EL ETERNAUTA CUMPLE 68 AÑOS.
EL ETERNAUTA CUMPLE 68 AÑOS
Reflexiones a 35 años de la primera lectura y porque es necesario ser como "Mosca"
Hoy, tal vez, la mejor novela gráfica que he leído en mi vida está de cumpleaños. Sí. "El Eternauta", esa maravilla de Héctor Germán Oesterheld y Francisco Solano López celebra 64 años de su primera aparición. Como muchos, la leí por primera vez rozando los 10 años, un sábado a la tarde en una otoñal Bahía Blanca. Mi viejo había viajado a Buenos Aires, ya en las últimas entrevistas para su nuevo trabajo, y había encontrado en un kiosco los primeros 9 fascículos de una edición coleccionable de esa aventura que lo había desvelado de pibe. Y nos la trajo con esa misma cara de felicidad con la que me ven a mí luego de haberme comprado una historieta.
Mi hermana me ganó de mano y agarró la primera entrega. Yo, a sabiendas de que me iba a perder de muchas cosas, me apropié de las ocho partes restantes y emprendí la lectura. En lo que fue una placentera tarde, pude terminar todo y la espera para poder leer lo que me faltaba se me hizo eterna. En ese viaje, mi viejo también había conseguido algo de "El Eternauta Parte II", pero literalmente no entendí una goma. Peor aún, tampoco había leído completa la primera parte porque nos faltaban tres fascículos. Y así estuvimos, como tres años, para saber como terminaba todo y como empezaba lo que seguía. Finalmente ese día llegó y con mi viejo fuimos hasta el kiosco de la Plaza Rivadavia al que íbamos siempre. El objetivo, que esos 12 fascículos fueran encuadernados. Buscar ese libro fue un gran momento. El kiosquero, con una sonrisa en su rostro, me dijo: "Mira, le puse la misma tipografía en el lomo". Y efectivamente era así. Esa copia tan Frizan es la única que no se presta en casa. Es la que no sale de las cuatro paredes de mi refugio. Es de la familia pero es mía, es mi legado. Así como lo fue para mi viejo cuando nos acercó ese mundo que tanto le había maravillado de pibe. Si quieren saber quién es el culpable de que me gusten tanto las historietas, ahí lo tienen.
Yo creo que "El Eternauta", de algún modo, es de esas obras que todo el mundo conoce y de las que habla, pero que una gran mayoría no ha leído realmente.
Se la ha citado con insistencia en estos tiempos por lo del héroe colectivo, pero ya sabemos en que terminan esas odiosas comparaciones. Nadie parece haber comprendido de qué nos estaba hablando Oesterheld en su guión que apuntaba a un Robinson Crusoe urbano y moderno, buscando sobrevivir. La realidad de la pandemia fue una prueba cabal. Desperdiciamos la oportunidad histórica de poder pensar en el otro, de cuidarlo, de ser héroes colectivos. Pero nos ganó el discurso de la libertad individual y preferimos quedarnos viéndonos las pelusas del ombligo. Y hoy sufrimos las consecuencia, donde hay quiénes no dudan en disfrazar lo individual de colectivo. Una lástima.
Y también, en estos tiempos, sobre todo por toda la infodemia y la posverdad, donde un youtuber con la capacidad expresivos de un gurbo es más tenido en cuenta que alguien que estudió toda su vida, recordé mucho algo que había escrito alguna vez sobre Mosca, uno de los mejores personajes de "El Eternauta", en una de mis habituales lecturas anuales.
Aclaremos que las lecturas siempre son distintas. No es que varíen perse pero al menos son más profundas, menos superficiales.
Y, en eso estaba, cuando llegué a la conclusión de que había un personaje excepcional, subestimado, ignorado por completo y que se fue transformando en mi favorito. Y ese era, justamente, "Mosca", el periodista. Y hay, indudablemente, un momento clave en que se evidencia su genialidad. Juan Salvo está hasta las bolas con la invasión y las batallas y "Mosca" siempre lo molesta con sus preguntas. Él mismo se sabe que no es un hombre de pelea, pero aún así es testigo de los hechos más importantes. En un descanso, Juan se le acerca y le pregunta porque escribía si era seguro que nadie lo pudiera leer. Mosca lo mira y le contesta: "Alguien tiene que contar lo que está pasando".
Esa frase es clave hasta para la propia estructura narrativa interna. Una frase que me pega cada vez que la leo. Más aún en estos tiempos donde el periodismo es tan bastardeado por los propios como por los ajenos. Y más aún todavía, donde el compartir una información parece desnudar un deseo oculto de querer ser la voz cantante, no importa con qué ni cómo, si no serlo, a secas. Y lo peor de todo es que son muchos quienes tienen ese deseo. Y ahí están juntos, unidos en ese deseo de contar la historia para acarrear a su fogón, sin darse cuenta que en su individualidad, están creando una colectividad. Tal vez de mierda, pero colectividad, al fin y al cabo.
Particularmente, hace años que no me interesa hablar con el funcionario de saco y corbata. Me es mucho más enriquecedor hablar con esa señora que supo convidarme un mate y tortas fritas por el simple hecho de que la había escuchado. Es saber que uno no habla con fuentes de información. Uno siempre habla con personas. Y eso no hay que olvidarlo.
No me interesa lo que marca la agenda y, en todo caso, sí me interesa ver que no está diciendo sobre ciertos temas para abordarlos desde otra mirada. Hay muchas cosas que están pasando afuera y no necesariamente tienen que ser trágicas, noticiosas o triviales. Todas las historias son importantes o, por menos, para alguien lo son. Y alguien tiene que contarlas.
Como lo hace Mosca, sin saber si alguien las va a escuchar. Pero hay que contarlas. Y por eso, no nos tenemos que preocupar demasiado por lo que diga o haga el otro. Lo que importa es que tenemos nosotros para decir y, en especial, que tenemos para decirnos a nosotros mismos. Y allí es donde, poco a poco, abrazando la humildad y el respeto, empieza a nacer ese héroe colectivo que tanto amamos pero por el que poco hacemos para que nazca.
Todo esto me genera leer y pensar "El Eternauta". Díganme si no vale la pena leerlo y celebrarlo.