Kamala y el General

 


ARTE CALLEJERO

Kamala y el General

escribe Alejandro Finzi ✍

A comienzos de enero, agentes de policía impidieron, interrumpiéndola, la labor artística de Kamala, artista callejera, y de su compañero, el Hombre sin Cabeza, en la zona del Monumento a San Martín, en la ciudad de Neuquén. Justificaron su proceder diciendo que existe una ordenanza que prohíbe el trabajo artístico en las calles de ciudad.

La historia da para un diálogo de obra de teatro:

Agente- Documentos, por favor

Kamala- Lo olvidé debajo de la almohada

Agente- ¿Usted?

Hombre sin Cabeza- Sírvase

(El Hombre sin Cabeza entrega su pieza de identidad, el agente se lo da a su colega, quien hace con su radio comunicador la consulta al Centro de Datos)

Agente 2- ¿Número desconocido? ¿Que le repita?: 1956843wxkj57230llueve

Le vuelvo a deletrear ¿Cómo que no existe? Al portador lo tengo delante de mí acompañado de una indocumentada.

Este diálogo no es absurdo, no es surrealista. Es todo lo absurdo y surrealista que puede caber en la realidad. Y la violencia no es ni lo uno ni lo otro, es bestialidad. Quien la ejecuta no es humano.

Hace varios años, saliendo del Banco Provincia, pude ver en el paseo de la Avenida Argentina (estoy hablando siempre de la ciudad de Neuquén) a una pareja bailando tango y haciendo ochos, barridas, enganches, giros sutiles y virtuosos para el deleite de los transeúntes. Hacíamos ronda contagiosa para disfrutar del espectáculo. Pasaron varios minutos hasta que reconocí que la pareja de la señorita era un títere. Eso es el prodigio del arte. Esa es la cualidad de un terremoto que permite que nuestro corazón pueda latir a sorpresa y alegría. Eso me ofreció Kalama, la gran artista. Su nombre sea tal vez un acrónimo. No lo sé. Pero su labor exquisita se hace familia con la de decenas de artistas malabaristas que engalanan la ciudad y la convierten en capital de las Artes. Son ellos los que recuperaron para la Patagonia el Anfiteatro Gato Negro.

Hace unos años, las autoridades municipales decidieron rehacer el pedestal de la estatua del General San Martín. Argumentaron que se veía muy feo con los continuos escritos que la gente le hacía. Pero eso es completamente erróneo. El pedestal nunca fue tan hermoso como cuando lucía esos escritos. Expresaban los reclamos y las urgencias de la comunidad. Y la comunidad dejaba sus pedidos de auxilio al Padre de la Patria, ¿a quién sino? Ese acto no es feo, como dicen los políticos, es pura belleza.

Ahora, del pedestal hicieron una ducha. Bien entrada la noche, cuando por las calles andan pocos, Don José baja, se pega un baño y, tapándose las partes pudendas , vuelve a subirse al caballo. Lo hace rápido, no vaya a hacer cosa que venga la policía y, como hicieron con Kamala, le pidan documentos. Él no tiene.


publicado originalmente en marzo 2020 para Viento del Sur.

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