Florencia Pennacchi

Pedro tiene una muletilla: “¿Cómo decirlo?”. La repite para ayudarse a atravesar lo que vendrá. “¿Cómo decirlo? La cuestión de la desaparición tiene todo este drama de que no sabés. Tenés como una especie de zanahoria de que no… no está la tragedia consumada, por así decirlo, de que tenés la chance, de que podés encontrarla. Por eso muchos seguimos. Entonces no te puedo hablar de un drama, de cuando uno pierde a un ser querido y lo perdió y lo perdió. Incluso al día de hoy, hay una mínima mínima chance”.  -Pedro tenía 26 años el 16 de marzo de 2005 cuando su her­mana, Florencia Pennacchi, desapareció-

Florencia nació en la ciudad de Neuquén y vivió allí hasta los 18 años, cuando se fue a Capital Federal a estudiar la Licenciatura en Economía en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires. Desde entonces vivía con su hermano Pedro, y trabajaba en el Instituto de la Vivienda de la Ciudad.

El martes 15 de marzo de 2005, Florencia cenó en su casa con algunas/os compañeras/os de trabajo. Después de acompañar a las/os últimas/os invitadas/os hasta la parada del colectivo, regresó a su casa, llamó a un delivery, bajó a recibir el pedido y se fue caminando (Causa 17.697/05). A partir de entonces, no hay certezas sobre qué pasó con Florencia. Lo que hay son algunos datos inconexos que no pueden explicar por qué, cómo y dónde. Salió “con lo puesto”, pensaba regresar a su casa en poco tiempo. Cuando su hermano y sus amigos/as se dieron cuenta de que Florencia no había vuelto a su casa empezaron a buscar entre los objetos de Florencia qué había y qué faltaba. No faltaba nada, a excepción de la ropa que vestía la noche del lunes, su celular y la riñonera con el monedero. La búsqueda continuó con sus correos, su chat, su agenda. Además, llamaron a todas las personas conocidas y preguntaron si sabían algo de ella: las respuestas fueron todas negativas. El día 18 fueron a la comisaría 23 y efectuaron la denuncia.
Mientras se denunciaba la desaparición en los medios de comunicación, empezamos a buscar por todos lados, sacamos volantes con una foto de Florencia y los teléfonos de contacto y pegamos carteles por toda Capital Federal. Entonces, recibimos llamadas de muchos lugares, aunque ninguna logró dar un dato certero sobre Florencia. Seguimos durante meses denunciando la desaparición por los medios, haciendo actos todas las semanas en la Facultad de Ciencias Económicas, yendo a dar declaraciones, recibiendo llamadas, presentando hábeas corpus, pidiendo informes, pero sin ningún resultado. Durante cinco meses, la brigada de la División Antisecuestros Extorsivos de la Policía Federal realizó un trabajo de inteligencia sobre el dueño de un número que nadie cercano/a a Florencia conocía. Sin embargo, producto de una serie de “errores técnicos” el fiscal tardó casi un año en citarlo a declarar. En el primer aniversario de la desaparición de Florencia, familiares, amigas/os, compañeras/os denunciamos públicamente que aún no había declarado un testigo clave, recién entonces esta persona fue llamada a declarar. Su testimonio aportó datos que son fundamentales para saber qué pasó con Florencia: el último lugar donde estuvo y las personas que estaban en ese lugar. Sin embargo, hasta la fecha no se ha realizado ningún tipo de tareas sobre esta declaración (Causa 17.697/05).
Un recorrido de contactos e investigación fueron, conduciéndonos hacia la posibilidad concreta de que Florencia se encontrara secuestrada por una red de Trata de Mujeres. Visitamos a Susana Trimarco, la madre de Marita Verón, quien nos informó que una víctima de trata recuperada había reconocido a Florencia en prostíbulos de Córdoba, precisamente en Inriville. Luego, tres testigas declararon haberla visto en prostíbulos de otras provincias del país.


La carta que escribió la mamá de Florencia Penacchi

Querida hija, se cumplen diez años, sólo una década o tres mil seiscientos cincuenta días sin tu presencia.

Tenemos que pedirte perdón porque no supimos, no pudimos ni logramos encontrarte. El misterio que rodea tu desaparición nos remite a lo siniestro, un agujero negro que provoca un efecto estremecedor.

“Siniestro” digo porque hay fuerzas que se mueven en las sombras, vos no te esfumaste un día diáfano, era el mediodía. Alguien colaboró para esto, gente que se mueve en las tinieblas, fuerzas de las que un ciudadano común como nosotros no tiene información y, sin embargo, poseen poder efectivo para su accionar criminal.

Sabemos que no te fuiste con un amigo ni a otro lugar por decisión propia. Cómo partiste es todavía una falta de certeza… ni siquiera tu nombre escrito en una puerta para poder seguirte hacia ese otro lugar donde te encuentras.

Aunque el paso de los días mitiga el impacto, el dolor de la herida de tu falta no cede, está siempre presente. La incertidumbre de no saber la verdad sostiene esta pena profunda, la angustia y el desamparo social por la falta de respuestas. Pensar en “la trata” nos lleva a pensar que la estructura que la sostiene tiene implicancias profundas en un Estado carente de la función de garante real y simbólico.

Es llamativo que la Justicia no llegue a ningún puerto en tu caso; la vivencia de desamparo se agiganta y crece con los diez años de tu ausencia. Se fueron la tía Susa, Piba y Cristinita sin volver a verte.

Hoy siento la necesidad imperiosa de una respuesta impostergable, llevar tu caso y tantos otros para que haya un debate social comunitario donde no esté el Estado y la Justicia ausente, que pueda contenernos y ver la luz al final de un camino que hasta ahora transitamos a oscuras.

Quiero agradecer a nuestros compañeros de ruta durante estos larguísimos diez años, mi familia, los amigos, Juan Carr y Red Solidaria, los doctores María Furman y Federico Rovina, primeros abogados en la causa, y a nuestro actual abogado, Gabriel Beckez, quienes nos demostraron la solidaridad social inquebrantable que víctimas de eventos como el de Florencia necesitan.

Nidia Aguilera (mamá de Florencia Pennacchi)

DNI 4.610.233
Neuquén


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