Tilcara

 Tilcara



Las callejuelas apuntalan la luz, siempre oblicua, siempre rebosante. Amanece de golpe, la montaña no le da tiempo al sol.
Solo el azar sagrado de la naturaleza puede lograr este mausoleo vertical; muelas de tierra.
Una gama precisa de marrones que se sulfuran en un ladrillo lavado. Colores que habitan en unas formas geométricas de modesta definición. EL ojo tarda en encuadrar, se pierde, no en la diáfana amplitud que da la distancia, más bien en el efecto de proximidad, de miopía.
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Como anillos concéntricos, el silencio se expande desde el centro de la plaza hacia los callejones amarillentos, desde la punta errática de la torre hasta los bordes inclinados de la Iglesia, desde las altas puertas hasta las rejas del cementerio, desde los adoquines fatigados hacia el seño abonado de la tierra, y más allá.

texto: Gonza Starota
Foto: Marcelo Fonticelli

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