«Un maestro…una historia de lucha…una historia de vida» Nano Balbo entrevista


Entrevista a Nano Balbo

(archivo Viento del Sur Noviembre 2011)

El libro “Un Maestro” de Guillermo Sacomano que relata la vida de“Nano” Balbo  se presentó por primera vez el 22 de junio del 2.011 en la Biblioteca Nacional de Buenos Aires. Tres meses después, el 12 de Septiembre se haría lo mismo esta vez en el aula Magna de la UNCo, con la participación de Ofelia Seppia, Inés Trpin, Noemí Labrune de la APDH y compañeros de la CTA. Esos días, “Nano”, compartió emociones fuertes como conocer al hijo de un compañero desaparecido, y presentar el libro junto a Sandra Rodríguez en el IFD 12 de Neuquén. También recorrió junto a Guillermo Saccomanno ciudades del interior de Neuquén tales como Chos Malal (en la que había surgido la idea del libro), San Martín de Los Andes y Junín de los Andes, donde conoció a Saccomano durante “la colimba”. “Nano” Balbo es un militante gremial, pero ante todo o antes que nada, un gran tipo, un “maestro” con todas las letras, un compañero comprometido con la verdad, la memoria y la justicia; en definitiva, un “maestro” para la lucha y la trasformación social.

-Luego de varios meses presentando el libro en tantos lugares; ¿Cuáles han sido las vivencias en esos encuentros, en esos momentos?

-Pienso que una constante de todos estos debates, es que el libro genera una especie de “ingeniería en puentes generacionales”, ya que aparece con nitidez el hecho de que cada generación hace del libro su propia lectura e interpretación. Me gustaría recordarles en relación con la idea de cómo surgió el libro que el mismo fue pensado y charlado a raíz de un encuentro con Guillermo en donde le sugerí encarar el proyecto en el cual yo narraba y Guillermo escribía.

-¿Qué fue lo que te motivó a contar tu historia?

-Cuando nos reencontramos con Guillermo y nos poníamos al día con lo que había sido de nuestras vidas luego de no vernos más después de la colimba, el me convence de que hay una historia que merece ser contada. No como una biografía, sino para narrar en primera persona, la historia de una generación. “Esta historia hay que escribirla” insistió Guillermo a lo cual le respondí que no sería capaz, que lo que tenía en mi cabeza iba más rápido que mis manos y me perdía en el relato. Ante su insistencia, acepté. “Yo narro, vos escribís”. Con el libro estuvimos tres años de trabajo intenso... Guillermo grabó durante varios días a razón de ocho horas diarias. Y en los breves tiempos de descanso, si yo contaba algo de su interés, Guillermo (siempre con una libreta a mano) sacaba su libretita y me lo hacía narrar. Con un hecho que para mí fue educativo: cada vez que contaba algo, él me cortaba sin dejarme terminar el relato. “Más es menos”, me decía.

-El cierre del libro a nuestro parecer tiene varias lecturas, ¿Cuál es la que mayoritariamente recibiste de los compañeros que asisten a las presentaciones?


-Si bien el libro tiene un final sin final, o mejor dicho un final en espera, la recepción fue como un mensaje muy esperanzador. Aun en los relatos de los hechos más desesperantes y trágicos relacionados a la última dictadura. Pienso que es porque la desesperación no es lo opuesto a la esperanza. Uno se desespera cuando aún tiene un resto de esperanza. Lo opuesto a la esperanza es la resignación y esta situación no aparece en el transcurso del relato. Como decía Primo Levi: ‘Si bien comprender resulta imposible, conocer es impostergable. Porque aquello que sucedió puede volver a suceder. Las conciencias pueden volver a oscurecerse. Incluso la nuestra’. Yo esa sensación no me la puedo sacar de encima»

-Estamos a días de tu declaración como testigo, el primero en este segundo Juicio por delitos de lesa humanidad cometidos en la región ¿Cómo te preparás para ese momento histórico para la región en el marco de los Juicios contra los Genocidas?

-Hace tanto tiempo que me vengo preparando y las distintas suspensiones por las distintas “leyes del olvido” y últimamente por la falta de jueces me han hecho amontonar un poco de frustración. Pero sigo convencido de la importancia de declarar ante la justicia como testigo de las aberraciones que se vivieron en ese momento, para que sean conocidas por la sociedad en general, las nuevas generaciones en particular y contribuir de esta manera para que el “Nunca Más” no sea solo una expresión de deseos. Vale la pena recordar que durante la dictadura cívico militar del 1976 fue la noche más negra que haya vivido la sociedad argentina en su historia reciente. En mi caso particular como militante me significó dos años de detención, seis de exilio, luego de pasar por diversas instancias de torturas y vejaciones en las que me dejaron sordo, daño que persiste hasta la actualidad. Además, contar que fui detenido el 24 de marzo del ´76 al mañana temprano, en una casa del centro de Neuquén, por el accionar de una patota-grupo de tareas con armas largas cuyo mando ejercía Raúl Guglielminetti. Tocaron el timbre de la casa cuando yo estaba por salir y antes de que me arrimara a la puerta, esta voló en pedazos y me arrojaron al piso…Luego soy trasladado a la Comisaria de la Federal en donde me interrogan hasta la medianoche, y me llevan a la cárcel, a una celda de aislamiento. Pasada una semana, en las primeras horas de la mañana, Guglielminetti me traslada nuevamente a la federal y me regresa a la cárcel a la medianoche. En cada uno de estos interrogatorios soy torturado. Luego de 6 meses en Neuquén me trasladan a la cárcel de Rawson en donde permanecí un año y medio. Allí, solicito la opción para salir del país y al autorizarme me trasladan a Caseros en donde permanezco 40 días hasta que me permiten salir para Roma. En Italia permanecí alrededor de 6 años, ya que yo seguía a disposición del poder ejecutivo, por lo que, si regresaba al país, era detenido con seguridad. Hasta que, al levantarse el Estado de Sitio, cesa mi disposición al PEN y puedo regresar recién en marzo del año 1984.

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