(Apuntes sobre la nouvelle Gil Wolf de Humberto Bas)

 Nada es Sagrado 

(Apuntes sobre la nouvelle Gil Wolf de Humberto Bas)


Y sí, lo hizo de nuevo. ¿Cómo lo hace? Y más importante aún: ¿Por qué lo hace? y yendo a fondo: ¿Qué es lo que hace?

No es fácil de explicar, pero por lo menos es divertido intentarlo. El acto de reseñar, de recomendar la obra de Humberto Bas, y en este caso su última nouvelle Gil Wolf, supone casi la obligación de jugar con sus propias reglas, de jugar su juego, que no es otro que el de disfrutar de la libertad de no tenerlas, de prescindir de ellas, de suspender el ejercicio del prejuicio y también (sobre todo) el del juicio, de alimentar el desparpajo completándolo con nuestros propios delirios.

Gil Wolf, y en general la literatura de Bas, impone una primera dificultad que consiste en acostumbrar el oído al tono de la narración. Se adivina un afán de poner obstáculos que con el correr de las páginas invierten el efecto transformándose en pasadizos, porque el oído a todo se acostumbra.

Si tomamos por cierta la frase renacentista que suele ser atribuida a Leonardo Da Vinci "nadie puede amar lo que no conoce", uno de los desafíos que parece ocupar al autor es el de no dejar que su obra sea amada. ¿En sintonía con los desafíos del Barroco? Recargado, engañoso, caprichoso, el Barroco procura la imposibilidad de abarcar el todo, el Arte compitiendo y llenando el vacío que deja la ausencia de Dios.
En Bas, al menos, todo es cuestión de tiempo. Su literatura no es esa música comercial, esa que se crea a la medida del oído, que le allana el camino a toda comprensión, no, es una pieza artesanal. Si depositamos en ella nuestra confianza nos va a demostrar que nada está realmente librado al azar y que la broma es, justamente, que parezca lo contrario. Parafraseando la novela de Auster, Humberto Bas concibe La música del azar en el desarrollo y el premio de un concertado orden hacia el final.


¿Qué existirá en Gil Wolf que logre colmar nuestras expectativas? ¿Es cierto que es el único caso de la literatura nacional capaz de parar una pija? ¿Por qué tomamos la molestia de acostumbrar nuestros oídos a algo que los desafía? Para empezar, no hay, en Gil Wolf nada, pero nada, que se pueda disfrutar en plenitud si no hay adecuados niveles de información previos en los lectores (ni formación académica, ni intelectualidad, ni competencias "culturales", in-for-ma-ción). Es más, pareciera empeñado en demostrar la inexistencia de un Lector total, de alguien que pueda interceptar y resolver la totalidad de los trucos éticos y estéticos que nos van a acechar en cada página. El libro es una nouvelle pero los temas son, inusitadamente, demasiados: La historia argentina, la de los círculos literarios, la de la guerra de Malvinas, la de la política nacional de veinte años a esta parte, la historia de las luchas sociales en la Ciudad de Neuquén, su historia política y sus íconos cuasi religiosos, la corrupción, el petróleo y la cultura, los estereotipos del progresismo docente, la fauna universitaria de los claustros de Letras, los mecanismos sumariales de la Universidad Pública, el abuso sexual y el abuso de poder, todo eso y más en cien páginas. Eso y El Aleph borgeano. Y la sensación perturbadora final de que todo tuvo su por qué en las primeras páginas.

La regla número uno de este juego abrumador estriba en el concepto de anagrama. Un juego de anagramas va a estructurar a Gil Wolf desde la tapa (no desde el principio, desde la tapa) hasta el final. Primer principio de goce: el lector disfrutará más cuanto mayor sea su capacidad de resolver los enigmas, y a diferencia del género poIicial no se solazará en la anticipación de una solución que siempre se obtiene al final.
No hay soluciones: no nos quedará otra que compartir impresiones entre lectores y esto es seguir hablando de Gil Wolf después de su lectura. No es poco. Nadie pudo anticipar lo que le pasaba al niño en Sexto Sentido y el que sostenga que sí miente, pero Bas viene a darnos una segunda oportunidad con eso, como una revancha.

El narrador aborda; sarcástico, categorías y símbolos que solemos tomamos con solemnidad, con respeto, con responsabilidad. He aquí el segundo principio de goce: nada es sagrado, todo puede ser visto desde más de un punto de vista, todo puede ser discutido y (perdón por el uso hartante del término) deconstruido. El narrador -no el autor Humberto Bas-; el narrador, porque aunque estemos en el primer tercio del Siglo XXI hay que seguir aclarándolo, porque la necesidad de esa aclaración y que los autos todavía no vuelan son dos verdades rotundas, describe la mutación ideológica de docentes universitarios; vuelve a poner a la mujer en un espacio que hoy resulta insultante, como un perro jugando con un viejo hueso; quita de nuestros próceres literarios (Lezama Lima, Borges, Macedonia entre los que pueden ser nombrados sin romper el maleficio del anagrama) el esmalte del canon y los exhibe fallidos; incursiona, como nos tiene acostumbrados, en la viscosidad de un sexo que nada le concede a ese pudor tan patagónico.

Gil Wolf es, en definitiva, una obra valiosa por sí misma y a la vez un homenaje a nuestra literatura; una fiesta que desacraliza y genera en nosotros una carcajada incontinente. Efectos, reflejos, consecuencias de la buena narrativa que siempre se agradecen.

por Pablo Yoiris

Ph: Gabriela Piccini. Awarraz & Lextochupi

nota publicada originalmente en  febrero de 2020 en Viento del Sur



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