Walter Benjamin

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 Walter Benjamin-

Podemos ver (imaginarlo), cruzar los Pirineos, rumbo a España, pensando todavía en si es correcto o no emigrar a Estados Unidos. La GESTAPO tiene vía libre para consumar sus asesinatos. Se ve amenazado porque los paran en un puesto de frontera y tienen que pasar la noche allí. No está dispuesto a soportar las atrocidades del fascismo sobre su cuerpo. Con su valija llena de manuscritos (su biblioteca ha sido secuestrada ya en París por las fuerzas fascistas), decide suicidarse. Es 26 de septiembre de 1940.

LA ESCRITURA-

Como en Nietzsche, en Benjamin también el movimiento ha sido un elemento constitutivo de su escritura. Tal como ha remarcado Miguel Vedda, hay una fascinación en Benjamin por el movimiento, que “convierte la existencia provisoria, frágil, errante del desamparo en metáfora de su propia ensayística”. Puede verse allí, en esa pasión por el ensayo, una actitud experimental, típica de algo inacabado, de una filosofía móvil, caleidoscópica.

Mirada microscópica, superposición temporal y collage son algunos de los procedimientos de escritura más importantes de Benjamin rescatados por Beatriz Sarlo. Procedimientos que nos incitan a buscar la verdad en los detalles, a buscar las huellas de la lejanía en el presente (conocer el futuro en el pasado, dejando que el pasado irrumpa violentamente en el aquí y ahora), a tomar tal vez ya no citas, como el hacía, sino autores enteros y glosarlos para que, en su contacto, en su choque, las diferencias iluminen rasgos de cada uno. Tal vez toda apología del ensayo esté inspirada en la actitud benjaminiana de copiar citas y comentarios en un cuaderno.

Movimiento de escritura, entonces, pero también filosófico-temporal. Su puesta en cuestión del teleologismo, por ejemplo: perspectivismo interpretativo que redime el pasado en el presente, como magistralmente expresó en sus Tesis sobre el concepto de historia.

De allí que Benjamin nos incite a no dejar de movernos, nosotros tampoco. A estar atentos a los nuevos fenómenos (así como él estuvo atento a la irrupción del cine). ¿O es que podemos ser indiferentes hoy a la producción ya no del cine o la TV, sino de internet, por poner sólo el ejemplo más emblemático? Claro: no ser indiferentes no quiere decir, necesariamente, ser acríticos. Su amigo Bertolt Brecht puede ayudarnos aquí a pensar las posibilidades de “refuncionalizar” determinados aspectos de la revolución tecnológica, evitando caer así en una actitud de asno que todo lo festeja. Y a estar atentos a esta multiplicidad de temas. Como Benjamin, el “inclasificable”, según lo llamó Michel Löwy. El que se resiste a normalizar su escritura según las reglas de la cultura académica o del mercado editorial.

TOMAR PARTIDO-

El suicidio de Walter Benjamin expresa claramente la materialización (extrema) de su interpretación de la vida. Porque como alguna vez escribió Yukio Mishima, la muerte puede funcionar como el punto final de una última frase. Y sabemos, cuando se escribe, se actúa, se piensa, en fin, se vive en un contexto como en el que le tocó vivir a Benjamin (con el proyecto fascista avanzando, aplastando cabezas con un amplio respaldo y movilización de sectores explotados), no es raro que disminuya el entusiasmo. Aunque Benjamin, sin embargo, no arriba a una conclusión pesimista. Disminución del entusiasmo sí, acorde con la coyuntura con la que le tocó medirse, pero no abandono de las banderas. No al menos en él, que confiaba aun en el potencial liberador de los trabajadores. Confianza que lo lleva a quedarse en Europa. “Hay muchas cosas por hacer aquí”, supo decirle a su colega Theodor Adorno. Y continuó consecuente hasta los últimos actos de su vida. Porque Benjamin, tal como señaló Máximo Eseverri, nunca dejó de hacerse una de las preguntas claves para toda apuesta de transformación: ¿Qué podía… qué debía hacer un intelectual por la revolución? Es decir, Benjamin nunca deja de preguntarse por los presupuestos de su propia intervención, sobre cómo situarse y cómo intervenir. “Quien no puede tomar partido –escribió alguna vez– debe callar”. Tomar partido, entonces, en cada momento y en cada lugar.

Extracto de mi libro "Kamchatka: ensayos sobre política y cultura" (Alción, Córdoba, 2013), que subí a mi Blog "La filosofía y la vida"

https://pachecofilosofia.blogspot.com/2024/09/walter-benjamin-escribir-y-tomar-partido.html

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