“No se olviden de Cabezas”.
José Luis Cabezas fue asesinado el 25 de enero de 1997 en Pinamar por una banda de policías en actividad y retirados. La orden, según lo determinó la justicia, llegó directamente del jefe de custodia del empresario postal Alfredo Yabrán. El crimen sacudió a la sociedad y a la clase política en la Argentina en una década signada por la impunidad que se inició con el crimen de María Soledad Morales en Catamarca, en septiembre de 1990 y continuó con los atentados a la embajada de Israel, en marzo de 1992, y a la AMIA, en julio de 1994; el asesinato del soldado Omar Carrasco, también en 1994; la muerte de Carlos Menem Junior, en marzo de 1995, y la voladura de la fábrica de armas de Río Tercero, en noviembre de ese mismo año.
Sin embargo, el asesinato de Cabezas marcó un punto de inflexión: para fines de los ‘90 los medios de comunicación gozaban de credibilidad por parte de la ciudadanía; se hablaba del cuarto poder. Y en ese contexto tuvo lugar el crimen de un hombre de prensa, con una dinámica similar a la de los grupos de tareas de la última dictadura.
Por su brutalidad y por la enorme reacción social que generó, el crimen de Cabezas pudo ser llevado a juicio. Según el periodista Gabriel Michi, su compañero de revista Noticias, la movilización fue clave para que en la Argentina no se naturalizara la muerte de periodistas como sucede en otros países de la región, como México o Colombia. El reclamo de justicia y memoria por el crimen se inmortalizó en la frase: “No se olviden de Cabezas”. (texto extraido de la revista Haroldo 23/01/2019)