Marina Vilte


El 24 de marzo de 1976, un nuevo Golpe de Estado derrocaba al gobierno constitucional encabezado por María Estela Martínez de Perón e instalaba en el poder una Junta militar, inaugurando de esta manera así autodenominado Proceso de Reorganización Nacional que se distinguió entre otras cosas, por la brutalidad de la represión política. Pilar Calveiro por citar una autora en su extraordinario libro; Poder y Desaparición. Los campos de concentración en Argentina (2007) nos describe y explica la manera en que se planificó, organizó y ejecutó, por ejemplo, el dispositivo de los campos de detención y exterminio que funcionaron en todo el país, por los cuales pasaron miles y miles de personas. Los perseguidos, las perseguidas, las víctimas, iban a desaparecer. Eso era el terrorismo de Estado. Las Fuerzas Armadas se dedicaron a la muerte clandestina en tiempos de “zonas liberada”.

El Golpe del 76 fue “estratégico” porque tuvo como objetivo la reestructuración del Estado y la sociedad argentina: es decir, había que desarticular un Estado intervencionista, liberalizar la economía y lograr el disciplinamiento social, objetivos que tienen demasiada vigencia y actualidad por estos días. En cuanto al disciplinamiento de la sociedad, meses antes de golpe comienza el ejercicio del terror desde el Estado y la violación sistemática de los DDHH especialmente contra militantes sociales de organizaciones gremiales y políticas. En este sentido, hay que recordar que, para el autodenominado Proceso de Reorganización Nacional, era importante detener la “subversión” dentro del sistema educativo, apelando al “aniquilamiento” de cientos y cientos de docentes: el dispositivo ocasionó que más de 600 docentes sean detenidos/as desaparecidos/as.

Es así como un 24 de marzo de 1976 era secuestrada Marina Vilte el mismo día del Golpe, y en la lista encontramos a los hermanos Arancibia, Isauro y Arturo asesinado a balazos en el local sindical de maestros de Tucumán, y también en Neuquén a Nano Balbo detenido el mismísimo día del Golpe, torturado en la Delegación de la Policía Federal de Neuquén, preso en la cárcel U9 y luego fue trasladado al penal de Rawson, más tarde a la cárcel de Caseros, y como los mencionados, miles y miles a lo ancho del país. También es necesario recordar en una interminable lista a Susana Bermejillo de 26 años, profesora de Literatura y estudiante de Filosofía asesinada un 20 de marzo de 1976 por paramilitares vinculados a Concentración Nacional Universitaria (CNU) y la Triple A. Como Marina y Susana trabajadoras de la educación ambas, la Dictadura no escatimó crueldad contra las mujeres, en el marco de su plan de exterminio.

Finalmente hay que recordar que, Marina Vilte fue nuevamente secuestrada-desaparecida el 31 de diciembre de 1976, en su ciudad natal de San Salvador y en su propia casa junto a su hermana Selva . En el libro “Marina Vilte, Blanco en los 70” escrito por Sofía D´Andrea, la autora señala en el prólogo del libro al referirse a Marina Vilte que “en varios ámbitos de Jujuy su nombre circula mucho más de lo que ella misma hubiera imaginado, de modo que merecía ser revelada como persona, como hacedora, conocida por su vida, no sólo por su muerte”. Marta Dillon, en la contratapa del libro expresa lo siguiente: “Esta no sólo es una biografía: es un retrato de época. Un retrato urgente que ha sobrevivido al tiempo y al dolor con la misma energía que se puede adivinar en esas compañeras y esos compañeros que Sofía D`Andrea recupera como quien escarba la tierra con las manos y es capaz de soplar vida en ese barro que a veces nada devuelve. Esa tierra es su querido Jujuy, que en este libro aparece en el esplendor de sus cerros y su monte y también en el dolor de los pueblos siempre postergados. En esta tierra es donde Marina Vilte se convirtió en maestra y en dirigente gremial acompañando el proceso irrevocable que dibujó otras siluetas para las docentes: ya no más “segunda madre”, tan dedicada al sacrificio y al cuidado como la primera. Maestras sí, educadoras; pero también trabajadoras –y trabajadores- que viven y sufren al mismo compás que el pueblo al que pertenecen”.



«Compañeras» Laura y Alejandro Vilte

Tum… tum... tum... 
Yo soy cantora del pueblo 
yo nunca me'i de callar
 Aunque me lleven de a rastras
 mi memoria quedará. 

No había pensado tanto en ella como este día. 
Afuera llueve y las coplas de mujeres y hombres se mezclan con las gotas que parecen adormilarse entre las cajas. Sobre la pared de adobe, el santo eterno y polvoriento colgado y un rayito de luz que se mete por entre los cardones viejos del techo. Me gustaría poder salir, cantar, macharme de chicha y de sueños, de miradas, de tonadas, del olor a barro del río crecido, de la albahaca verde y orgullosa, de sombreros cantores... Uno canta lo que siente, lo que vive, lo que sufre, lo que lucha… decía Marina. 
¡Cómo habremos cantado y farreado… ji ji! ¡Juera lindo! Noches enteras, carnavales donde todo se comparte. Señaladas y marcadas de chivitos y de vacas. La alegría de vivir... Cantar en su escuela, en su aula, desde el corazón de sus alumnos. En el gremio con sus compañeros, en cada conquista social. 
Hace mucho que no siento sus manos sobre mí. Acariciándome, renaciendo en los sonidos de mi cuerpo, ajustando mi chirlera, mis cueros. Hablándome como si hablara a su gente. 
Cuando los copleros se juntan y cantan, las cajas aprovechamos para contarnos secretos que solo nosotras comprendemos, y entonces me enteraba que quizás andaría Marina por San Salvador de Jujuy. Eran épocas oscuras, donde la gente tenía miedo, había mucha desconfianza y muchas injusticias, se decía que a las personas se las llevaban y después no aparecían más. Mucho dolor llevaba y traía el viento sobre mi tierra. Pensaba que en ese lugar podría estar. Si nunca se callaba cuando cantaba, menos se iba a callar viendo a su pueblo sufrir. 
Me hubiera gustado tanto estar con ella en esos momentos, entrar a la cárcel para acompañarla en sus coplas y dar fuerza a los compañeros, a los maestros presos. Vibrar con sonidos de esperanza entre esos muros arrancasueños, contrapuntear su voz de trueno y su sonrisa inmutable. 
Me hubiera gustado tanto estar con ella cuando se la llevaron, aferrarme con mi guastana a su corazón.
 Por ahí dicen que las cajas resguardamos la memoria de los copleros que nos tocan, los amores, los desencuentros, las tristezas, sobre todo la lucha y la vida cotidiana. Con mi sonido su nombre hace eco en los cerros y vive siempre. 
Mi maestra, mi compañera querida, mi Marina Vilte… A veces me gusta pensar que estoy en tus recuerdos… como vos seguís en los míos. 

Purmamarca, 31 de diciembre de 2005

extraido Treinta ejercicios de memoria /A treinta años del golpe
2006. Ministerio de Educación, Ciencia y
Tecnología de la Nación Argentina.

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