LUCHA DE CLASES Y POSMODERNIDAD LA HUELGA DOCENTE DEL 2007 EN NEUQUÉN

 La cultura de la resistencia.



... Concomitante con todo ello, nos interesa agregar un elemento que, a nuestro criterio, ha signado la vida del sindicato. Ese factor es, un sustrato cultural común a todas las tendencias políticas que habitaron –y habitan- Aten; el multicolor abanico político que ha transitado (y transita) el sindicato, remite a un fondo cultural común; ese fondo común es el de la cultura de la resistencia (Cultura de la resistencia, cultura de la protesta, contracultura; sinónimos para lo que Ariel Petrucelli describió como un fenómeno social que distingue a la provincia de Neuquén, en Docentes y Piqueteros. De la huelga de Aten a la pueblada de Cutral-Có. El fracaso-El cielo por asalto, Buenos Aires, 2005, pág. 21 y ss. ). Desarrollada en adversas y trágicas condiciones históricas en el país, en la provincia había anclado particularmente en el terreno de la defensa de los derechos humanos y resultado ser relativamente eficaz al momento de enfrentar los planes de ajuste (el rechazo a la implementación de la estructura de la Ley Federal de Educación y la férrea y persistente defensa de la salud pública quizás sean sus mayores logros); válida y hasta eficaz en determinados momentos, fue capaz de rechazar, pero no de crear; afincada en lo que las circunstancias históricas le permitieron desarrolló “la oposición a…”, el “vamos contra…” mediante la unilateralidad en las formas de la lucha: el paro de actividades, el corte de puente. Y por lo mismo, entonces, es una cultura de la protesta que siempre corre detrás de las medidas dispuestas por el Estado y sus instituciones, con muchas dificultades para crear espacios y tiempos propios, una cultura de la reacción más que propositiva, con una visión binaria y voluntarista del funcionamiento social (buenos y malos, blanco o negro) que trae aparejado el enfrentar el conflicto social como si se estuviera en un continuo estado terminal; cultura de la abnegación, la entrega y el sacrificio militantes, marcada por el voluntarismo político de torcer el rumbo de las cosas haciendo de cada conflicto el escenario final de la historia y, por todo ello y sin proponérselo, más proclive -al decir de Tarcus- “a las derrotas heroicas que a los triunfos parciales”.

Cultura de la resistencia, tan necesaria para mantener enhiestas viejas banderas de lucha y combate como remisa y desconfiada para enarbolar otras nuevas; poseedora de un discurso de cambio social pero temerosa de las innovaciones que puedan poner en juego hábitos y esquemas conocidos. Cultura de la resistencia que como mera reacción, permanece implicada en la lógica de aquello que rechaza, convirtiéndose así, en una práctica política que se agota en el peticionismo. Por ello mismo, resulta pertinente y alentador señalar que, si en Neuquén ha tenido lugar una experiencia de lucha como FaSinPat, ha sido porque los ex-obreros/as de Zanón abandonaron, justamente, esa cultura de la protesta; o si se prefiere, esa práctica política de la protesta cedió su lugar a la construcción de un proyecto autogestivo que requirió de prácticas militantes mucho más creativas y radicales que las del mero peticionismo sindical. La abnegación y el sacrificio militantes se permitieron no ya, únicamente la denuncia, sino y fundamentalmente, la elaboración, propuesta y construcción de esa hermosa y revolucionaria realidad que es hoy una fábrica sin patrón (y aún cuando esto haya respondido inicialmente a la cuestión específica y urgente de quedarse sin trabajo, su pervivencia diez años después trasciende la mera contingencia táctica).
Volviendo al colectivo docente, ese amplio arco de tendencias políticas que habitan el sindicato, tributarias en mayor o menor medida de esa cultura de la protesta, han contribuido decisivamente a instalar y desarrollar una práctica gremial hegemónica: la huelga. Más allá de las aparentes diferencias en sus prácticas, se construyó –siguiendo a Castoriadis- un imaginario social, un imaginario militante en este caso que, sobrepasando las disputas internas elevó al rango máximo de la vida sindical el paro de actividades. El sindicato había instituido la significación lucha, y con ello, al decir de Castoriadis, determinado lo que vale y no vale, lo que es lucha y no es lucha.
Desde luego que esa práctica hegemónica se tornaba casi unilateral absorbiendo todas las energías, todos los sacrificios y toda la entrega militantes. Para cuando se terminara la lucha, entonces sí, se prometían, nos prometíamos, crear espacios y tiempos gremiales para discutir políticas pedagógicas.
Mientras tanto, esa disociación entre el combate callejero y el combate pedagógico en el que incurrió el sindicato, con una clara primacía del primero, condujo a un desdibujamiento social del colectivo docente; a tal punto que, como fruto de esa cultura de la protesta, pareciera que para el común de la población no hay grandes diferencias entre el sindicato Aten y el sindicato Ate; en muchas ocasiones, hasta periodísticamente, se los menciona indistintamente; y más allá de la intencionalidad política que pudiera haber en ello, la misma abreva en la indiferenciación social acerca de uno y otro sindicato; se sabe que son sindicatos estatales pero cada vez cuesta más diferenciar entre la especificidad del empleado público y la del docente. Y la asimilación de estos últimos al carácter de meros empleados estatales, lejos de ser una virtud, es una debilidad muy grande de cara al conjunto social, como ya veremos. Finalmente, aún cuando de la pregunta formulada al inicio ¿qué fue lo que llevó al colectivo docente a deslizarse, desde aquella conjunción de reclamos salariales y participación militante en la discusión de un Plan Educativo Provincial, a un curso de acción que absolutizó una práctica: el paro de actividades como principio regulatorio de la vida sindical?, quisiéramos priorizar alguna respuesta, el grado de verdad que la misma pudiera encerrar no logra eludir la responsabilidad que le cabe al sindicato por lo que, en última instancia, ha sido la elección de una práctica de lucha que se volvió hegemónica a su interior: la huelga.


Extracto del libro LUCHA DE CLASES Y POSMODERNIDAD LA HUELGA DOCENTE DEL 2007 EN NEUQUÉN por Marcelo Lafón. año 2012. pag 87/88/89 cap CAPÍTULO III

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