Murmullo-Sentencia-Revelación-Ilusión- Plenitud -Todavía

 


Murmullo

Malas noticias. No puedo dejar de pensarte. Te aseguro que lo intenté. Una, dos, cientos de veces lo intenté. Pero no. Imposible. Siempre volvés a mi cabeza. Como vuelve la lluvia, como vuelve la luna, como vuelven los días. Ahí estás. No voy a dejar de pensarte. Además, ya no quiero. Me hace bien pensarte. Te pienso y le encuentro sentido a viejas historias. Te pienso y busco historias nuevas para compartirlas con vos. En los libros, en la música, en el cine. Te pienso y leo. Te pienso y escucho. Te pienso y descubro. Te pienso y escribo. Te pienso y siento. Te pienso y creo. No voy a dejar de pensarte. Entiendo que te aturda y lo lamento. Voy a procurar que no pase. Voy a pensarte en silencio. Voy a pensarte en voz baja. Voy a hacer de tu idea un murmullo imperceptible. Que no se note. Que no moleste. Se cierra el cangrejo en su caparazón. Pero te sigue pensando

Sentencia

Hacía un mes, tal vez dos, que no la veía. Este no iba a ser un encuentro como los demás.

“Tengo algo que decirte”, adelantó ella con su franqueza habitual.

Veinte pasos y una eternidad después lanzó su dardo letal: “Estoy con alguien”, dijo con su boca. Sus ojos corroboraron y fueron más precisos: “solamente con ese alguien”.

Un torbellino de ideas y sentires se apoderó de él nublándolo todo. Fue solo una fracción de segundo. Inmediatamente después, la espuma bajó y pudo ver con claridad. Vio la pobreza de lo que tenía para ofrecer. Comprendió la sensatez de la decisión de ella. Asumió su propia insensatez.

Con ese entendimiento sentenció, a guisa de maldición: “No voy a dejar de quererte por eso”

Luego balbuceó unas palabras inoportunas. Blindó su corazón cangrejo y se fue.

La sentencia aún se cumple. Inexorablemente

Revelación

“Ya entendí, ya entendí, ya entendí”, repitió como felicitándose. Con la fascinación descomunal de quién ha recibido una revelación divina escribió: “amar es tener la certeza de que la otra persona te alimenta el alma y la necesidad imperiosa de alimentar la suya”.

En la otra punta de la red, la pantalla del monitor alcanzó apenas a reflejar el brillo casi imperceptible de esa lágrima antes de que cayera sobre el teclado y le diera un inesperado baño al costado izquierdo de la M.

Ilusión

Una y otra vez revivo la escena. Siempre con la misma angustia atenazándome la garganta. A veces pienso que todo eso no ocurrió y solamente soy la víctima recurrente de un genio caprichoso que encuentra su placer en mi tormento. Pero hay ocasiones en las que, ahogado en los más febriles de mis delirios, mi único consuelo es convencerme de que esa noche yo morí y que lo que vino después no es más que la ilusión melancólica de mi fantasma.

Plenitud

Una sonrisa descontrolada se apoderó de su rostro. Síntoma visible de una plenitud de felicidad que le estremecía las vísceras y le brotaba por los poros. No emanaba solamente del éxtasis carnal recuperado de un pasado de décadas. Provenía también, y quizás en mayor medida, de la certeza de que aquella de la que estaba enamorado para siempre había encontrado la manera de hacerle saber que también podía amarlo aunque no se lo dijera jamás.

Todavía

Todavía tu mirada infinita atraviesa la mía.

Todavía tu piel se entibia en mi piel.

Todavía tu voz se obstina en mi cabeza.

Todavía el sabor de tu boca persiste en mi boca.

Todavía te respiro.

(textos escritos por Pablo Crisóstomo)

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