El Genocidio de los pueblos Originarios.
V. Final de fiesta
Es que la guerra contra el “salvaje” se hizo sin piedad. El comandante Prado informa que a los indios que se tomaban prisioneros se los estaqueaba y torturaba atrozmente, mutilándolos o descoyuntándolos para que informaran. El general Roca escribió: “La ola de bárbaros que ha inundado por espacio de siglos las fértiles llanuras ha sido por fin destruida”. Y finalmente informará al Congreso: “El éxito más brillante acaba de coronar esta expedición dejando así libres para siempre del dominio del indio esos vastísimos territorios que se presentan ahora llenos de deslumbradoras promesas al inmigrante y al capital extranjero”.(27)
Pero la sociedad argentina trataba de convencerse a sí misma de que había hecho una buena obra. Un año después, el coronel Barbará expresaba: “Los indios hoy ya han perdido la fisonomía salvaje. La reacción se ha operado hasta en su físico. Las indias visten a la usanza del país y los niños han dejado el chamal o chiripá y visten pantalón, saco y gorra. Honor al gobierno y al pueblo argentino por esta hermosa conquista de la humanidad y civilización”.
Los ganadores se quedaron con las tierras. El general Roca mismo recibió 65 mil hectáreas como botín de guerra. Hubo campos para los otros generales y oficiales y para los estancieros y comerciantes que habían financiado la matanza.
El comandante Prado, uno de los protagonistas de la campaña, escribirá más tarde, desengañado: “Al ver después despilfarrada la tierra pública, comercializada en concesiones fabulosas de treinta y más leguas, daban ganas de maldecir la con-quista lamentando que las tierras no se hallasen aún en manos de los caciques Renque Curá o Saihueque”.
Las familias de los caciques Inacayal, Follel y otros jefes indígenas fueron lleva-das prisioneras al Tigre. De allí, a Inacayal y a Follel se los llevó al Museo de La Plata. Los exhibían a la europea para que la población tuviera oportunidad de ver cómo eran los salvajes.(28) Inacayal, quien nunca perdió su altivez, solía decir: “Yo jefe, hijo de esta tierra, blancos ladrones, matar a mis hermanos robar mis caballos y la tierra que me ha visto nacer. Ahora prisionero... desdichado”.
Y también se hará oír la voz de la Iglesia por intermedio de monseñor Fagnano:“Dios en su infinita misericordia ha proporcionado a estos indios un medio eficacísimo para redimirse de la barbarie y salvar sus almas: el trabajo, y sobre todo la religión, que los saca del embrutecimiento en que se encontraban”.
La Sociedad Rural, hoy aún todopoderosa organización de terratenientes, se dirigió ya en 1870 al gobierno instando a una más severa represión de los “indios salvajes”. Encabezaban esa lista el estanciero José Martínez de Hoz y le siguen apellidos que hoy continúan perteneciendo a la élite de latifundistas: Amadeo, Leloir,Temperley, Atucha, Ramos Mejía, Llavallol, Unzué, Miguens, Terrero, Arana,Casares, Señorans, Martín y Omar, Real de Azúa. Desde el puerto, los vencidos fueron trasladados al campo de concentración montado en la isla Martín García. Desde allí fueron embarcados nuevamente y“depositados” en el Hotel de Inmigrantes, donde la clase dirigente de la época se dispuso a repartirse el botín, según lo cuenta el diario El Nacional que titulaba“Entrega de indios”: “Los miércoles y los viernes se efectuará la entrega de indios y chinas a las familias de esta ciudad, por medio de la Sociedad de Beneficencia”.(29) Un grupo selecto de hombres, mujeres y niños prisioneros fue obligado a desfilar encadenado por las calles de Buenos Aires rumbo al puerto. Para evitar el escarnio, un grupo de militantes anarquistas irrumpió en el desfile al grito de“dignos”, “los bárbaros son los que les pusieron las cadenas”, prorrumpieron en un emocionado aplauso a los prisioneros que logró opacar el clima festivo y“patriótico” que se le quería imponer a aquel siniestro y vergonzoso “desfile de la victoria”.(30)
Los indios que se salvaron de la matanza fueron enviados a trabajar a los cañaverales del Norte, para los dueños y señores del azúcar, en condiciones de absoluta explotación, o a servir durante seis años en el ejército y la marina. Las mujeres indias fueron repartidas entre las familias aristocráticas, como sirvientas y los niños dados en adopción. El diario El Nacional informa: “Llegan los indios prisioneros con sus familias. La desesperación, el llanto no cesa. Se les quita a las madres sus hijos para en su presencia regalarlos a pesar de los gritos, los alaridos y las súplicas que hincadas y con los brazos al cielo dirigen las mujeres indias. En aquel marco humano, unos se tapan la cara, otros miran resignadamente al suelo,la madre aprieta contra el seno al hijo'de sus entrañas, el padre se cruza por delante para defender a su familia de los avances de la civilización”.(31)
Osvaldo Bayer
notas;
27. Viñas, David. Indios, Ejército y Frontera. Santiago Arcos Editor, Buenos Aires, 1983.
28. Martínez Sarasola C. comenta que en Francia: “en 1899, en la Exposición Universal de París fueron expuestos en una jaula nueve onas que habían sido 'cazados' y trasladados hasta allí. Un letrero advertía a los visitantes: 'Indios caníbales'. Al misionero reverendo José María Beauvoirle cupo la fortuna de poder rescatar a los desdichados y volverlos a su tierra” (op. cit., pág. 287).
29.El Nacional, 31 .XII. 1878, Buenos Aires.
30. Spalding, Hobart. La clase trabajadora argentina (documentos para su historia, 1890/1912).Galerna, Buenos Aires, 1972.
31. Bayer, Osvaldo. El encubrimiento, op. cit.lenton.book Page 25 Friday, November 16, 2012 1:24 PM
La crueldad argentina : Julio A. Roca y el genocidio de los pueblos originarios / Osvaldo Bayer y Diana Lenton. - 1a ed. - Buenos Aires 2010.
fuente: https://mega.nz/file/rd11zagC#Z0HrywXS3Gvv1Sl1wuUClYGGrSfJnJEW-DwjtVrWtiE