Bocetos
Bocetos
Bocetos es un texto lúdico, lleno de guiños inteligentes, regado de pequeñas complicidades, pero también - y sobre todo- poblado de invisibles lomos de burros que cauterizan esa mirada frontal - y por eso cómplice- que el texto nos dirige.
Esa mirada frontal es un crisol delirante del “uso de las indicaciones escénicas”, que los lectores de teatros, si existen, generalmente soslayan u omiten, y los actores, de acuerdo a las tácticas más o menos insumisas con las que se miden con la ley de autor, violan o acatan. El uso de las indicaciones escénicas, el modo de manipular ese material, de mostrarlo y romperlo al mismo tiempo, pone sobre la superficie irisada del texto que leemos, un artificio que todo teatro realista se obstina en ocultar, y que forma parte, sin embargo, de un procedimiento. Procedimiento que expresa un equilibrio de fuerzas, por llamarlo así, de los elementos de representación con los que una sociedad cuenta, y se cuenta a sí misma, pero que podrían claramente tener otro tipo de equilibrio, de mezcla.
Las indicaciones escénicas en una obra de teatro, como sabemos, pueden ser de meteorología, de iluminación, de decorados, de cualquier cosa que cumpla a la perfección el mandato evocativo para el cual fueron puestas allí, ya sea en el papel, generalmente en bastardillas o entre paréntesis, o en la voz in situ del director al preparar la obra, y en la materialidad escenográfica claro -los invito a leer, o releer Rosaura a las diez, de Marquitos de Nevi, para poner ejemplo popular, lo digo en un sentido escolar.
En este sentido, el texto de Alejandra realiza, muy suspicazmente, una arqueología por estos materiales que son nombrados gráfica o visualmente en cualquier arte dramático que se precie de occidental. Siguiendo un procedimiento que generalmente hacen los actores antes de representar una obra, y que consiste en la pregunta por la procedencia de su personaje. ¿De dónde viene mi personaje antes de entrar a escena? Alejandra hace extensiva esa pregunta a todo lo otro que no es un personaje, produciendo un efecto prodigioso con una pregunta, dirigida al campo del decorado; ¿De dónde viene un decorado? Así, todo el texto no es más que una gran viñeta; móvil, delirante y sagaz de los componentes de una representación teatral: la condición de posibilidad de la misma, que al salir de la capsula de la escritura didascálica tradicional en la que permanecían inmóviles, pétreas, se ponen a vivir alegremente, es decir, a hablar descriptiva, imperativa y potencialmente al mismo tiempo. Lo que Alejandra hace entonces es, nada más y nada menos, que romper la supuesta simpatía secreta - base militar del teatro realista- entre actor y decorado, entre lector y texto. Cepilla el famoso dicho: saber algo del decorado, es ya saber algo del personaje.
En Bocetos todo esto (las partes, los componentes de una puesta en escena, incluidos los espectadores) es puesto a funcionar de una manera totalmente distinta - tan distinta que el texto de Ale, más que un borrador o boceto de una puesta en escena, parece un guión de film de Beckett-, tan distinta que pone en evidencia (de hacer evidente algo que se ve) lo difícil de atribuir una fuente segura, un autor, una responsabilidad a ciertos paños escenográficos, que el mismo montaje magistral con el que están tejidos en el texto, remarcan hasta la extenuación el impulso mimético que subyace a todo contrato de representación realista. Lo que leemos son restos, esquirlas de lo que queda después de dinamitar la trinchera del realismo: partículas de artificio orbitando alrededor de la mueca vacía la representación.
*un texto de Gonza Starota