Mayo francés.

 
Mayo Francés

Francia, 1968. Una economía que se desacelera, un sistema universitario autoritario y caduco, un proceso de luchas antiimperialistas con epicentro en Vietnam. Tal es el contexto general que hará posible lo impensable: varias semanas de acciones revolucionarias de masas en uno de los países más ricos de la tierra: en la hasta entonces muy tranquila y opulenta Francia de Charles de Gaulle.Los sucesos que habrían de conmover al mundo, generando consignas que aún hoy hacen fortuna -"prohibido prohibir"; "la imaginación al poder"-, comenzarían de manera imprevista y afectarían, en el comienzo, a nada más que un puñado de estudiantes radicalizados. El 20 de marzo de 1968, son detenidos por la policía varios estudiantes que habían participado de una movilización en apoyo al Frente de Liberación Nacional de Vietnam. El 22 de marzo, en Nanterre, se realiza un mitin por la liberación de los detenidos. Luego del mitin, un grupo de 142 estudiantes proceden a ocupar las oficinas administrativas de la Universidad. Y los 142 establecen una metodología por entonces novedosa: discusión política en pequeños grupos; luego asambleas generales.En los días siguientes, primero cientos y luego miles de estudiantes se suman a la ocupación. Los debates se profundizan, las asambleas se agigantan. Se proclama el boicot a los exámenes y se reclaman cambios en la vida universitaria. Las autoridades, desconcertadas y enfurecidas, declaran el cierre de la Universidad de Nanterre. Pero los sucesos de Nanterre son contagiosos. El virus se esparce hasta la Sorbona. El tres de mayo se prepara un mitin. En un ambiente de ebullición, el rector ordena el cierre de la Sorbona, que es ocupada por la policía. Como respuesta, los estudiantes ocupan el barrio Latino, que circunda a la Sorbona, cercando las instalaciones. En los días siguientes se sucederán multitudinarias manifestaciones y salvajes represiones. Las calles de París se cubrirán de barricadas. Todo el sistema político tradicional, con sus inercias y sus rutinas, se verá violentamente sacudido por las acciones multitudinarias de esos estudiantes que, lejos establecer reclamos puntuales, repudian como un todo a las jerarquías sociales, el consumismo y la alienación capitalistas. Tan disruptivas resultarán sus acciones, que descolocan al mismísimo partido comunista. El Partido Comunista Francés -heredero de las glorias de la resistencia al ocupante nazi y retóricamente fiel, todavía, a la revolución- se ve sorprendido y cuestionado por una juventud revolucionaria que ya no acepta su burocratismo, su autoritarismo y sus prácticas tediosamente conservadoras. Ha surgido una izquierda de la izquierda. Una izquierda revolucionaria pero no comunista (o al menos no estalinista).Y son tan masivas las movilizaciones, y tan brutal la respuesta del presidente de Gaulle y de la policía, que poco a poco, a pesar de las evidentes incomprensiones y los no menos evidentes equívocos, muchos trabajadores, muchos obreros, proceden a declararse en huelga y a ocupar las fábricas. Sin que ninguna organización los convocara, de repente hay en Francia diez millones de huelguistas. La CGT se limita a constatar el hecho y a no repudiarlo, pero nunca declarará la huelga general. La conmoción es mayúscula. Y sin embargo, los manifestantes carecían de un programa político. Más aún, no tenían ni siquiera el esbozo de un proyecto político de acción a largo plazo. Era la acción aquí y ahora, a todo o nada. Una movilización permanente de corte anti-capitalista, pero ¿y después qué?Los distintos grupos que impulsaban las acciones carecían de unidad al respecto, e incluso y fundamentalmente, adolecían de un proyecto alternativo medianamente claro. En tales circunstancias, el movimiento se fue agotando a sí mismo... acorralado por la presión de todas las fuerzas del orden, desde el presidente de Gaulle hasta el mismísimo Partido Comunista. En junio los obreros fueron volviendo de a poco a sus tareas, tras acuerdos parciales con sus respectivas patronales. Las movilizaciones estudiantiles fueron mermando, y poco a poco la calma retornó a la Francia. El epílogo inmediato sería más bien triste: pocas semanas después el mismísimo de Gaulle triunfaría en las elecciones.Y sin embargo, la bandera había sido plantada, el hecho ya no podría ser borrado: incluso en las sociedades opulentas del capitalismo tardío se podían vivir acciones revolucionarias. La revolución no era cosa solamente de la periferia capitalista: el centro también podía verse sacudido por la fiebre insurreccional. Los estudiantes franceses y los jóvenes obreros que los secundaron derrocharon ardor y pasión revolucionaria. Eso estuvo muy bien. Pero les faltó tesón y paciencia para construir una política anti-sistémica de largo aliento. Este es quizá el mensaje que desde este espacio quisiéramos rescatar de las magníficas jornadas de mayo del sesenta y ocho: la lucha antisistémica requiere, indudablemente, de mucha pasión; pero también necesita tesón militante, y algo de paciencia oriental.

A. P - Viento del Sur- año 2013

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