¡Cuántas palabras feroces disfrazadas de ovejas!

 


Palabras feroces disfrazadas
de ovejas

La semana pasada, la Cámara de Diputados de la Nación dio media sanción al proyecto que declara a la educación como "Servicio Estratégico Esencial”. Al abrir el debate, el presidente de la comisión de Educación, el ex ministro de Macri, Alejandro Finocchiaro, dijo que este proyecto beneficia a toda la sociedad pero que pone en el centro a los chicos, ya que de este modo se va a garantizar la protección y promoción integral de los derechos de niños, niñas y adolescentes en el cumplimiento efectivo del ciclo lectivo completo. Para eso, estipula un sistema de guardias mínimas que garantice un 30% del personal docente y no docente durante los dos primeros días de huelga. En caso de que la medida de fuerza se extienda por más de dos días, esa guardia se incrementará al 50%. A principio de año, los equipos de conducción de las escuelas deberán informar a las autoridades la nómina del personal docente y no docente que estará afectado.
¡Cuántas palabras feroces disfrazadas de ovejas! El cinismo en su máxima expresión. En primer lugar, porque un servicio es algo que se vende y que se compra, como la luz o el gas. Declarar la educación como un servicio es tratarla como un bien de mercado. La educación NO es un servicio, es un derecho que debe ser garantizado por el Estado, porque junto con otros derechos, hace a la dignidad de las personas.
La palabra esencial termina de completar el disfraz y puede confundir a algún desprevenido. Si fuera tan esencial, como lo afirman, ¿no estarían nuestros gobernantes desesperados por garantizar las condiciones necesarias para enseñar y aprender? Es decir, construir edificios dignos, ofrecer becas para nuestros chicos y chicas, garantizar menús variados, ricos y proteicos para que nadie se acueste con la pancita vacía, pagar salarios justos a los docentes, de manera que no tengan que salir corriendo de un turno al otro y puedan pensar las mejores estrategias para que todos y todas accedan a la tan pregonada “alfabetización”. Es aquí donde mueren todos los discursos, y por debajo de la blanca lana del disfraz de oveja, aparece la piel del lobo. Porque nada de eso les interesa, solo se trata de enchalecar la lucha docente. Abrir las puertas y meter a todos adentro sin importar lo que pase allí, como si la escuela fuera un contendor, una fábrica, una empresa. En este sentido, la Cámara de Comercio Argentina, nos dio una muestra de sinceridad. Hace unos meses solicitaron al gobierno la esencialidad del transporte, de la educación y de los bancos (los tres rubros puestos en el mismo nivel) con el argumento de que la interrupción en su totalidad de estos servicios “afecta gravemente a los comerciantes por la disminución del tránsito de peatones”. Por lo menos ellos no se llenaron la boca hablando de las infancias.
Nada esperamos de gobernantes despóticos que se ríen en nuestras caras y nos insultan desde las pantallas, ni tampoco de sus escoltas provinciales. Por eso necesitamos redoblar nuestros esfuerzos, y ante los avances de la cátedra de cinismo, construir la contra escuela. Como un ladrillo para asegurar sus cimientos, dejo un fragmento de un viejo y querido libro: ¿Maestro pueblo o maestro gendarme? de María Teresa Nidelcoff, editado en 1974, por Editorial Biblioteca, el Departamento de publicaciones de la Biblioteca Vigil.
"¿Cómo responderemos? ¿Cómo hemos estado respondiendo hasta ahora? ¿Qué somos y qué queremos ser? ¿Miraremos con indiferencia y dejaremos que otros decidan y respondan? ¿Dejaremos por apatía o por temor, que todo siga como está? ¿Trabajaremos para cambiar?
Una cosa tenemos que tener clara: no se puede permanecer afuera. Actuando o encogiéndonos de hombros, en los dos casos estamos ayudando a construir la escuela argentina. Actuando, crearemos la escuela en la que nosotros creemos. Encogiéndonos de hombros, dejaremos a otros mantener la escuela tal como ellos la necesitan".

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