Trampa de Luz (Matías Capelli) Entrevista

 El confort aísla.


La novela es una cartografía, la latitud y la longitud, de un día de Agosto en una vida que la están comiendo lo piojos, “a un tris de descomponerse”. Son las fugas por encuentros con líneas de variada trayectoria, que van presentando Pliegues bravos que empujan la existencia larvaria del personaje.

Lo que tenemos, entonces, es un arco de trayectoria de una vida entrópica que se puebla, pero que se puebla por azar, sin voluntad, es decir, solo alcanza con estar donde se está, en el estado en que se está. El relato se inicia así, con la visita inesperada de la ex novia, Ariadna, que trae plata y un embarazo incierto, pero también la visita de boletas vencidas y plazos de pago de expensas del departamento de su abuela en el que vive de prestado, guiños certificados del deteriorado que inquietan aún más su decadencia.

Pero también están las propuestas laborales que da la radio subrepticiamente- custodio, seguridad, etcétera- anunciados en un asalto a un camión blindado de algún banco, el portero Silas y las changas, la caminata y el colectivo por descarte de su auto destartalado, intervenido como él por el Entorno, la visita sin motivo a un museo, huésped incomodo en el que “apoltronado en el inodoro de la planta baja, tararea la canción popular de su adolescencia”. Los recuerdos que cuela el velorio de un pariente en los jardines privados de un cementerio- junto con las triquiñuelas de familia para madrugarse una herencia nacida de negocios carambolas en el extranjero, donde a uno “hasta los franceses lo mejicaneaban”. Todos estos puntos, o Puntuaciones azarosas, son arrojos al afuera, a su pasado, a la Ciudad, a su diagrama quebrado, pero que suenan a cumplidos más bien forzados por plazos que dan aristas, recortes de un derrumbe existencial que hunde sus raíces en esos dos tiempos que a la largo de la novela se busca cortar, que pasado y futuro ya no rimen. Lo que sí rima es la prosa, calibrada, que va captando en los espacios disimiles, múltiples que atraviesa el personaje, la poética espesa que dan las descripciones que hacen ver mutaciones; efectos de percepción.

Moverse en este día de una vida así es salir con ojos sin confort, implicando encuentros, colisiones de paisajes e imágenes, de distancias caídas de lejos, como rayos.

Quizá la potencia de esta novela corta es saber extraer de la idea de la puesta a prueba, de la vida interior del personaje y su tiempo, todas las posibilidades argumentales para poder estructurar una grande, como dice Mijaíl Bajtín.

foto: Matías Estrada.

-Gonza Starota/Viento del Sur. La idea de Narrar un día en la vida de tu personaje ¿cuándo surgió en el proceso de escritura – aquello que Barthes llama Fantasma de escritura? ¿Cómo y a qué se debió esa elección formal por decirlo de algún modo?

-Matías capelli. Buscaba una excusa o marco narrativo para enhebrar una serie de imágenes, situaciones, percepciones, climas anímicos y sociales, y me decidí a narrar un día, “un día en la vida de”. Sobran ejemplos en la historia de la literatura de relatos estructurados de esa forma. La estructura del día puede ensancharse hasta la novela coral de gran complexión o condensarse al máximo y seguir los pasos de un único personaje. Yo me decidí por esta última estrategia (entre los modelos podría mencionar Seize the Day, de Saul Bellow, que no sé si está traducida al español), y me ceñí al máximo a esta decisión. No hay momento en que el narrador de Trampa de luz corra la mirada del personaje, de sus impresiones, de sus pensamientos. Por ponerlo en términos de audio, diría que es una novela completamente “mono”: un personaje, un día, un tono, etc…

Como el viaje, el día es un vector narrativo perfecto: algo que empieza y termina más allá de lo que pase (al menos en el mundo tal y como lo conocemos). “Los días pasan, a veces es lo único que puede decirse de ellos”, se dice sobre el final de Trampa de luz, y la apuesta literaria residía en que ese avanzar inexorable del día fuera la única fuerza que propulsara el relato.

No quería que fuese una jornada demasiado significativa en la vida del personaje, un día trascendental, un punto de inflexión, si no, al contrario, un día más, y poner todo el peso en el fuera de campo -los días anteriores y los días futuros-, y que el dibujo se terminara de armar en la cabeza del lector.

-Gonza Starota/Viento del Sur. Con respecto a cierta continuidad de estilo, ya que retomas un personaje en la novela con respecto a tu libro anterior- más allá de la construcción del personaje que se repite, pienso en Saer, pero más en Juan Forn- es interesante preguntarte más que la continuidad, las diferencias, ya que la prosa es más calibrada, pero también gana, a diferencia de los cuentos de Alaska, un tono más poético, y se sostiene a medida que el personaje de desplaza por la ciudad de zonas más periféricas hacía zonas más residenciales , junto, también, con la carga simbólica- el cementerio y las embajadas, etc- sin perder nunca la potencia metafórica, sobre todo en las descripciones, en los pasajes de ambiente, etc. Entonces, ¿La forma o estructura narrativa de Trampa de luz te permitió, dentro de esos rasgos que aparecen en Alaska, explotar y explorar esos elementos, sobre todo porque el cambio de registro del cuento a la novela no es tan drástico en vos, teniendo en cuenta que es una novela corta o novelita como dice Aira?

-Matías capelli. Las diferencias con Frío en Alaska. Estoy de acuerdo en que la prosa de Trampa de luz es más sólida, más plástica, mejor calibrada que la de Frío en Alaska. Pero también es cierto que se mueve en un terreno más árido, más desolado, incluso más sórdido. En Trampa de luz aposté por el grado casi cero en varios sentidos, y quise probar hasta dónde daba la soga. Era un campo de maniobras muy acotado, que quise explorar exhaustivamente, como quien hace el intento de sacar agua de las piedras.

Son dos libros espejados, tanto por las similitudes, casi de sangre, como por las diferencias, que son bastante radicales. Por ejemplo: frente al Lekman de Frío en Alaska, opté por un personaje sin nombre, anónimo; frente al relato fragmentario de FA, opté por un relato completamente lineal, continuo y sin interrupciones; frente a la disparidad de voces narrativas en FA (cuatro), opté por una sola voz narrativa. Podría seguir con el juego de diferencias, pero prefiero que lo haga el lector.

Más allá de lo que diga la contratapa o las reseñas, para mi Trampa de luz es una novela corta o un relato largo pero, si algo no es, es una novela. Cuando terminé de escribirlo y lo trabajé con mi editora, todavía no lo tenía tan claro, incluso la llamaba “novelita” pero ahora, unos años después, no me quedan dudas de que no lo es. El relato largo –de entre 50 y 70 páginas, que a veces en un libro pueden estirarse hasta 90- es un formato que me gusta mucho y de hecho creo que Trampa de luz bien podría integrar una serie con otros relatos míos en un libro más voluminoso. Nunca la consideré “mi primera novela”. Todavía no publiqué esa primera novela, o al menos no la idea que yo tengo de la novela que me gustaría escribir, y que no tiene tanto que ver con la extensión, si no con su complexión, su longitud de onda. Volviendo a la metáfora del audio, diría que la novela es más “estéreo” o “cuadrafónica”, en cambio el cuento largo o la novela corta, son mono.

Pero también sé que es una discusión bizantina. Para muchos Frío en Alaska es una colección de cuatro relatos emparentados entre sí, para otros es una novelita en capítulos, y para otros, una novela. Me gusta que mis textos desestabilicen los compartimentos estancos de los géneros, pero también veo que en el mercado editorial argentino cualquier relato unitario que supere las setenta páginas es vendido como una novela.

-Gonza Starota/Viento del Sur. Uno ve cierto agenciamiento de estilo, como red, en una serie de libros, y que apuntan a ciertos rasgos estilísticos, a pensamientos sobre la crítica y su implicancia, etc- digo algunos; Los restos Mortales, Hugo Salas, Borneo de Oliverio Coelho, Ruidos Mariano Dupont ¿cómo ves vos esto? Recuerdo la revista Babel, que núcleo gente que se leía y definía cierta visión del campo literario (algún libro emblemático; El Carapalida de Chitarroni, El pudor del Pornógrafo de Pauls, Aire de Chejfec, etc)

-Matías Capelli. Lo de la sección de libros de Inrockuptibles no es tan programático o abroquelado como puede parecer a la distancia, aunque es un efecto óptico que me alegra que se genere, porque sí creo que hay una afinidad y un compromiso compartido que la diferencia de otras publicaciones periodísticas culturales masivas o independientes. Yo empecé a trabajar como editor en agosto de 2006 (y me fui en Agosto de 2013), en la revista que había leído en mi adolescencia en los noventa y que había sido muy relevante para mi educación sentimental. De alguna forma fue un sueño realizado: primero empezar a colaborar y después trabajar de editor. Había gente que escribía desde antes que yo entrara como Mariano Dupont, Hugo Salas, Martín Kohan, Juan José Becerra y Oliverio Coelho, por citar algunos. Ese armado es mérito de Fermín Rodríguez (primer editor de la sección) y de Mariano Valerio (segundo editor y director durante más de una década) Durante mis años al frente de la sección literaria de la revista se sumaron, entre tantos otros, Alejandro Rubio, Damián Selci, José María Brindisi, por nombrar sobre todo a los que tienen obra publicada. A todos ellos los leí y aprecio, pero no podría responder si entre ellos existe esa misma afinidad. Así que no lo veo tanto como un grupo compacto ni creo que pueda ser comparable al caso de una revista literaria, que suele ser una expresión colectiva, sino un espacio periodístico independiente colonizado por lectores rigurosos y apasionados.

-Entrevista publicada en Viento del Sur en abril de 2014-

Matías Capelli nació en Buenos Aires en 1982; colabora con medios gráficos del país y del exterior. En 2008 publicó su primer libro, Frío en Alaska. Relatos suyos fueron traducidos al alemán y al francés, y forman parte de antologías de narrativa argentina y latinoamericana. Trampa de luz es su segundo libro.



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