Gitanas neuquinas, salud reproductiva y representaciones estéticas.
Gitanas neuquinas, salud reproductiva y representaciones estéticas. Rolando Javier Bel (FAHu-UNCo)
Introducción
De acuerdo a numerosos enfoques históricos y antropológicos,
la Patagonia argentina constituye un espacio singular dentro del territorio;
tanto por su tardía como abrupta incorporación a la territorialidad argentina. Se
trató de un proceso acontecido en las dos últimas décadas del siglo XIX.
Esta inclusión se realizó por medio de una campaña militar de
ocupación del espacio y exterminio de las sociedades indígenas que la poblaban
desde siglos. La clase dominante, los intelectuales de la época y la
historiografía tradicional no sólo justificaron esta acción genocida de
culturas tan ricas como la mapuche y la tehuelche sino que incluso la exaltaron
como una epopeya civilizadora conocida como
La provincia de Neuquén, que alcanzó ese status administrativo en 1957,
posee una extensión de aproximadamente
Este dinamismo económico tuvo su correlato en lo demográfico
con la permanente incorporación de grupos migratorios a la región: chilenos y chilenas, que desde el siglo
XIX y hasta la actualidad se
integran a la sociedad como mano de obra poco calificada en el trabajo de la
chacra, en la construcción, en el servicio doméstico. Lo mismo acontece con los
y las mapuches originarios de
El
género femenino en la cultura gitana
Las cuestiones de
género, en especial el desarrollo y articulación de las mismas dentro de un
determinado grupo socioétnico como también las relaciones con sujetos de la
sociedad hegemónica, generan mucho interés en recientes estudios realizados
desde las ciencias sociales. Considero que cualquier análisis sobre la
identidad y praxis de los colectivos subalternizados debe incluir los cruces
entre clase social, grupo étnico y género. Andrea D'Atri plantea que las
interlocuciones entre los avances del feminismo y los estudios de género deben
ubicar al marxismo como un interlocutor necesario. Este reconocimiento
implícito -a pesar de fuertes divergencias teóricas y políticas- a la
utilización de la clase obrera, la lucha de clases y el socialismo son
categorías que dan cuenta del modo de producción en el que vivimos, basado en
la explotación de millones de seres humanos por parte de un puñado de
capitalistas[i]. Es en esta perspectiva que propongo mi
enfoque de las mujeres gitanas neuquinas.
Hasta la actualidad, no existen trabajos de investigación
sobre la cuestión de género en los grupos gitanos para el espacio nacional ni
tampoco para el contexto regional. Empezaré tratando de analizar algunas visiones
circulantes en los imaginarios de las docentes y asistentes sociales que han
tenido -y tienen- relaciones y contactos frecuentes, a veces cotidianos, con
integrantes de la comunidad gitana.
Gran parte de las maestras perciben a las familias gitanas
que envían a sus niños y niñas a la escuela como machistas, especialmente a los
varones -tanto a los adultos como a los infantes-:
por ejemplo
el otro día se habían peleado dos gitanos uno le pegaba mucho a las nenas
porque eso también los vemos los chiquitos gitanos les pegan mucho a las
mujeres. (…) Entonces: -Por qué le pegás-, entonces le empecé a decir yo: -No
Lázaro, a las mujeres no se les pega, no se les pega a nadie, pero ustedes son
más grandotes, no le tenés que pegar a una mujer- y entonces se acerca ya venía
la esposa de… -¡Vos sabés Baby… porque había sido alumna de la escuela… vos
sabés Baby, ¡no sabés lo que me pasó!, que éste me quería pegar a mí, éste me
quería pegar, de sí que me escapé- (risas). -Pero yo estoy retando los chicos y
ustedes hacen exactamente lo mismo, ¡cómo van a hacer eso!, ¡los chicos no
tienen que ver eso!-. Y los gitanos se reían, por supuesto que después van a
hacer la suya[ii].
Las representaciones existentes en la sociedad hegemónica
neuquina sobre la situación y protagonismo de las mujeres gitanas son a la vez
contradictorias y ambiguas. La mirada de las docentes neuquinas también
involucra una perspectiva de género, inherente a otro grupo sociocultural. La
mayoría de las docentes destacan el machismo imperante en estas familias.
Mariana docente de nivel inicial de la escuela N ° 56, me comentaba sorprendida
el siguiente hecho: uno de sus alumnitos gitanos, le preguntó porque usaba un
celular, ya que al celular solamente lo
usas sí sos hombre[iii].
Destaca que esta conducta se manifiesta con marcado
favoritismo gitano por los niños en desmedro de las niñas. También en las
restricciones impuestas a las niñas que a partir de cierta edad deben utilizar
los vestidos tradicionales como marca
identitaria. Además estas infantas son retiradas prematuramente de la
escuela por sus familias, al menos antes que los varones; con el propósito de
impedir su socialización con las pautas de la cultura dominante.
Como destaca una maestra de
Sin embargo, estas miradas docentes que enfatizan la conducta
machista de las familias gitanas, se complementa con otros análisis. Por
ejemplo, otra docente de la misma institución destaca: "Por ejemplo la abuela… porque es muy importante la palabra de la
abuela es un matriarcado. Al hombre se le hacen una serie de concesiones pero
en realidad quién manda y quién decide todo es la gitana vieja, es la abuela. Y
es palabra santa lo que dice la abuela"[v].
Como bien se ha investigado en otros grupos socioculturales-
por ejemplo en la cultura mapuche y en algunas comunidades aymarás bolivianas-
en determinadas colectividades pueden coexistir fuertes rasgos de poder
matriarcal en un sistema patriarcal. Teresa San
Román menciona un esquema similar en familias gitanas de Barcelona.
Esta antropóloga considera a esta cultura como fuertemente
machista por los siguientes elementos: el concepto de raza, de transmisión de un apellido o linaje es de carácter
patrilineal; las familias –sean extensas, nucleares o de otras formas- se
establecen con base a un criterio de patrilocalidad; la red de solidaridades se
establece entre hombres adultos, por ejemplo de compadrazgo, que además de
vínculos de amistad instrumentaliza posibles reciprocidades económicas y
comerciales; el sistema de justicia y ética gitana –denominado kriss- solo es
ejercido por hombres adultos; finalmente, existe en el seno de las familias
gitanas una rígida división del trabajo, que establece claramente los rubros en
los que pueden desempeñarse hombres y mujeres. Aún en las familias gitanas más
flexibles no existen mujeres dedicadas a la compraventa de automotores[vi].
La mayoría de los testimonios de las docentes de las escuelas
N ° 67 y N ° 118 coinciden en la distintiva indumentaria de las niñas gitanas,
en especial al uso de polleras. Prenda a la que perciben como parte principal
de la indumentaria tradicional gitana y también como una importante marca cultural.
La imposición de las polleras y vestidos gitanos es impuesta
a las niñas, generalmente a partir de los 8 y 9 años. Las niñas de menor edad
pueden concurrir a la escuela con pantalones y buzos deportivos como nos cuenta
Nicolaza: "No, se visten con la ropa
de nuestra cultura. Las nenas no vienen con polleras, con buzitos".
Estas situaciones ya eran perceptibles a fines de los
noventa: "Otros en el invierno ahora, últimamente estos últimos años
vienen con buzitos, con pantalones pero ya cuando son un poco más grande les
sacan los pantalones y los hacen venir con polleras largas. Ya ha una
determinada edad tienen que usar pollera larga".
Además de constituirse en una marca de la cultura gitana
también es un indicador de un intento de control patriarcal sobre el cuerpo, un
condicionante genérico androcéntrico sobre la sensualidad y la sexualidad de
las niñas.
En las últimas décadas se ha reforzado el control por parte
de gitanas y gitanos adultos sobre la vestimenta, maquillaje y aún actitudes de
niñas y adolescentes de esta comunidad. Estos intentos de disciplinamiento
remiten a la combinación de dos causas, que se fortalecen mutuamente. Por un
lado, las imposiciones de la estética tradicional gitana, por ejemplo el uso
del pañuelo en la cabeza de la mujer gitana casada o el recato ante hombres de
la cultura hegemónica. Por el otro, la imposición de normas puritanas a partir
de pastores evangelistas y neopentecostales, de acuerdo a la religión que
practica cada familia gitana.
El comerciante gitano Esteban Costich expresa en su relato
esta norma fortalecida por el sincretismo: "Y
bueno, y así fuimos discriminados de la sociedad porque siempre nos miraron un
poquito de relejos, con recelo por el hecho de que tenemos nuestras costumbres
los gitanos, de que usaran las gitanas las polleras largas y es un mandamiento
que nos dio Dios nuestro señor Jesucristo eh… porque hay una época de 5 o 6.000
años atrás, todo el mundo usaba vestido largo, había mucho respeto, su pelo
recogido, el varón con el pelo corto, la mujer con el pelo largo"[vii].
Ana Perla Miguel, practicante de otra rama pentecostal
también comparte esta concepción donde las/os gitanas/os que respeten las
tradiciones impuestas por Dios serán parte del ejército elegido para el próximo
reino a crearse con el regreso de Cristo. Por eso reivindica el uso del caballo
largo, las trenzas, los vestidos recatados y la realización de ciertas
prácticas de purificación como la prohibición de maquillarse, control de la
coquetería femenina, del consumo de alcohol y del tabaco[viii].
Mujeres gitanas y salud reproductiva
La salud reproductiva y las disputas sobre el control y
estética corporal son problemáticas de mucho peso en las comunidades gitanas,
que muchas veces se manifiestan o se amplifican en las interacciones con
integrantes de la sociedad hegemónica -la denominada criolla-.
De acuerdo a la cultura tradicional gitana las familias
tendían a ser extensas con una estrategia reproductiva de procrear a varios
hijos e hijas. En estas condiciones las mujeres se casaban a edades muy
tempranas -casi adolescentes- y en poco tiempo se convertían en madre de varios
descendientes. La maternidad era vista como un atributo importante e
imprescindible de toda mujer gitana.
Es difícil conocer hasta qué punto estos valores y
tradiciones perviven en los imaginarios y prácticas de las familias gitanas del
Neuquén actual. Sin embargo, es evidente el proceso de transición de las
familias extensas a las familias nucleares. También son perceptibles las estrategias de las parejas
más jóvenes con la finalidad de establecer cierto control de la natalidad para
reducir la cantidad de hijos e hijas por familia.
Además se nota una mayor autonomía de las mujeres gitanas
sobre sus cuerpos principalmente en las actitudes relacionadas con la salud
reproductiva. Desde hace más de veinte años las mujeres gitanas realizan sus partos
y controles ginecológicos en el sistema público de salud. Principalmente en
hospitales provinciales como el Castro Rendón, el de mayor complejidad de la
región.
Según Mirta Polandri -una asistente social que conoce y
trabaja con las familias gitanas locales- las jóvenes transitan un proceso de
transformación de sus actitudes tanto en el ejercicio como en la percepción de
su salud reproductiva. El detonante de estas transformaciones se origina en el
acceso a informaciones sobre métodos anti y contraceptivos.
Estos cambios de conducta, que modifican tanto las relaciones
de género y como también las de carácter intergeneracional, se generan a partir
de la transmisión de información entre las mujeres más jóvenes. Por lo general,
las jóvenes de origen criollo -casadas con hombres gitanos- son portadoras de
un bagaje de conocimientos sobre métodos y dispositivos anticonceptivos del
sistema que Susana Ramírez Hita define como Modelo Médico Hegemónico[ix].
O sea se trata de una difusión intergénero, de carácter horizontal
entre mujeres de dos culturas diferentes.
Y el
impacto es de cambio en algunas pautas (…) de lo que es empezar a utilizar
métodos anticonceptivos es claramente de salud que lo están tomando de las
criollas. Porque la mujer criolla tiene una hermana, una prima, una amiga
que tomó pastillas, que se puso el DIU,
que le fue bien, que vio que teniendo menos hijos tenía mejor calidad de vida,
empiezan a aspirar a otras cosas ¿no?[x].
Otra asistente social -que trabaja en un barrio popular con
población gitana- también percibe un cambio en las gitanas con relación a la
salud reproductiva. Destaca el avance informativo de las gitanas con relación a
los métodos anticonceptivos y sobre el método de ligaduras de trompas. Además
las chicas más jóvenes -muchas veces acompañadas o en conocimiento de sus
madres- solicitan a los centros de salud pastillas anticonceptivas. Estas
acciones son realizadas en forma oculta de las abuelas y hombres de la familia,
ya que la pérdida de la condición de virgen disminuye el precio de su dote.
También menciona ciertos conflictos generacionales entre las
mujeres más viejas que desean que las jóvenes tengan una prole más numerosa,
pero las jóvenes tanto gitanas como de origen criollo resisten a estas
estrategias. Ejemplifica con el caso de una gitana de 40 años que se hizo una
ligadura de trompas para interrumpir su posibilidad de procreación porque ya estaba en edad de ser abuela[xi].
Estos cambios, influenciados por las "libertades" y
autonomía de las mujeres criollas también se extienden a otros aspectos de la
vida cotidiana como el hecho de manejar vehículos, poseer el carnet automotor
correspondiente, estar debidamente documentadas. Las mujeres gitanas de
generaciones anteriores tenían vedadas estas posibilidades: "Son como ventajas que va trayendo la
criolla que se incluye a una familia gitana"[xii].
Sin duda, algunos aspectos de las relaciones entre los
géneros se están modificando en las generaciones más jóvenes. Es un hecho
bastante común encontrar en la ciudad de Neuquén a gitanas que ejercen ciertas
responsabilidades de gestiones financieras y afines del grupo familiar. Algunas
son poseedoras de cuentas bancarias –por ejemplo en el Banco Nación-, de cajas
de seguridad –Banco Francés- y de cuentas telefónicas.
Empero estas posibilidades de gestión económica de las
gitanas merecen ser analizadas con cautela. Por lo general son desarrolladas
por mujeres casadas –muchas veces de edad mediana y/o avanzada-, que han
accedido a desarrollar estas gestiones debido a que sus esposos se encuentran
inhabilitados por instancias judiciales. Aunque a veces -sin esa inhibición
legal- algunos hombres gitanos prefieren colocar algunos bienes a nombre de la
esposa para evitar embargos o situaciones parecidas en un futuro.
Volviendo al tema anterior: el proceso de aculturación de las
jóvenes criollas en el seno de familias gitanas, el mismo se desarrolla con base a un intercambio intercultural,
no exento de numerosos y permanentes conflictos y negociaciones En este intercambio las mujeres criollas
también tienen que ceder y comenzar cierto proceso de aculturación.
Las jóvenes deben incorporar pautas de la cultura gitana como
el lenguaje, el respeto a los familiares mayores y -quizás lo más evidente para
nuestra perspectiva- el uso de polleras como marca cultural: "Eh… pero… hay un intercambio en
realidad, la mujer criolla trae algunas pautas y tiene que incluir otras, por
ejemplo el uso de las polleras"[xiii].
La narradora –Mirta Polandri- menciona situaciones donde la
imposición del uso de polleras se extendió a mujeres criollas que trabajaban en
relación de dependencia con familias gitanas adineradas:
me acuerdo que tengo un registro
por ahí muy llamativo de una chica del interior de la provincia que vino a
trabajar, de origen humilde de empleada doméstica en una casa de una familia gitana rica, que
puede -fíjate ahí- delegar funciones doméstica… no ya en otras mujeres sino en
una mujer pagada, tener una empleada. Está hablando de la aculturación y esta
chica tuvo que vestir ropa gitana para trabajar como empleada doméstica. Y como
nosotros vemos en un barrio residencial les hacen poner un uniforme, una cofia
y demás (risas)[xiv].
Sin embargo, las mujeres criollas que han aceptado
incorporarse a las familias gitanas no lo hacen desde un rol pasivo. Ya he
mencionado los cambios que estas actoras han generado respecto a la salud
reproductiva; pero como bien señalan varias docentes de la Escuela N ° 67, las
jóvenes criollas tienen importantes influencias en algunas transformaciones
recientes de las formas de vida de la comunidad gitana local.
Ya que estas problemáticas no hacen a los propósitos
centrales de mi investigación sólo mencionaré –y de manera sucinta- tres
aspectos donde es posible percibir estos impactos. En primer lugar, una mayor
tendencia a la escolarización de sus hijos e hijas. Así lo destaca una docente
de nivel inicial de
A
modo de conclusión
En los casos analizados de familias
gitanas, las relaciones de género que se establecieron en el ámbito familiar se
visualizan como relaciones de poder y subordinación sobre las mujeres.
Situaciones que son percibidas como opresivas por parte de las maestras y
asistentes sociales que tienen permanentes contactos con ellas.
Por su parte, en los discursos hegemónicos de las familias
gitanas revela, en el caso de los hombres- la misma visión androcéntrica. Sin
embargo, también refleja aspectos sociales más contradictorios, complejos y
ricos que el del primer grupo mencionado.
Como una primera aproximación, parecería que el grupo de
mujeres gitanas entrevistadas participa de un mismo universo cultural, que
comparten un discurso común. Empero, creo haber encontrado señales de resistencias y de empoderamiento –en
especial en mujeres de generaciones más jóvenes- tanto a la opresión de clase
como a la de género. Señales que se advierten sobre todo en los intersticios
del discurso de las mujeres al reflexionar sobre su condición y también en las
actitudes implementadas por las mismas ante la salud reproductiva.
De esta forma, considero que en el ámbito de las familias
gitanas no sólo se establecieron relaciones sociales desiguales en cuanto a la
relación de género, sino también a la de clase. Así, algunas mujeres gitanas
poseen una doble alienación, tanto en la esfera familiar como en la laboral.
[i]D'ATRI, Andrea, "Feminismo y marxismo: más de 30 años". En Lucha de clases. Revista marxista de teoría y política N º 4, Buenos Aires, noviembre del 2004, página 112.
[iv]
Entrevista a Mariana Eberhardt, realizada por Rolando Bel, el 16/09/04 en
[iv] Entrevista a Nicolasa
Lascano realizada por Rolando Bel, el 13/06/05 en la escuela N º 67 de la
ciudad de Neuquén.
[v] Entrevista a María del
Carmen Puertas, ex - directora de
[vi] SAN ROMÁN, Teresa, La diferencia inquietante. Viejas y nuevas
estrategias culturales de los gitanos, Madrid, Sigo XXI, 1997, páginas 97,
98, 99.
[vii]
Entrevista a Esteban Costich, comerciante, realizada por Hugo Smith, Claudio
Pino, José Luis Andrade y Jesica Blázquez -orientada por Rolando Bel- noviembre
de 1998, en la ciudad de Neuquén.
[viii] Entrevista a Ana Perla
Miguel, Neuquén, 22/05/05.
[ix] RAMÍREZ HITA, Susana,
“Marginalidad, identidad, religión y salud en Potosí. Sistemas y prácticas de
salud”. En Revista Nacional N º 4,
[x] Entrevista a Mirta Polandri, realizada por Rolando Bel, en la ciudad de
Neuquén el 12/10/04.
[xi] Entrevista a Mirta Polandri, op. cit.
[xi] Informe Etnológico N º 8,
entrevista a asistente social A. A. , Centro de Salud de Villa Farrell. Ciudad
de Neuquén, 01/06/04.
[xii] Entrevista a Mirta Polandri, op.cit.
[xiii] Idem.
[xiv] Ibidem.
[xv] Entrevista a Mariana Eberhardt, op.cit.
[xvi] La asistente social A. A.
menciona el caso de una madre gitana de su barrio que realiza muchos esfuerzos
para que sus hijos e hijas se
escolaricen. La misma debe enfrentar resistencias familiares, ya que este núcleo es muy cerrado, por los
hombres son muy machistas. Informe Etnológico N º 8, op. cit.