Gitanas neuquinas, salud reproductiva y representaciones estéticas.

 

   


Gitanas neuquinas, salud reproductiva y          representaciones estéticas.                                        
            Rolando Javier Bel (FAHu-UNCo)

Introducción

De acuerdo a numerosos enfoques históricos y antropológicos, la Patagonia argentina constituye un espacio singular dentro del territorio; tanto por su tardía como abrupta incorporación a la territorialidad argentina.  Se trató de un proceso acontecido en las dos últimas décadas del siglo XIX.

Esta inclusión se realizó por medio de una campaña militar de ocupación del espacio y exterminio de las sociedades indígenas que la poblaban desde siglos. La clase dominante, los intelectuales de la época y la historiografía tradicional no sólo justificaron esta acción genocida de culturas tan ricas como la mapuche y la tehuelche sino que incluso la exaltaron como una epopeya civilizadora conocida como La Conquista del Desierto. Este proceso se desarrolló durante el período1879-1883.

La provincia de Neuquén, que alcanzó ese status administrativo en 1957, posee una extensión de aproximadamente 95.000 kilómetros cuadrados.

Este dinamismo económico tuvo su correlato en lo demográfico con la permanente incorporación de grupos migratorios a la región: chilenos y chilenas, que desde el siglo XIX y hasta la actualidad se integran a la sociedad como mano de obra poco calificada en el trabajo de la chacra, en la construcción, en el servicio doméstico. Lo mismo acontece con los y las mapuches originarios de la Cordillera argentina-chilena. Por su parte, inmigrantes de origen italiano y español, durante la primera mitad de este siglo, en su mayoría formaron una clase media de productores - chacareros en cuanto que los migrantes de otros lugares patagónicos y argentinos, en las últimas tres décadas, se establecieron en los rubros de comercio, administración pública y educación en zonas urbanas. La comunidad gitana se estableció a partir de la década del 50 y, en mediano tiempo, se constituyeron en exitosos comerciantes.

El género femenino en la cultura gitana

 Las cuestiones de género, en especial el desarrollo y articulación de las mismas dentro de un determinado grupo socioétnico como también las relaciones con sujetos de la sociedad hegemónica, generan mucho interés en recientes estudios realizados desde las ciencias sociales. Considero que cualquier análisis sobre la identidad y praxis de los colectivos subalternizados debe incluir los cruces entre clase social, grupo étnico y género. Andrea D'Atri plantea que las interlocuciones entre los avances del feminismo y los estudios de género deben ubicar al marxismo como un interlocutor necesario. Este reconocimiento implícito -a pesar de fuertes divergencias teóricas y políticas- a la utilización de la clase obrera, la lucha de clases y el socialismo son categorías que dan cuenta del modo de producción en el que vivimos, basado en la explotación de millones de seres humanos por parte de un puñado de capitalistas[i].  Es en esta perspectiva que propongo mi enfoque de las mujeres gitanas neuquinas.

Hasta la actualidad, no existen trabajos de investigación sobre la cuestión de género en los grupos gitanos para el espacio nacional ni tampoco para el contexto regional. Empezaré tratando de analizar algunas visiones circulantes en los imaginarios de las docentes y asistentes sociales que han tenido -y tienen- relaciones y contactos frecuentes, a veces cotidianos, con integrantes de la comunidad gitana.

Gran parte de las maestras perciben a las familias gitanas que envían a sus niños y niñas a la escuela como machistas, especialmente a los varones -tanto a los adultos como a los infantes-:

por ejemplo el otro día se habían peleado dos gitanos uno le pegaba mucho a las nenas porque eso también los vemos los chiquitos gitanos les pegan mucho a las mujeres. (…) Entonces: -Por qué le pegás-, entonces le empecé a decir yo: -No Lázaro, a las mujeres no se les pega, no se les pega a nadie, pero ustedes son más grandotes, no le tenés que pegar a una mujer- y entonces se acerca ya venía la esposa de… -¡Vos sabés Baby… porque había sido alumna de la escuela… vos sabés Baby, ¡no sabés lo que me pasó!, que éste me quería pegar a mí, éste me quería pegar, de sí que me escapé- (risas). -Pero yo estoy retando los chicos y ustedes hacen exactamente lo mismo, ¡cómo van a hacer eso!, ¡los chicos no tienen que ver eso!-. Y los gitanos se reían, por supuesto que después van a hacer la suya[ii].

Las representaciones existentes en la sociedad hegemónica neuquina sobre la situación y protagonismo de las mujeres gitanas son a la vez contradictorias y ambiguas. La mirada de las docentes neuquinas también involucra una perspectiva de género, inherente a otro grupo sociocultural. La mayoría de las docentes destacan el machismo imperante en estas familias. Mariana docente de nivel inicial de la escuela N ° 56, me comentaba sorprendida el siguiente hecho: uno de sus alumnitos gitanos, le preguntó porque usaba un celular, ya que al celular solamente lo usas sí sos hombre[iii].

Destaca que esta conducta se manifiesta con marcado favoritismo gitano por los niños en desmedro de las niñas. También en las restricciones impuestas a las niñas que a partir de cierta edad deben utilizar los vestidos tradicionales como marca identitaria. Además estas infantas son retiradas prematuramente de la escuela por sus familias, al menos antes que los varones; con el propósito de impedir su socialización con las pautas de la cultura dominante.

Como destaca una maestra de la Escuela N ° 67: “el varón viene siempre con un jean, un jean nuevo el nene varón con los zapatitos negros lustrados, que la nena no viene tan así. Bien limpitos, bien peinaditos, bien arregladitos"[iv].

Sin embargo, estas miradas docentes que enfatizan la conducta machista de las familias gitanas, se complementa con otros análisis. Por ejemplo, otra docente de la misma institución destaca: "Por ejemplo la abuela… porque es muy importante la palabra de la abuela es un matriarcado. Al hombre se le hacen una serie de concesiones pero en realidad quién manda y quién decide todo es la gitana vieja, es la abuela. Y es palabra santa lo que dice la abuela"[v].

Como bien se ha investigado en otros grupos socioculturales- por ejemplo en la cultura mapuche y en algunas comunidades aymarás bolivianas- en determinadas colectividades pueden coexistir fuertes rasgos de poder matriarcal en un sistema patriarcal. Teresa San  Román menciona un esquema similar en familias gitanas de Barcelona.

Esta antropóloga considera a esta cultura como fuertemente machista por los siguientes elementos: el concepto de raza, de transmisión de un apellido o linaje es de carácter patrilineal; las familias –sean extensas, nucleares o de otras formas- se establecen con base a un criterio de patrilocalidad; la red de solidaridades se establece entre hombres adultos, por ejemplo de compadrazgo, que además de vínculos de amistad instrumentaliza posibles reciprocidades económicas y comerciales; el sistema de justicia y ética gitana –denominado kriss- solo es ejercido por hombres adultos; finalmente, existe en el seno de las familias gitanas una rígida división del trabajo, que establece claramente los rubros en los que pueden desempeñarse hombres y mujeres. Aún en las familias gitanas más flexibles no existen mujeres dedicadas a la compraventa de automotores[vi].

La mayoría de los testimonios de las docentes de las escuelas N ° 67 y N ° 118 coinciden en la distintiva indumentaria de las niñas gitanas, en especial al uso de polleras. Prenda a la que perciben como parte principal de la indumentaria tradicional gitana y también como una importante marca cultural.

La imposición de las polleras y vestidos gitanos es impuesta a las niñas, generalmente a partir de los 8 y 9 años. Las niñas de menor edad pueden concurrir a la escuela con pantalones y buzos deportivos como nos cuenta Nicolaza: "No, se visten con la ropa de nuestra cultura. Las nenas no vienen con polleras, con buzitos".

Estas situaciones ya eran perceptibles a fines de los noventa: "Otros en el invierno ahora, últimamente estos últimos años vienen con buzitos, con pantalones pero ya cuando son un poco más grande les sacan los pantalones y los hacen venir con polleras largas. Ya ha una determinada edad tienen que usar pollera larga".

Además de constituirse en una marca de la cultura gitana también es un indicador de un intento de control patriarcal sobre el cuerpo, un condicionante genérico androcéntrico sobre la sensualidad y la sexualidad de las niñas.

En las últimas décadas se ha reforzado el control por parte de gitanas y gitanos adultos sobre la vestimenta, maquillaje y aún actitudes de niñas y adolescentes de esta comunidad. Estos intentos de disciplinamiento remiten a la combinación de dos causas, que se fortalecen mutuamente. Por un lado, las imposiciones de la estética tradicional gitana, por ejemplo el uso del pañuelo en la cabeza de la mujer gitana casada o el recato ante hombres de la cultura hegemónica. Por el otro, la imposición de normas puritanas a partir de pastores evangelistas y neopentecostales, de acuerdo a la religión que practica cada familia gitana.

El comerciante gitano Esteban Costich expresa en su relato esta norma fortalecida por el sincretismo: "Y bueno, y así fuimos discriminados de la sociedad porque siempre nos miraron un poquito de relejos, con recelo por el hecho de que tenemos nuestras costumbres los gitanos, de que usaran las gitanas las polleras largas y es un mandamiento que nos dio Dios nuestro señor Jesucristo eh… porque hay una época de 5 o 6.000 años atrás, todo el mundo usaba vestido largo, había mucho respeto, su pelo recogido, el varón con el pelo corto, la mujer con el pelo largo"[vii].

Ana Perla Miguel, practicante de otra rama pentecostal también comparte esta concepción donde las/os gitanas/os que respeten las tradiciones impuestas por Dios serán parte del ejército elegido para el próximo reino a crearse con el regreso de Cristo. Por eso reivindica el uso del caballo largo, las trenzas, los vestidos recatados y la realización de ciertas prácticas de purificación como la prohibición de maquillarse, control de la coquetería femenina, del consumo de alcohol y del tabaco[viii].

 

Mujeres gitanas y salud reproductiva

La salud reproductiva y las disputas sobre el control y estética corporal son problemáticas de mucho peso en las comunidades gitanas, que muchas veces se manifiestan o se amplifican en las interacciones con integrantes de la sociedad hegemónica -la denominada criolla-.

De acuerdo a la cultura tradicional gitana las familias tendían a ser extensas con una estrategia reproductiva de procrear a varios hijos e hijas. En estas condiciones las mujeres se casaban a edades muy tempranas -casi adolescentes- y en poco tiempo se convertían en madre de varios descendientes. La maternidad era vista como un atributo importante e imprescindible de toda mujer gitana.

Es difícil conocer hasta qué punto estos valores y tradiciones perviven en los imaginarios y prácticas de las familias gitanas del Neuquén actual. Sin embargo, es evidente el proceso de transición de las familias extensas a las familias nucleares. También son  perceptibles las estrategias de las parejas más jóvenes con la finalidad de establecer cierto control de la natalidad para reducir la cantidad de hijos e hijas por familia.

Además se nota una mayor autonomía de las mujeres gitanas sobre sus cuerpos principalmente en las actitudes relacionadas con la salud reproductiva. Desde hace más de veinte años las mujeres gitanas realizan sus partos y controles ginecológicos en el sistema público de salud. Principalmente en hospitales provinciales como el Castro Rendón, el de mayor complejidad de la región.

Según Mirta Polandri -una asistente social que conoce y trabaja con las familias gitanas locales- las jóvenes transitan un proceso de transformación de sus actitudes tanto en el ejercicio como en la percepción de su salud reproductiva. El detonante de estas transformaciones se origina en el acceso a informaciones sobre métodos anti y contraceptivos.

Estos cambios de conducta, que modifican tanto las relaciones de género y como también las de carácter intergeneracional, se generan a partir de la transmisión de información entre las mujeres más jóvenes. Por lo general, las jóvenes de origen criollo -casadas con hombres gitanos- son portadoras de un bagaje de conocimientos sobre métodos y dispositivos anticonceptivos del sistema que Susana Ramírez Hita define como Modelo Médico Hegemónico[ix].

O sea se trata de una difusión intergénero, de carácter horizontal entre mujeres de dos culturas diferentes.

Y el impacto es de cambio en algunas pautas (…) de lo que es empezar a utilizar métodos anticonceptivos es claramente de salud que lo están tomando de las criollas. Porque la mujer criolla tiene una hermana, una prima, una amiga que  tomó pastillas, que se puso el DIU, que le fue bien, que vio que teniendo menos hijos tenía mejor calidad de vida, empiezan a aspirar a otras cosas ¿no?[x].

Otra asistente social -que trabaja en un barrio popular con población gitana- también percibe un cambio en las gitanas con relación a la salud reproductiva. Destaca el avance informativo de las gitanas con relación a los métodos anticonceptivos y sobre el método de ligaduras de trompas. Además las chicas más jóvenes -muchas veces acompañadas o en conocimiento de sus madres- solicitan a los centros de salud pastillas anticonceptivas. Estas acciones son realizadas en forma oculta de las abuelas y hombres de la familia, ya que la pérdida de la condición de virgen disminuye el precio de su dote.

También menciona ciertos conflictos generacionales entre las mujeres más viejas que desean que las jóvenes tengan una prole más numerosa, pero las jóvenes tanto gitanas como de origen criollo resisten a estas estrategias. Ejemplifica con el caso de una gitana de 40 años que se hizo una ligadura de trompas para interrumpir su posibilidad de procreación porque ya estaba en edad de ser abuela[xi].

Estos cambios, influenciados por las "libertades" y autonomía de las mujeres criollas también se extienden a otros aspectos de la vida cotidiana como el hecho de manejar vehículos, poseer el carnet automotor correspondiente, estar debidamente documentadas. Las mujeres gitanas de generaciones anteriores tenían vedadas estas posibilidades: "Son como ventajas que va trayendo la criolla que se incluye a una familia gitana"[xii].

Sin duda, algunos aspectos de las relaciones entre los géneros se están modificando en las generaciones más jóvenes. Es un hecho bastante común encontrar en la ciudad de Neuquén a gitanas que ejercen ciertas responsabilidades de gestiones financieras y afines del grupo familiar. Algunas son poseedoras de cuentas bancarias –por ejemplo en el Banco Nación-, de cajas de seguridad –Banco Francés- y de cuentas telefónicas.

Empero estas posibilidades de gestión económica de las gitanas merecen ser analizadas con cautela. Por lo general son desarrolladas por mujeres casadas –muchas veces de edad mediana y/o avanzada-, que han accedido a desarrollar estas gestiones debido a que sus esposos se encuentran inhabilitados por instancias judiciales. Aunque a veces -sin esa inhibición legal- algunos hombres gitanos prefieren colocar algunos bienes a nombre de la esposa para evitar embargos o situaciones parecidas en un futuro.

Volviendo al tema anterior: el proceso de aculturación de las jóvenes criollas en el seno de familias gitanas, el mismo se desarrolla con base a un intercambio intercultural, no exento de numerosos y permanentes conflictos y negociaciones  En este intercambio las mujeres criollas también tienen que ceder y comenzar cierto proceso de aculturación.

Las jóvenes deben incorporar pautas de la cultura gitana como el lenguaje, el respeto a los familiares mayores y -quizás lo más evidente para nuestra perspectiva- el uso de polleras como marca cultural: "Eh… pero… hay un intercambio en realidad, la mujer criolla trae algunas pautas y tiene que incluir otras, por ejemplo el uso de las polleras"[xiii].

La narradora –Mirta Polandri- menciona situaciones donde la imposición del uso de polleras se extendió a mujeres criollas que trabajaban en relación de dependencia con familias gitanas adineradas: 

me acuerdo que tengo un registro por ahí muy llamativo de una chica del interior de la provincia que vino a trabajar, de origen humilde de empleada doméstica en  una casa de una familia gitana rica, que puede -fíjate ahí- delegar funciones doméstica… no ya en otras mujeres sino en una mujer pagada, tener una empleada. Está hablando de la aculturación y esta chica tuvo que vestir ropa gitana para trabajar como empleada doméstica. Y como nosotros vemos en un barrio residencial les hacen poner un uniforme, una cofia y demás (risas)[xiv].

Sin embargo, las mujeres criollas que han aceptado incorporarse a las familias gitanas no lo hacen desde un rol pasivo. Ya he mencionado los cambios que estas actoras han generado respecto a la salud reproductiva; pero como bien señalan varias docentes de la Escuela N ° 67, las jóvenes criollas tienen importantes influencias en algunas transformaciones recientes de las formas de vida de la comunidad gitana local.

Ya que estas problemáticas no hacen a los propósitos centrales de mi investigación sólo mencionaré –y de manera sucinta- tres aspectos donde es posible percibir estos impactos. En primer lugar, una mayor tendencia a la escolarización de sus hijos e hijas. Así lo destaca una docente de nivel inicial de la Escuela N ° 56: “Bueno... ahora es como se han empezado ha casar gitanos con criollos, que ya las mamás tienen una formación, una educación por lo menos han hecho primaria ya en los chicos se nota el motivo”[xv]. Como segunda cuestión, estas madres ejercen una permanente presión para lograr un trato más igualitario entre sus hijos e hijas. Por ejemplo, intentando que las niñas no sean obligadas a abandonar la escuela en un tiempo más precoz que sus hermanos[xvi]. Finalmente, las mujeres criollas son bastantes reacias a dedicarse a ciertas actividades económicas que tradicionalmente han realizado las mujeres gitanas. Por ejemplo: al ejercicio de la adivinación de la suerte –la buenaventuranza-  y la mendicidad.

 

A modo de conclusión

 En los casos analizados de familias gitanas, las relaciones de género que se establecieron en el ámbito familiar se visualizan como relaciones de poder y subordinación sobre las mujeres. Situaciones que son percibidas como opresivas por parte de las maestras y asistentes sociales que tienen permanentes contactos con ellas.

Por su parte, en los discursos hegemónicos de las familias gitanas revela, en el caso de los hombres- la misma visión androcéntrica. Sin embargo, también refleja aspectos sociales más contradictorios, complejos y ricos que el del primer grupo mencionado.

Como una primera aproximación, parecería que el grupo de mujeres gitanas entrevistadas participa de un mismo universo cultural, que comparten un discurso común. Empero, creo haber encontrado señales de resistencias y de empoderamiento  –en especial en mujeres de generaciones más jóvenes- tanto a la opresión de clase como a la de género. Señales que se advierten sobre todo en los intersticios del discurso de las mujeres al reflexionar sobre su condición y también en las actitudes implementadas por las mismas ante la salud reproductiva.

De esta forma, considero que en el ámbito de las familias gitanas no sólo se establecieron relaciones sociales desiguales en cuanto a la relación de género, sino también a la de clase. Así, algunas mujeres gitanas poseen una doble alienación, tanto en la esfera familiar como en la laboral.



[i]D'ATRI, Andrea, "Feminismo y marxismo: más de 30 años". En Lucha de clases. Revista marxista de teoría y política  N º 4, Buenos Aires, noviembre del 2004, página 112.

[iv] Entrevista a Mariana Eberhardt, realizada por Rolando Bel, el 16/09/04 en la Escuela N º 67 de la ciudad de Neuquén.

[iv] Entrevista a Nicolasa Lascano realizada por Rolando Bel, el 13/06/05 en la escuela N º 67 de la ciudad de Neuquén.

[v] Entrevista a María del Carmen Puertas, ex - directora de la Escuela Primaria N ° 67. Realizada por Rolando Bel, octubre de 1.998, ciudad de Neuquén.

[vi] SAN ROMÁN, Teresa, La diferencia inquietante. Viejas y nuevas estrategias culturales de los gitanos, Madrid, Sigo XXI, 1997, páginas 97, 98, 99.

[vii] Entrevista a Esteban Costich, comerciante, realizada por Hugo Smith, Claudio Pino, José Luis Andrade y Jesica Blázquez -orientada por Rolando Bel- noviembre de 1998, en la ciudad de Neuquén.

[viii] Entrevista a Ana Perla Miguel, Neuquén, 22/05/05.

[ix] RAMÍREZ HITA, Susana, “Marginalidad, identidad, religión y salud en Potosí. Sistemas y prácticas de salud”. En Revista Nacional N º 4, La Paz, Bolivia, 2005, páginas 4 y 5.

[x]  Entrevista a Mirta Polandri,  realizada por Rolando Bel, en la ciudad de Neuquén el 12/10/04.

[xi] Entrevista a Mirta Polandri, op. cit.

[xi] Informe Etnológico N º 8, entrevista a asistente social A. A. , Centro de Salud de Villa Farrell. Ciudad de Neuquén, 01/06/04.

[xii] Entrevista a Mirta Polandri, op.cit.

[xiii] Idem.

[xiv] Ibidem.

[xv] Entrevista a Mariana Eberhardt, op.cit.

[xvi] La asistente social A. A. menciona el caso de una madre gitana de su barrio que realiza muchos esfuerzos para que sus hijos e hijas  se escolaricen. La misma debe enfrentar resistencias familiares, ya que este núcleo es muy cerrado, por los hombres son muy machistas. Informe Etnológico N º 8, op. cit.

 

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