el “circuito petrolero” en 2006, en los que muchas veces bastaba que se viera una goma humeando para que los trabajadores petroleros -en clara solidaridad con las maestras- dieran por descontado que no se podía pasar), a otros muy impopulares. En los cortes de ATEN normalmente no se emplean encapuchados ni palos a la vista (como acostumbran muchos movimientos piqueteros): lo usual es que sean piquetes con mucha “conversación”; y la misma vista de una maestra jardinera acercándose para volantear, muchas veces (pero no todas) es suficiente para “ablandar” a los automovilistas más recalcitrantes.

[25] Ver Diario Río Negro, ediciones del 31 de marzo y 20 de abril de 2006 (entre otras).

[26] El mismo día en que se impuso en las elecciones de 2003, en las que fuera reelecto gobernador, Sobisch dio la orden de desalojar los piquetes de ATEN instalados en el puente carretero desde 11 días atrás. En 2005 infringiría una dura derrota a los trabajadores de la salud, luego de un conflicto que, con distintas modalidades, se extendió por casi nueve meses.

[27] Esta caminata, verdaderamente histórica, fue poco menos que sepultada por los trágicos sucesos que sobrevendrían.

[28] Y de hecho uno ya ha sido escrito, Camino Vela y otros, Un conflicto social en el Neuquén de la confianza, Educo, 2007. Desgraciadamente, esta obra carece de información de primera mano, de rigor histórico y de perspicacia analítica. Para una crítica en clave satírica véase «Intelectuales de poca monta a caballo de las luchas», El Cascotazo, año VI, Nº 22, 2007.

[29] Durante varios días, y al calor de la indignación, una franja muy importante de activistas consideró que era moralmente preferible volver atrabajar con nada en la mano, pero sin negociar con el asesino. Muchos también creían, que era posible “tumbar” al gobernador, haciéndolo renunciar.
[30] La lista sindical, surgida de comicios internos entre las agrupaciones de ATEN, se ha impuesto históricamente a la lista independiente. Pero en 2007 la diferencia fue mayor.
 [31] Ver, Rolando Astarita, “Líneas alternativas en el movimiento sindical de izquierdas”, “Cuestiones sobre análisis políticos de la izquierda sindical”, ambos disponibles en www.rolandoastarita.com.
[32] Dedico estas páginas a Silvia Roggetti y a Carlos Fuentealba, y a todos los hombres y mujeres que, como ellos, luchan cotidiana y anónimamente contra la explotación, la desigualdad y las injusticias, por un mundo nuevo.

* Quisiera agradecer a los siguientes compañeros y compañeras, que han leído borradores de este trabajo y me han acercado críticas y comentarios: Julián Gindin, Juan Pablo Casiello, Ernesto Hernández, Laura Latorre, Gabriela Méndez, Silvio Winderbaum, Jorge Toledo, Cecilia González, Diego Genaro, Humberto Bas, Bruno Galli y Eduardo López.


Bibliografía

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Camino Vela y otros, Un conflicto social en el Neuquén de la confianza. Neuquén: EDUCO, 2007.

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