LEMBRANZA.

LEMBRANZA.

escribe Mario Castells.

“Al morir Gabo”, dijo Lali, “siento que nos abandonó el más grande trovador de nuestro tiempo: la más bella mariposa”. Me sentía un poco mal por no participar desde lo hondo de mis fuentes de esa opinión fundamentada y comprobable. No lo puedo evitar, mi educación sentimental no lo llegó a asimilar. “¡Como lo extraño! ¡Cómo extraño ir a escucharlo en vivo!” Ambos muy afectados por el efecto dominó que estaba derribando a las mazmorras del ensueño a tantas personalidades significativas del arte y la cultura de nuestra generación. No voy a mentar mis referentes vivos, no quiero sumarlos al eco fúnebre, pero entre ellos apareció, pintó y le antepuse a la muerte el nombre de Palo Pandolfo.
Siempre pensé que era un clown de dios, que todos esos años de amenizar mis tristezas, desde mi horrenda adolescencia y juventud hasta la pobre calma de mi madurez, con sus letras, con sus temas, eran la muestra de una perseverancia: ese sobreviviente se haría viejo cantando. No sabíamos que en ese preciso momento y a seis cuadras de nuestro departamento, él se estaba muriendo. Fue toda suya esa tarde: se los juro. Lali lo constelaba con sus recuerdos, con Tom Lupo, con el Parakultural, con sus amigas de infancia. Pusimos DonCo, pusimos “Espiritango”, pusimos “Un reflejo” en la versión de estudio de La Hermandad. Lali dejó de poner música al bajar la nariz la tarde y se puso a trabajar. Yo, preparándome para mis talleres de fin de semana, seguí cantando “Conversación Triple” de Don Cornelio. Y de repente me conecté al Facebook y lo primero que vi fue un comentario de mi amigo Alejo Carbonell, largando un transido: ¡Ay, no, Palo querido! Justo ahí se apareció ante mí, otra vez, la sombra del Pájaro Negro, el perseguidor… No, Palo, vos no.


(Publicado originalmente hace dos años)

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