"Cocinar hoy es un acto político"
"Cocinar, hoy en día se transformó en un acto político porque la desaparición de las habilidades culinarias nos deja a merced de las grandes corporaciones, que no cocinan con cuidado, con buenos ingredientes ni con amor." (Michael Pollan: "Cocinar hoy es un acto político")
* "Cocinar es una protesta contra la infiltración de intereses comerciales por cada rendija de nuestras vidas"
* "Cocinar por el puro placer de hacerlo y dedicar parte de nuestro tiempo de ocio a ello es declarar nuestra independencia de las corporaciones que buscan convertir cada momento en una ocasión para consumir. Es rechazar la debilitadora idea de que, al menos cuando estamos en casa, producir es un trabajo que debemos dejar a otros, y de que la única forma legítima de ocio es el consumo. Esa dependencia que los vendedores llaman 'libertad"
* "Nuestra comida la hace la industria; nuestra salud la llevan los médicos; el ocio, Hollywood y los medios; la política, los políticos, y así sucesivamente. Llega un momento en que no sabemos hacer muchas cosas por nosotros mismos, más allá de la que hacemos para ganarnos la vida", explica Pollan.
Una lectura de Cocinar, una historia natural de la transformación, de Michael Pollan (Debate).
Por Cecilia Boullosa.
Una noche a Michael Pollan se le ocurre hacer un experimento culinario con su familia, su mujer Judith y su hijo Isaac: “una noche de microondas”. La propuesta es simple: en el supermercado, cada uno debe elegir el alimento que más lo tiente entre todos los preparados, procesados y envasados por una corporación de la alimentación –una elección difícil porque la variedad cada es más inmensa, desde burritos y bowls de arroz tailandés hasta pollo frito y satays de indonesia- y, una vez en casa, calentarse su porción, cada uno a su turno. Pollan comprueba que en toda la logística tardan casi el mismo tiempo que les llevaría preparar una cena simple y casera desde cero (lo cual desarma la principal promesa de este tipo de comida: ahorrá tiempo, para dedicarlo a tareas que te gusten más como mirar la tele) y, sobre todo, separa, aísla, genera un energía centrífuga en la que cada uno está ocupado en su plato y sólo en su plato. “El horno a microondas es tan antisocial como el hogar es comunal. ¿Quién se reúne alrededor de un horno Panasonic?”. La malograda noche del microondas aparece al promediar Cocinar (Debate), el último libro de Michael Pollan, un periodista de alimentación neoyorquino al que la revista Time postuló como una de las cien personas más influyentes del mundo y que acuñó esa frase famosa de que “comida es cualquier cosa que tu abuela reconocería como comida”. La comida, para disgusto de las abuelas, hoy se convirtió en una abstracción, en una cosa que sale de latas y de paquetes, que se multiplica y rebosa de las góndolas casi sin ningún tipo de intervención nuestra. En un mundo en el que cocinar dejó de ser una actividad obligatoria, Pollan hace un alegato para que volvamos a colonizar la cocina. “¡A cocinar!”, dice como las madres llaman a sus hijos a comer. Más allá de los beneficios saludables de la cocina casera sobre la procesada, también como una cuestión de supervivencia cultural – según Lévi-Strauss cocinar es una actividad específicamente humana, el acto mediante el cual comienza la cultura- y como una afrenta política a las corporaciones. A pesar de eso, no es un fundamentalista. No dice que nos tenemos que poner a amasar fideos como hace cien años o cultivar morrones en el balcón. Lo que dice es que es importante que volvamos a recuperar la realidad de la comida y que ésta vuelva a ocupar un lugar significativo de nuestro tiempo. En Estados Unidos hoy la gente dedica a esta tarea un promedio de 27 minutos, casi la mitad que hace cincuenta años. Pollan llama paradoja culinaria al hecho de que muchos ocupan más tiempo viendo cómo se prepara un plato en un show de cocina que haciéndolo. La comida como espectáculo, como un artificio que vemos a través de la tele, las cuentas de Instagram o de Pintarest, cada vez más linda y lejana, cada vez más cáscara y menos pulpa, cada vez más porno y menos amor. En su investigación de casi 500 páginas Pollan se propone ir hasta las raíces y contarlo: aprende a asar un cerdo a leña durante todo la noche, a preparar un buen braseado, a fermentar vegetales, a destilar cerveza, a hacer pan. Entra en contacto con la materia, con los procesos químicos que se generan por efecto del calor, entiende el valor fundamental de “la práctica, la presencia y la paciencia” en la cocina, charla con chefs, maestros parrilleros, maestros panaderos. El libro está dividido en cuatro partes, cada una correspondiente a un elemento de la naturaleza: fuego, agua, aire, tierra. “¿Cómo era posible que unos simples trozos de carbón incandescente y un leño de roble transformase en algo que nunca nos comeríamos –un cerdo muerto- en algo tan irresistible?, se pregunta Pollan mientras viaja por el Sur de Estados Unidos en busca de la mejor parrillada, una de las dos cosas –dice un entrevistado- que han trascendido las históricas diferencias raciales en esa región (la otra es Vietnam). O postula: “El ambiente que reina cuando se cocina al fuego es heroico, masculino, teatral, incomparable, jactancioso y ligeramente ridículo". El periodista identifica tres momentos clave en la evolución de la cocina: la primera bajo el símbolo de la comunidad, que se reunía alrededor del fuego donde se asaba el animal, la segunda en torno a la familia reunida alrededor de la olla con el estofado, la tercera, cada vez más actual, hace un culto a la persona individual. “Comé lo que quieras”. ¿Se puede volver atrás? ¿Es una vuelta atrás o un regreso que nos va a terminar salvando? Es una pregunta y un desafío de este libro. En relación a esto, en el capítulo "Fuego" describe su visita un asador vasco, donde cocina Bittor Arguinzoniz, un ex leñador y electricista, chef autodidacta. Arguinzoniz es lo anti-Ferán Adrià, un tipo que dice que “el carbón es el enemigo” y que usa el humo de la leña casi como un sexto sabor. Esa noche, en esa aldea situada en las colinas rocosas entre San Sebastián y Bilbao, Pollan tiene una de las mejores comidas de su vida –la describe en detalle, como ese banquete inolvidable de La fiesta de Babette. Hacia el final, el vasco le dice algo a Pollan que, tal vez, podría funcionar como las claves de lectura de este libro: “Ferrán cocina para el futuro. Yo estoy más interesado en el pasado. Sin embargo, cuanto más retrocedamos, más podremos avanzar”.
Viernes 11 de julio de 2014 https://eternacadencia.com.ar/nota/un-regreso-necesario-a-la-cocina/9414