“De Cutral Có a Puente Pueyrredón”

 


“De Cutral Có a Puente Pueyrredón”

Del piquete al movimiento*

La irrupción de las puebladas fue una bocanada de aire fresco para la militancia popular que no se rendía. La década del 90 presentó una situación por demás adversa para las apuestas de transformación radical de la sociedad y puso sobre el tablero un inmenso desafío: enfrentarse tanto a un enemigo poderoso que había logrado imponerse a escala global, como al estigma del fracaso (y no sólo la derrota) de las políticas revolucionarias del siglo.

En nuestro caso, desde que los pobladores de la sureña localidad de Cutral Có se levantaron (y provocaron aquel formidable “efecto contagio” que llevó a que la mayoría de las provincias del país se encontraran con sus rutas bloqueadas) a hoy, pasaron demasiadas cosas. Lo fundamental: el ciclo de luchas que se inicia a partir de entonces y se extiende de manera casi ininterrumpida hasta el 2003. Su pico más alto: las jornadas del 19/20 de diciembre de 2001. Su quiebre más trágico: la Masacre de Avellaneda.

Existe la discusión de si fue Cutral Có el punto de quiebre o si, por el contrario, estas puebladas se inscriben en un proceso que arranca unos años antes. Es difícil tratar de periodizar, clasificar los procesos sociales, las luchas populares. Es cierto, hay antecedentes importantes antes de Cutral Có, como el Santiagazo (en diciembre de 1993), o la Marcha Federal al año siguiente. O la gigantesca movilización del 24 de marzo de 1996, por los 20 años del golpe genocida. Por esa fecha también irrumpen los HIJOS con sus escraches.

Sin embargo, Cutral Có, y a partir de allí el ciclo de luchas que se libran, permite articular de otra manera los procesos de organización popular. Tal vez por eso nos empecinemos en remarcar la importancia de las puebladas. Porque su aporte a las clases subalternas en la recuperación de la confianza en sus propias fuerzas, en la valoración de la lucha como forma de reconquistar los derechos conculcados por las políticas neoliberales fue central. Y la posibilidad, para los protagonistas de aquellas jornadas, de recuperar la autoestima tan golpeada, no nos parece un dato menor. De alguna manera, el método del piquete aportó lo suyo para hacer visible en Argentina la irrupción de las masas plebeyas. Porque hay que decirlo: todo eso se visualizó en el centro del país luego de que la periferia clamara por soluciones urgentes para sus necesidades más elementales.

En este sentido, cabe traer aquí unas reflexiones de Pablo Seman, quien nos dice que el piquete fue un arma sabia, que supo conquistar fuerzas para los que no tenían casi ninguna. No es por nada, continúa el antropólogo argentino, que gracias a los piquetes, los sectores subalternos de Argentina, en su época de mayor debilidad histórica, consiguieron, a pesar de ello, cambiar la agenda de una sociedad que tenía por principio ignorar sus demandas.

Si bien “el Estado respondió con focalizados planes asistenciales” al reclamo de trabajo que nació en la barricada, surgió a partir de allí un nuevo proceso de luchas populares. La tríada “cortes de ruta-asambleas-planes trabajar” inició un camino que sería recorrido a lo largo y ancho del país por vastos sectores de la militancia y de nuestro pueblo.

De alguna manera, los primeros piquetes y las puebladas protagonizados por las poblaciones como la de Cutral Có, fueron generando las condiciones sociales que permitieron el surgimiento del denominado “movimiento piquetero”, que será el actor sociopolítico más dinámico del período 2000-2003. En este sentido, creo que no se puede dejar de reconocer el papel jugado por los pequeños núcleos de militantes sociales y políticos del Gran Buenos Aires (y también de otros sitios del país), que percibieron en aquel momento nuevas condiciones favorables para el desarrollo de la organización popular.

Resulta paradójico que allí, donde se suponía que nada podía surgir, encontremos los primeros pasos en pos de la organización de lo que más tarde será un movimiento de masas. Allí, en esa combinación de base social “marginal” y militancia golpeada y dispersa.

Porque fue a partir de aquellos piquetes, de todo ese recorrido realizado por nuestro pueblo en forma precaria, que se fue instalando en el país la posibilidad de organizar movimientos de masas que lucharan por reivindicaciones elementales a la vez, y no luego, o desde otra estructura diferenciada, que se planteara transformar la sociedad en su conjunto. A partir de esas experiencias, basadas en la acción directa, en la lucha de calles y de cuerpos, se irá perfilando la posibilidad de revisar lo que se venía haciendo, y reafirmar la confianza en las potencialidades de los trabajadores desocupados.

Sostenidas por el protagonismo de todo un pueblo, hastiado de una situación económica que se tornaba insoportable y aparecía como destino perpetuo y fatal, esas experiencias visualizaron a los poderes del Estado, en particular al régimen político, como responsables de la crisis; a pesar de la desconcertante ausencia de herramientas organizativas que convocaran y condujeran el conflicto social; a pesar de la carencia de referencias públicas permanentes. Porque todas esas experiencias, no sólo Cutral Có y Plaza Huincul, sino también Tartagal y Mosconi, Chaco, y los Cabildos de Autoconvocados en Corrientes permitirán sistematizar aprendizajes. De todas ellas se extrajeron conclusiones, se revisó lo que aportaban y lo que no, y sobre todo, se pudieron asumir los “límites” de toda acción de masas que logra obtener conquistas inmediatas pero que no se articula con un cuestionamiento de fondo al orden social vigente, causante de los males que provocaron la situación de necesidad.

Asimismo, aquellas luchas permitieron reconocer que cuando las batallas espontáneas logran solucionar un problema del momento pero no favorecen el desarrollo de organizaciones sólidas y perdurables que libren nuevos combates, que obtengan nuevas y mejores conquistas y, sobre todo, que generen la posibilidad de construir una alternativa de emancipación, el sistema logra con facilidad cooptar o anular esas experiencias y el poder de los sectores dominantes se mantiene incólume.

Aunque todo esto se fue madurando con el tiempo; fue parte de un proceso de aprendizaje; no sucedió de un día para otro. Ni siquiera de unos meses para otros. Llevó unos años de tránsito por el camino recorrido del piquete al movimiento.

*Capítulo del libro “De Cutral-Co a Puente Pueyrredón. Una Genealogía de los Movimientos de Trabajadores Desocupados” (El Colectivo, Buenos Aires, 2016).


EL LIBRO
Publicado por El colectivo en 2010, “De Cutral-Co a Puente Pueyrredón. Una Genealogía de los Movimientos de Trabajadores Desocupados” se reeditó esta semana por la misma editorial, en el marco de su décimo aniversario. La salida de este, el primer libro de Mariano Pacheco, se produce también en el marco del 20 aniversario de la primera pueblada en Cutral Có, y a días de conmemorarse un nuevo aniversario de la denominada “Masacre de Avellaneda”, donde fueron asesinados los jóvenes militantes Maximiliano Kosteki y Darío Santillán (éste último compañero y amigo del autor).
El libro, precisamente, narra la historia del ciclo de luchas populares que se inicia en 1996 con las puebladas que cruzan de sur a norte al país (de Cutral-Co y Plaza Huincul a Tartagal y Mosconi), hasta mediados de 2003, pasando por las jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001 y la del 26 de junio de 2002. “Años intensos, decisivos”, según las palabras del epílogo escrito por Pablo Solana, militante y comunicador popular, también protagonista de esta historia.
Esta reedición contiene un nuevo prólogo, escrito por el historiador y ensayista Miguel Mazzeo, intelectual crítico vinculado a estas experiencias desde sus inicios, y también unas “palabras de presentación” redactadas por el abogado y escritor Esteban Rodríguez Alzueta, quienes por aquellos años conocieron al autor del libro.
Crónica y reflexión
“Entre el registro narrativo en el que Pacheco –con artes de buen narrador y destreza de investigador bien avezado – da cuenta de una y otra y las incrustaciones teóricas con las que va salpicando su relato y tramando al mismo tiempo un corpus de ideas y conceptos para pensar la política y la historia. Desfilan así por estas páginas textos y análisis de textos de Carlos Marx, Mao Tse Tung y Antonio Gramsci, de Ernesto Guevara, Frantz Fanon y Paulo Freire, pero también, abundantemente, de Friedrich Nietzsche, de Michel Foucault y de Gilles Deleuze. Y desfilan por supuesto los ecos de las viejas luchas sociales argentinas y las voces de algunos de sus protagonistas, entramadas junto con los audaces ensayos teóricos y militantes”, escribió Eduardo Rinesi en el prólogo para la primera edición. Allí,  el ensayista señala que en el libro “se van tramando al mismo tiempo, entonces, la historia de la Coordinadora de Trabajadores Desocupados Aníbal Verón, la crónica de una serie de sucesos que la tuvieron por protagonista fundamental, un relato de nivel más general sobre nuestra historia política presente y una teoría de la historia, de la política y también, por cierto, del presente. Una teoría que aprovecha, como queda dicho, los aportes de las grandes tradiciones del pensamiento crítico moderno y de diversos cuerpos de ideas locales y latinoamericanos, que acentúa el valor de la auto-organización, destaca la importancia de la participación deliberativa de los sujetos en las organizaciones que se van forjando en el desarrollo de sus luchas y celebra la forma de la asamblea como mecanismo ejemplar de organización de esas deliberaciones y de las reflexiones colectivas forjadas al calor de los acontecimientos, y que desconfía fervorosamente de las instituciones estatales, partidarias, sindicales y eclesiásticas, heterónomas respecto del pueblo y sus combates”.
Escritura y experiencia

Escribe el ensayista Miguel Mazzeo en el prólogo para esta segunda edición del libro:
“Mariano inició su práctica militante siendo un adolescente, mientras promediaba la ofensiva neoliberal y cuando el fracaso de las viejas narrativas y prácticas de la izquierda aparecía como notorio. De este modo, Mariano (como Darío) se fue amasando en el barro de una praxis que venía a romper amarras con la cultura política de izquierda previa: con el vanguardismo, el elitismo, el paternalismo, las lógicas super-estructurales, las prácticas delegativas, despóticas, etc. Una praxis que, entre otras cosas, reivindicaba el arraigo territorial de la política; el trabajo político molecular e intermitente; la pedagogía de los cuerpos solidarios en acción, la pedagogía que apuesta a la politización de las intervenciones cotidianas y que se preocupa por los procesos y no sólo por los resultados. Una praxis orientada a erradicar las subculturas de aparato para no quebrar artificialmente por arriba lo que espontáneamente (en ciertas condiciones históricas) se une por abajo. Una praxis cuyo mérito principal consistía en tratar, por todos los medios posibles, de infundir libertad en la necesidad. Una praxis que construye la legitimidad de una “conducción”, de un liderazgo. De este modo, Mariano desarrolló una predisposición a aceptar que las creencias y las prácticas podían cambiar en paralelo, bajo la presión de la experiencia colectiva. Supo detectar saberes políticos emancipatorios nuevos y, además de contribuir a gestarlos, con el oficio de escritor contribuyó también a sistematizarlos. Escribir porque se entiende. Entender porque se escribe. Una multiplicidad de lecturas –desordenadas, como corresponde– enriqueció su lenguaje y su pensamiento. Su mirada se tornó más escudriñante…”.
Sujetos de carne y hueso
Escribe Esteban Rodríguez Alzueta en las palabras de presentación del libro:
“En el libro de Pacheco los piqueteros no son abordados como objeto de estudio, pero tampoco son postulados como el sujeto privilegiado para organizar el protagonismo popular. Los piqueteros tienen nombre y apellido, discuten, viajan, se cagan de frio o de calor, toman mate, escuchan música, arriesgan y se equivocan y lo vuelven a intentar. Los piqueteros de Pacheco no escatiman en chicanas, ni mezquindades. Los piqueteros se parecen a nosotros. Están hechos con las mismas miserias, pero también con las mismas apuestas. Son ingenuos y astutos a la vez. Testarudos y permeables a otras influencias. Pacheco piensa a los piqueteros desde el riñón de la propia experiencia de lucha. Una lucha revisitada con sus contratiempos y contradicciones, que no pierde de vista la perspectiva de los propios actores involucrados en esas luchas; una lucha –insisto- que no tiene ningún problema en reconocer la confluencia tensa de trayectorias contradictorias que se fueron condensando en un proceso de una lucha donde se avanzaba y retrocedía siempre en zigzag”.

EL AUTOR
Ensayista y comunicador popular, vive en la actualidad en la ciudad de Alta Gracia, provincia de Córdoba. Nacido y criado en la Zona Sur del Conurbano, inició su militancia promediando la década del 90, cuando los estudiantes secundarios enfrentaron junto con docentes y estudiantes universitarios la Ley Federal y la Ley Superior de Educación impulsada por el entonces presidente Carlos Saúl Menem. De la mano de militantes de décadas anteriores se vinculó a experiencias territoriales y desde el año 2000 –junto con Darío Santillán– fue un activo partícipe del Movimiento de Trabajadores Desocupados (MTD) en Almirante Brown, organización social que integró la Coordinadora Aníbal Verón. Luego, desde 2004, participó de la fundación del Frente Popular Darío Santillán, movimiento político que dejó de integrar una vez radicado en Córdoba. En la actualidad, en la provincia mediterránea, coordina talleres de formación y aporta en tareas de comunicación popular de organizaciones sociales autónomas.
Autor de los libros “Montoneros silvestres (1976-1983). Historias de resistencia a la dictadura en el sur del conurbano (Planeta, 2014)”; “Kamchatka. Nietzsche, Freud, Arlt: ensayos sobre política y cultura (Alción, 2013)”; Darío Santillán, el militante que puso el cuerpo (Planeta, 2012, en co-autoría con Ariel Hendler y Juan Rey).
Desde sus comienzos participa del Portal de Noticias Marcha y colabora con frecuencias en las revistas Deodoro, Sudestada y Me contó el Viejo Antonio, además de los portales Contrahegemonía, Colombia Informa, Resumen Latinoamericano y el blog Lobo suelto! Ha colaborado también con las revistas Rumbos, Los Inrockuptibles, La Pulseada, Acontecimiento, Herramienta y El río sin orillas. Algunos de sus ensayos fueron publicados en los libros “Reflexiones sobre el poder popular” (El Colectivo) y “Socialismo de Abajo” (editorial Herramienta).  Su blog personal es www.profanaspalabras.blogspot.com.

ContactosE-mail: cronicasmenores@gmail.com- 
Facebook: mariano pacheco. 
Twitter: @PachecoenMarcha. 
Celular: (0351) 15-8140576.


A partir de su propia práctica militante, anudada a sus reflexiones políticas, Mariano Pacheco traza “una genealogía de los movimientos de trabajadores desocupados” en De Cutral-Co a Puente Pueyrredón, recién publicado por editorial El Colectivo. A lo largo de casi 500 páginas, teje un relato que cruza la historia de la Coordinadora de Trabajadores Desocupados Aníbal Verón con acontecimientos centrales de la Argentina reciente –las primeras protestas piqueteras en los ’90, la rebelión de 2001, la masacre de Avellaneda en 2002–, desde una perspectiva que, como señala en el prólogo Eduardo Rinesi, recupera “los aportes de las grandes tradiciones del pensamiento crítico moderno y de diversos cuerpos de ideas locales y latinoamericanos”, así como “la importancia de la participación deliberativa”. Por Javier Lorca en Pag 12 9 agost 2010

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